Capítulo 32| Estudiantes de periodismo

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En la vida siempre hay que ser honrados, decir la verdad es el mejor camino, aunque traiga consecuencias. Sin embargo, en un momento en el cual n teníamos el dinero suficiente para pagar la cuenta, lo mejor que se nos ocurrió fue salir corriendo. Es que de solo pensarlo quiero golpear mi cabeza contra una pared. No sabía hacia dónde ir, lo único que sé es que todos huyeron en direcciones diferentes y pronto los perdí de vista.

A lo lejos logro escuchar gritos, maldiciones en chino que no alcanzo a entender. No conozco muy bien las calles, por lo que mi única opción es correr entre callejones y rezar en mi mente.

Cuando mis pulmones arden y mis piernas tiemblan, casi me siento desfallecer y sé que es tiempo de detenerme a tomar aire. Entre jadeos llevo mis manos a mis rodillas, intentando recuperar la compostura. Tardo varios segundos en esa posición, hasta que una mano en mi hombro me hace soltar un chillido. Me sobresalto, pero la calma me inunda al ver un rostro familia: Daniel.

— ¡¿Me quiere matar e un susto?! —me quejo, propinándole un empujón un tanto brusco.

— ¡Dios! Casi me atrapan, venían pisándome los talones —su voz suena aliviada, voltea varias veces hacia atrás para cerciorarse que nadie venga.

— ¿No sabes dónde están los demás? —inquiero cuando mi respiración ha vuelto a la normalidad, niega.

Cuando la calma intenta por fin llegar, mi cuerpo se tensa por completo al escuchar alaridos en un idioma diferente al mío. Al final de la calle pueden verse unos cinco camareros venir en nuestra dirección gritando barbaridades.

—Hay que correr —le sugiero a mi acompañante sin mirarlo—, ¿entiendes algo de lo que dicen?

—Estoy esperando a que aparezcan los subtítulos —su comentario me hace sonreír en la pésima situación en la que nos encontramos, sin esperar un segundo más damos media vuelta y salimos disparados como una mismísima bala.

No está de más decir que nos salvamos por un pelo. Estuvimos varios minutos corriendo entre callejones y casas, alejándonos lo más posible de esos empleados. Al volver al campus, nos encontramos con que ya la mayoría estaba ahí. Excepto una persona: Ethan. Al principio no quisimos alarmarnos por eso, pero cuando ya había transcurrido una hora, no dudamos en llamarlo a su celular. No respondió, más de veinte llamadas. Nos preocupamos. Intentábamos ser positivos, pero es obvio que algo le pudo haber pasado. Cuando ya era pasada la media noche, Evan recibió una llamada. Ethan estaba en el restaurante, recogiendo mesas y lavando lo que, según él, era la pila de platos más grande que había visto en toda su vida. Nos maldijo antes de que la llamada se cortara tras un: "no es hola de platical" con un marcado acento asiático.

Al día siguiente volvió a nuestra habitación. Los persiguió e insultó hasta el cansancio. Cuando ya la molestia se había disipado, confesó que lo atraparon cuando intentaba saltar una reja.

— ¡Lo conseguí! —levanto la vista de mi libro de francés cuando la puerta de mi dormitorio es abierta de un golpe.

Seth ingresa de prisa, cerrando la puerta tras de sí. Se aproxima hasta estar cerca de mí.

— ¿Un cita con el psiquiatra, tal vez? —enarco una ceja con burla antes de dejar el libro de lado, en otro momento practicaré mi francés.

—Ja ja, qué graciosa la niña —toma asiento en un extremo de la cama—. Aparté una cita con Víctor O'Brien. Fue complicado, tuve que inventar un par de cositas y casi rogarles —reprime una sonrisa.

Mis cejas se elevan ante sus palabras. Víctor O'Brien es el padre de Derek. Hace unas semanas tuvimos la oportunidad de ir a la antigua casa de quien se supone es la madre biológica de Seth, donde encontramos un par de datos relevantes. Un libro con una carta dentro, además de la imagen de un hombre en uno de los cajones de la casa. Ese hombre es Víctor O'Brien. Si existe la ligera posibilidad de que sea el padre de Seth, lo averiguaremos.

Por segunda primera vez [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora