Capítulo 15| Es mi compañero

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Quizás es extraño haber depositado parte de mi confianza en una persona que apenas conozco, pero sé que Seth es alguien de fiar. En cualquier otro momento me habría llamado a mí misma loca por haber aceptado ir a su casa, la cual tiene una distancia de más de quince kilómetros con el lugar donde residimos e incluso fui yo quien propuso ir. Sin embargo, jamás imaginé que Tyler nos siguiera y encarara, ni mucho menos que haya esperado más de dos horas afuera de la residencia. No obstante, los tropezones que tuvimos valieron la pena al momento en el que encontramos la información necesitada desde un principio, si bien no estábamos seguros de que nos serviría. Aún así lo tomaba como una victoria personal. Si eso no fuera poco, la policía llegó a la casa.

Al principio no entendíamos la razón por la cual los oficiales nos detenían, eso hasta que explicaron que en una casa inhabitada por más de tres meses, a excepción de las señoras de la limpieza, no podía haber ruido ni voces, mucho menos alaridos. Los vecinos intuyeron que se trataba de un robo, por lo mismo llamaron a la policía. Tardamos en aclarar la situación, aunque lo hicimos hasta ya pasadas las cinco de la mañana.

Si pensé que lo peor de mi día fue ser arrestada, no había tomado en cuenta a mi hermano, el mismo que casi me asesina al verme llegar a esas horas. Explicaciones, gritos e insultos que solo sirvieron para causar migraña en mí, además de despertar a los chicos de las habitaciones continuas. Y como si eso no bastara, las miradas de Tyler dejaban en evidencia que teníamos una conversación pendiente. Mi sorpresa fue grande al percatarme de que no me delató, en lugar de eso se excusó sobre un proyecto de captación de imágenes.

Otro punto a valorar, no tengo idea de cuándo podré estar a solas con Seth para revisar el contenido de las carpetas, porque estoy segura que los chicos no lo permitirán. Quizá no fuese tan malo si pudiera lanzarme a mi cama a dormir medio día, en lugar de eso debo ir a clases sin haber descansado más que diez minutos. Para colmo, no puedo faltar. La única razón es tener mi primera clase práctica. Además, mi aspecto no es el mejor. Cabello enmarañado y mal recogido, ojeras que me hacen parecer a un oso panda y a eso sumarle mi mal humor y migraña.

— ¡Miren, un mapache! —exclama Daniel en mi dirección a verme aparecer por la puerta, a lo que los chicos ríen. Sin gracia les enseño mi dedo de corazón— Un mapache agresivo.

—Pues este mapache muerde y patea bolas­­­. —Ese simple comentario basta para que cubran su zona intima.

—Linda camiseta —ironiza Ethan, a lo que resoplo y abandono el lugar.

Mi camiseta dice la verdad sobre mí: «no me mires, no me hables, muérete. Tengo sueño y no quiero estar aquí».

Cuando ingreso a mi respectivo salón y tomo asiento no tardo en dejar caer mi cabeza en el pupitre, cierro los ojos. La migraña no ha cedido, en cambio, ha aumentado.

El profesor no tarda en ingresar al salón y, con él, da inicio a la clase.

—Chicos, los estudiantes de la señorita Victoria vendrán para organizarlos en parejas y así tendrán la primera práctica del semestre.

Los cuchicheos que aumentan mi migraña no se hacen esperar, gruño. En pocos segundos los antes nombrados ingresan al aula, chicas esbeltas y de alta estatura, igualmente chicos de apariencia musculosa. Vaya, pareceré un moretón en el suelo.

Los estudiantes que van siendo llamados se les pide ponerse de pie junto a su compañero, no los observo, puesto que descanso mi cabeza en el brazo de la silla.

—Parker Dylan —la mención de mi nombre que hace levantar la vista, entre la mata de cabello que ha escapado de mi moño mal hecho logro observar al profesor.

—Se murió —murmuro.

—Al frente, Parker.

No respondo, no me inmuto, ni siquiera vuelvo a observarlo.

Por segunda primera vez [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora