Capítulo 1| El chico de ojos avellana

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...Y empezamos nuevamente. ¡Estoy súper emocionada!
PD: Actualizaciones semanales, los sábados.
PD2: No me maten
PD3: Si no entienden algo comenten para explicarles

***

Mis pies no se detienen, solo camino dando pequeños saltos sin una dirección concreta. No logro comprender la situación, pero la dejo ser. El prado verde me rodea por completo, solo puede visualizarse el césped por doquier con algunas flores coloridas rodeándolo. Sonrío sin poder evitarlo, sentir el viento soplar con gracia haciendo volar mi cabello por los aires es satisfactorio. Una sensación de libertad se apodera de mí. Comienzo a correr con agilidad, no estoy segura hacia donde me dirijo, simplemente me gusta esta emoción de independencia.

«Tal vez puedes escucharme, si lo haces, no me abandones por favor».

Una voz se hace resonar por el lugar, como si lo dijeran a través de unos parlantes. Sin embargo, no basta para hacer detener mis pasos.

— ¡No corras! —la voz masculina resuena por el prado, no logro reconocerla, pero es gruesa, firme; la misma que escuché hace poco.

Mis pies no dejan de correr en una dirección desconocida. Llevo mi vista al cielo, este ese encuentra despejado de cualquier rastro de nubes y el sol se contempla en todo lo alto, proporcionando calor. Unos pasos se escuchan más cerca, si bien quiero saber de quién se trata no puedo dejar de correr. Las carcajadas comienzan a escapar de mi garganta sin mi consentimiento.

«Buen día, hermanita. Extraño mucho tus risas incesantes, quisiera que abrieras tus hermosos ojos».

Una nueva voz hace eco por todo el sitio. De repente vuelve a escucharse la del principio, llenándome de confusión.

— ¡No te alejes! —piden a mis espaldas con desesperación. Intento volverme, pero mis pies no acatan mis órdenes, en lugar de eso siguen directo— ¡Confía en mí!

Quiero detener mis pasos, girar y enfrentar a la persona que me habla. Visualizo una cueva a la lejanía, su fondo no logra distinguirse, pero algo de ella me llama la atención. Mis pies dejan de correr por el verdoso césped, comienzo a caminar con más calma. Una suave brisa azota mi cuerpo, causando que varios mechones de mi cabello caigan por mi rostro.

«Por favor, quédate conmigo».

Logro detenerme a un paso de la cueva, el llamado me hace detener. El fondo no se diferencia, como si no lo tuviera. La oscuridad de esta es atrayente y misteriosa al mismo tiempo. Cuando estoy a punto de acercarme unos brazos me toman por la cintura, levantándome del suelo. Siento miedo, pero mi cuerpo reacciona de modo contrario, solo unas pequeñas risas escapan de mis labios.

—Te tengo, pequeña. —me sostiene con fuerza, sin llegar a hacerme daño.

Sin pensarlo me giro para encararlo, este me baja de sus brazos, depositándome con cuidado en el suelo. Ladeo un poco la cabeza, escrutándolo con la mirada. Sus ojos avellana brillan bajo los rayos del sol, teniendo estos toques dorados. Se notan algo achinados debido a la sonrisa que se posa en sus labios. Su mirada chispeante demuestra alegría. El cabello castaño le resplandece, lo trae de forma despeinada. Parpadeo, repasando todos sus rasgos. Un cosquilleo me recorre de pies a cabeza.

« ¿Cuándo volverás, pequeña?».

—Aquí estás, te estuve buscando.

—Te extrañé —las palabras salen de mis labios sin controlarlas, sorprendiéndome. Solo quiero preguntarle quién es, pero es como si me controlaran y no fuese yo quien manda sobre mi cuerpo, palabras y acciones.

Por segunda primera vez [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora