XI

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—¿Mamá?

Frank entró a la cocina preparándose mentalmente.

—Oh... Frankie, llegaste.

—¿El es Frank?... tu mamá me ha hablado mucho de ti — le dijo aquel hombre acercándose lentamente.

—Sí... supongo que usted... es... mh.

—Lo siento, no me presenté. Mi nombre es Donald Way.

—Es un gusto señor Way — saludó Frank extendiendo la mano.

—El gusto es mío... muchacho, creciste mucho.

—¿Cómo?

—Tu madre me enseñó una foto tuya.

—Ah... ya entiendo.

Pasaron al comedor, en donde todo era inundado por un incómodo silencio.

—Mamá ¿qué cocinaste? — preguntó Frank viendo su plato de una forma extraña.

—Pastel de carne.

—¿Carne?

—Perdón... es qué a Donald le gusta...

—¿Hay ensalada?

—Hay lechuga — le respondió Linda pidiéndole perdón con la mirada.

—La lechuga está buena — mencionó Donald tratando de formar parte de la conversación.

—La lechuga no me aporta ningún nutriente — dijo Frank —. Además tiene muchas bacterias perjudiciales para mi sistema. Y ni hablemos de la salmonella.

—Pero, Frank... la desinfecte.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo.

—Bien — suspiró cansado.

En toda la cena Frank no dijo ni una sola palabra, en parte porque la situación le resultaba bastante incomoda, y porque sólo pudo comer lechuga y unos pobres pedazos de zanahoria.

—Dime Frank ¿cuántos años tienes? — preguntó Donald tratando de llamar la atención del mencionado.

—Diecinueve, señor.

—Aún eres muy joven... pero por favor no me llames señor, muy pronto seremos familia.

—Oh... sí, lo seremos — Frank puso una cara de seriedad.

—Por cierto... Jamia me ayudara con los preparativos, como el vestido y cosas así — interrumpió Linda.

—¿Dónde será la recepción? — preguntó Frank.

—Será en la casa de Donald.

—Te encantará tengo muchas cosas allí, incluso tengo un laboratorio privado.

—Eso se oye bien.

—Y de seguro te llevarás bien con mis hijos.

—¿Hijos? — preguntó Frank desconcertado. Todo estaba yendo por buen camino.

—Sí, tengo dos.

—Ah... dos. Que... bien.

—Son casi de tu edad.

—Yo ya los conocí, son buenos chicos — ésta vez habló Linda.

—Si tu lo dices.

—Lo son, ya verás. Muy pronto los conocerás ¿verdad Donald?

—Sí, prepararemos una cena familiar. También con algunos amigos, en mi casa.

—Supongo que es una buena oportunidad para conocer a las personas con las que mi madre y yo nos relacionaremos de ahora en adelante.

Al terminar la cena, Donald se fue pues dijo que ya era demasiado tarde y que el lugar en donde vivía se encontraba muy lejos.

Frank no se veía molesto, pero tenía una mirada de seriedad que difícilmente se le quitaría, subió a su habitación con  la excusa de que quería estar sólo.

En realidad fue a hablar por teléfono con Ray, para contarle todo lo que había pasado.

En cierta forma Ray era como su psicólogo personal, o su hada madrina. Siempre dispuesto a escucharlo y haciendo que entre en razón en algunas ocasiones.

Esa noche Frank trató de no pensar mucho en eso, pero obviamente no lo logró. Hablamos de Frank Iero, su cerebro no está programado para abandonar un tema así de fácil.

La noche concluyó, el despertador ya no era necesario pues Frank no había podido dormir.

Se levantó de su cama y fue al baño a asearse, para luego salir directamente a la universidad en la que trabajaría.

Una vez que llegó una señorita se encargó de mostrarle todo el establecimiento y la oficina que sería solamente para él.

A Frank le gustó mucho el lugar y decidió que era adecuado, y que era eso a lo que Ray se refería cuando dijo “un trabajo tranquilo”

Se acomodó en su oficina, obviamente antes la limpió, luego puso sus diplomas, reconocimientos y demás cosas.

—¿Señor Iero? — un hombre entró a su oficina, era el director de la universidad.

—¿Qué se le ofrece?

—Me gustaría presentarlo ante los nuevos alumnos, ya que es un gran honor tenerlo con nosotros y estoy seguro que para ello es muy emocionante conocerlo.

—Está bien.

Ambos caminaron a un salón repleto de estudiantes, esperando conocer al graduado de la universidad a temprana edad.

—Chicos, me gustaría presentarles al doctor Frank Iero.

—Un gusto — dijo Frank saludando con su mano.

Los estudiantes lo observaban con atención, y las chicas babeaban por las típicas e involuntarias sonrisas arrogantes de Frank.

La presentación concluyó y Frank volvió a su oficina a terminar lo que había dejado pendiente. No tenía mucho trabajo entonces salió temprano ese día.

Mientras caminaba por las afueras de la universidad leía un libro que había encontrado en su habitación, era un libro que su madre solía leer cuando Frank era pequeño. Ella una vez le dijo que ese libro perteneció a su padre.

Estaba tan distraído en su lectura que no notó que un chico impacto contra él, haciendo que su libro cayera al suelo.

—¿Sabes cuantas personas pasan al día por éste lugar? — exclamó Frank bastante molesto —. ¿Tienes idea de todas las bacterias que se encuentran en este pequeño lugar? Podría contraer algo por tu culpa.

—¿De qué diablos me hablas? Solo hice que tu libro se cayera. El mundo no se va a acabar.

—Mi mundo va a empeorar.

—¿Y crees que es asunto mío?

—Obviamente no lo es, sino no estarías parado ahí sin recoger mi libro.

—¡Está bien! — aquel muchacho de cabello rojo brillante se agachó para recoger el libro de Frank —. Aquí tienes.

Frank tomó el libro con la punta de sus dedos, al mismo tiempo que miraba al contrario con enfado.

Pero no dijo nada más, sólo se retiro esperando no volver a ver a aquel chico nunca más.

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Me mame XD

IAmGonnaDie me diste una buena idea y al mismo tiempo diste spoiler XD

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Polimatía [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora