Capítulo 24| Crisis matrimonial

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¡Hola, mis camarones! Okno.

Recuerden que si quieren leer un crossover donde aparece nuestro Daniel, solo deben ir a los comentarios del apartado pasado, donde les dejaré el link.

¿Les digo qué sería divertido? Que en Wattpad se pudieran subir gifs o reaccionar a los comentarios, al estilo Facebook.

Sin más qué decir, disfruten el capítulo (y sé que lo harán).

Esto lo publico súper rápido, disculpen si me tardé más de lo debido, estoy a medio maquillar que voy para una fiesta. Disculpen si hay errores.

***

Está todo planeado casi a la perfección. Pasamos la tarde de ayer y parte de la noche ajustando lo que necesitáramos, de tal manera que apenas las clases de todos nosotros se dieran por finalizadas, iríamos a la sede principal del orfanato Giesler. Catherine nos tranquilizó y dijo que no nos preocupáramos, que ella tenía las cosas bajo control, o al menos lo correspondiente a los sistemas de seguridad.

Es un plan sencillo de seguir y haremos lo posible por apegarnos a él. Consiste en que, al finalizar la jornada, nos pondríamos en marcha en la dirección acordada. Se supone que Seth logró apartar una cita, por lo que no será problema ingresar a observar las instalaciones. Él intentará obtener la mayor información posible sobre el lugar, mientras que seré quien genere una distracción y de esa forma Catherine pueda colarse al sistema. Espero sea tan fácil decirlo como hacerlo.

Hasta ahora las cosas iban bien, aunque un percance de último minuto fue mi retraso, debido a mi jornada de clases un tanto más extensa. Sabiendo que perderíamos la cita si no acudimos con puntualidad, les pedí que se adelantaran al orfanato, que llegaré antes de lo que canta un gallo. Por segunda vez, es más fácil decirlo que hacerlo.

— ¿A dónde vas con tanta prisa? —una voz conocida se hace escuchar y pronto tengo a un cuerpo delante de mí, impidiéndome el paso.

Debo detenerme para no chocar con él. Sus ojos avellana me escrutan, espera una respuesta de mi parte. No tengo tiempo para discusiones, hace quince minutos tendría que haber salido si es que quiero llegar a tiempo.

—Estoy ocupada, si me disculpas —hago el amago de cambiar de camino, pero vuelve a interponerse—. Ya, en serio, voy contra el reloj.

—Deja que el reloj gane —bromea, a lo que resoplo.

—No estoy para chistes, debo irme —por segunda vez me aparto, sin embargo, logra detenerme—. No me vas a dejar ir, ¿verdad?

—Qué lista eres.

—Imbécil.

—Voy contigo —afirma, como si ya fuese un hecho. Lo observo con la mirada cargada de ironía.

— ¿Y quién lo dice?

—Lo dice el chico que no le dirá a tu hermano que te escapaste del campus, y no te delatará por haber salido de madrugada a la casa de un chico que apenas conocías, ni tampoco le dirá que te emborrachaste en mi cumpleaños hasta vomitar y quedar inconsciente, tampoco que rompiste sus tres preciadas reglas. La lista es larga, ¿quieres que continúe? —su voz cargada de escepticismo me noquea.

Piensa que tiene las de ganar, está seguro de ello. Sí, sabe más sobre mí de lo que me gustaría, también me ha guardado uno que otro secreto, pero no lo creo capaz de delatarme.

— ¿Me chantajeas?

—Tómalo como un seguro —acaricia su barbilla, asintiendo.

—Puedo decir que todo es falso —me detengo antes de continuar, apenas me he percatado de lo que ha dicho.

Por segunda primera vez [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora