Capítulo 22

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Más tarde esa noche, después de contarle a Peter todo lo que sabía sobre David Espósito, que se resume en cómo me maltrataba todos esos años, y en que estaba involucrado, Peter se fue. Así que aquí sigo, tumbada en la cama, esperando su regreso.

Jugueteo con mis dedos nerviosamente, todo tipo de pensamientos viniéndose a mi cabeza. ¿Y es que como se sabe que pretende uno de la otra persona? Puedes conocer a alguien y que te desagrade solo conocerla, sin haberte hecho nada, solo por ese simple hecho. Y es que a veces me pregunto, ¿está o no bien juzgar a la gente? En parte creo que sí, si juzgas a alguien, si vas con tu corazonada, tu presentimiento, entonces sabes qué te pasa con esa persona, que sensaciones te provoca, como reaccionas ante eso. Pero otras veces pienso que no, qué no se puede juzgar una persona solo al conocerla, ¿cómo sabes realmente como es esa persona en los pocos segundos que la has visto? ¿Cómo alguien que apenas conoces puede provocar ese tipo de sensaciones en ti?

Apenas siento la marea del río moverse, cuando lo oigo entrar. Es seguido de voces, así que sé que no está solo. Eso no hace sino aumentar mi paranoia. Peter entra por la puerta y la cierra detrás de sí, y suspiro de alivio cuando veo que pasa solo.

—¿Dónde estabas? —pregunto. La voz me sale un poco ronca por haber estado tanto tiempo sin hablar así que me aclaro la garganta.

—No importa, ahora estoy aquí —es su respuesta, mientras se agacha al lado de la cama, a la altura de mi cara—. Toma, este es tu nuevo móvil —saca una caja y la deja encima de la cama—. Es un nuevo número también así que va a ser imposible que te rastreen con él, y más porque no está a tu nombre —susurra al hablar, con miedo a algo.

—¿Estás bien? —con una de mis manos le toco la mejilla suavemente.

Sonríe mientras asiente. —Debería estar preguntándote yo eso, fuiste tú la que... —aprieta la mandíbula, no gustándole a donde se dirigen sus pensamientos.

—Yo estoy bien —le sonrío sinceramente, mientras mi mano va hacia su mandíbula tensa, y empiezo a trazar leves círculos por ella.

—Entonces yo estoy bien —me susurra. Paso mis dedos por su pelo oscuro, alborotándolo todo en el proceso. Él suspira, no sé si de agotamiento o sufrimiento, y se aparta lentamente de mí—. Ya estamos en el puerto. Llegamos hace un par de horas, pero pensé que te haría bien dormir un poco.

—No dormí nada, te estaba esperando a ti —susurro, mi mano está tendida en el aire, y es porque él está demasiado lejos ahora, se ha apartado de golpes.

—Tenemos que irnos —se levanta con un movimiento calculado, y me espera mientras yo me levanto y me visto.

Cuando salimos a fuera soy recibida por una ráfaga de viento, fría como una mala cosa, y me encojo dentro de la chaqueta. Peter me guía por la oscuridad de la noche sin mediar palabra alguna, así que agarro su mano con suma delicadeza. No me la rechaza, pero tampoco la acepta. Frunzo el ceño ante su reacción. ¿Qué le pasa?

Me la suelta lo más rápido que puede una vez nos metemos dentro de su coche, y conduce silenciosamente. Mis dedos juguetean nerviosamente, y quiero más que nada que me diga algo. Ni intento encender la radio, ya sé que ese es un tema tabú para él, pero empiezo a necesitar saber la verdad sobre este hombre maravilloso que tengo al lado.

Veo el hotel a lo lejos, pero me confundo al ver que lo pasa de largo y sigue conduciendo.

Media hora más tarde detiene el coche, y sé perfectamente donde estamos. El barrio de Richmond, el lugar donde comparto, o compartía, piso con Megan. —¿Qué hacemos aquí, Peter? —pregunto dudosa.

Respira hondo varias veces antes de girar y encararse a mí. —¿Qué piensas que hacemos aquí, Lali?

—¿Vinimos a buscar a Megan? —digo en un intento de súplica, porque no quiero creerme que sea verdad la realidad.

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