Capítulo 20| Burger king

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Me han matado de risa sus comentarios por el "capítulo anterior". No, no me arrepiento. Soy mala, lo sé. Ahora sí, el verdadero capítulo 20.

Ya han transcurrido casi dos semanas desde que ingresé a la universidad, parecía más tiempo. Recuerdo que una de las condiciones para poder asistir impuesta por mi madre fue no hacer tonterías que me pusieran en peligro, mucho menos esforzarme de más. Asimismo, debo seguir al pie de la letra mis terapias, tanto de habla como de movilidad. Sin embargo, me he rehusado a hacerlas desde hace un par de días. Mi última visita con el doctor Hernández, el médico que me atendió en todo lo referente al accidente y mi recuperación, había advertido sobre evitar los deportes de demasiado contacto físico. De tal manera que, sabiendo que ingresar a un equipo de futbol americano universitario, donde la gran mayoría pude sacarme con facilidad vente centímetros y treinta kilos de masa corporal, a mi madre no le caería nada bien la noticia.

Aún está en pie el reto impuesto por el entrenador Sanders, en el cual advertía sobre mi pésima condición física. En , tiene razón. Los chicos se ofrecieron a entrenarme un par de horas antes de la prueba, pero estoy segura que en cualquier momento me desmayaré.

Agitada, con la transpiración haciendo parches de sudor en mi camiseta grisácea y short deportivo, llevo mis manos a mis rodillas. Los mechones de cabello que se escapan de mi coleta mal hecha caen por mi rostro y se adhieren a este. Levanto la mirada, solo para encontrar a mis amigos con sonrisas divertidas. Lo que más me molesta, después que lo adolorido que se encuentran mis músculos, es que ellos no parezcan cansados en lo más mínimo. Sin más, me dejo caer en el césped.

—No-no puedo más —jadeo.

— ¿Y así quiere ingresar al equipo, Chica Parker? —el coach se abre paso entre los chicos y se inclina a mi lado, resoplo.

—No estoy en mi mejor momento.

—Levántate, es hora de la prueba. Será sencilla, solo pases y velocidad —hace sonar su silbato. En medio de quejidos lastimeros me levanto—. Pésima condición física, espero que sepas lanzar.

No tardo demasiado en equiparme con las protecciones correspondientes, cabe resaltar que estas no se ajustan como deberían. Al volver a la cancha me encuentro a parte del equipo en las gradas, además de algunos junto al entrenador, también equipados. Entre ellos, Tyler y Nick.

—Bien, iniciaremos con lo básico. Veamos que tan buen brazo tiene, Chica Parker. —Sostiene entre sus manos una tablilla, hace sonar su silbato.

Me ubico en la yarda número diez con el balón en mano, lo aprieto con fuerza e inhalo. A varios metros, en la yarda cuarenta, se encuentra Tyler. Tomando impulso lanzo el balón, este vuela por los aires hasta ser atrapado por él.

— ¡Sí! —celebro unos instantes por mi buen lanzamiento.

—Pues mejor que el de Johnson sí estuvo —admite el entrenador, ganándose un resoplido por parte de Daniel.

—A ver qué tan buena atrapando —levanta la voz para que logre escucharlo—, mientras dos están en tu búsqueda.

Mi rostro palidece cuando le pide tanto a Derek como a mi hermano que intenten taclearme. A un par de yardas de distancia Tyler conserva el balón, sin embargo, está en peligro de ser robado. No me joda. Sabiendo que, para evitar romperme un hueso lo mejor es correr, no tardo en hacerlo. Mi complexión es pequeña, por lo que mis pasos no son tan largos como los de los chicos que vienen tras de mí. Mi única ventaja, si se le puede llamar así, es el ser escurridiza. Al ser pequeña, no me es demasiado complicado escabullirme entre ellos. Y de esa manera, los confundo hasta llegar al ala derecha. Tyler, viendo mi hazaña, lanza el balón un segundo antes de ser tacleado. Mi acelerado ritmo cardiaco me hace creer que podré sufrir un ataque. Mis piernas arden por la velocidad que ejerzo; sin embargo, soy recompensada al atrapar el balón entre mis manos. Y es como si con ese balón miles de imágenes explotaran en mi cabeza. Yo corriendo en medio de un campo de futbol con un balón en mano, yo girando a observar a un chico rubio que se acerca como si de un toro se tratara. Y, dos milésimas de segundo después, me hallo en el césped. Tanto en mi mente como en la realidad.

Por segunda primera vez [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora