Capítulo 27| Una carta

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Lean la nota al final, por favor.

Para mí, no hay nada peor que ser despertada cuando, claramente, no deben hacerlo. El sábado es, por obvias razones, mi día libre, por lo que no es para nada grato que estando dormida el irritante timbre de mi celular se haga escuchar por cada rincón de mi dormitorio. Un gruñido es el único sonido que puedo emitir, mientras tanteo sin ver mi mesita de noche hasta que palpo una superficie fría. De mala gana descuelgo.

— ¿Qué? —bramo.

—El sol ya salió —la voz cantarina de Seth me hace rodar los ojos.

— ¿Y qué quieres que haga? ¿Fotosíntesis?

—Diablos, chica, qué humor el tuyo —se burla.

—Más te vale que sea importante —lo amenazo, incorporándome en las mantas. Ignoro el hecho de que mi cabello caiga por mi rostro.

— ¿Acaso lo olvidaste, Dylan Parker? —se queja. Refriego mis ojos e intento hacer memoria. Golpeo mi frente con mi mano al percatarme que he olvidado completamente los planes de hoy.

Hace un par de días fuimos a la sede principal del orfanato Giesler, en el cual descubrimos un par de datos que podrían sernos de ayuda. Uno de ellos, la dirección donde Seth fue encontrado. Por lo mismo, habíamos planeado ir a investigar el lugar, quizá hasta preguntarle a los vecinos, de pronto corríamos con la suerte de que lleven más de veinte años en ese lugar.

—Pff, claro que no olvidé lo que teníamos que hacer —miento. Juraría que sonríe.

—Entonces supongo que ya estás lista, ¿no? —ha descubierto mi mentira, pretende que admita que había olvidado todo.

—Dame media hora y nos encontramos en la parada de autobuses con Catherine —sin esperar una respuesta, cuelgo.

Intento tardar el menor tiempo posible en la ducha e higienizándome, lo mismo al cambiar mi ropa. Se supone que iremos a una casa que apenas hemos visto en google maps, sin siquiera tener una orden o saber si se mantiene habitada o no. Además, la distancia entre la universidad y la casa, que se encuentra ubicada en Southampton, es de casi dos horas en auto, y nosotros pretendemos ir en transporte público.

Estando a punto de tomar mi mochila de la cama, una respiración a mis espaldas me hace poner alerta. Mi antebrazo va a tener en su cuello, manteniéndolo acorralado en la pared.

— ¿Ahora no se puede sorprender a nadie? —Tyler se queja, aunque no borra en ningún momento su sonrisa divertida.

— ¿Querías que te rompiera el cuello? —inquiero con sarcasmo— ¿Qué mierda haces entrando en mi dormitorio como un gato a las nueve de la mañana de un sábado?

Se libera de mi agarre, plantándose frente a mí.

—Quería sorprenderte, ¿acaso no puedo? —se hace el ofendido, mi rostro sin pizca de humor lo hace resoplar— Bien, bien. Desperté por el hambre y te vi entrando al baño, esperé que terminaras de alistarte y vine.

—Fingiré que eso no es psicopatía.

— ¿Vas a salir?

—Empiezo a sospechar que me pusiste un chip rastreador en el culo y estás al tanto de todos mis movimientos —mi comentario lo hace reír.

Así, recién levantado, sus ojos tienden a verse un tanto más achinados que de costumbre. Y mantiene todavía la marca de la almohada pintada en su mejilla.

—Nada de eso —niega—, te lo puse en el celular.

No muestro señal de querer reír ante su sarcasmo, sin embargo, no logro evitar una sonrisa.

Por segunda primera vez [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora