Capítulo 33.- Levantando Protecciones

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—¿Él me curó? —preguntó Severus con incredulidad, mientras miraba embobado la herida ya curada sobre su corazón. Albus sonrió cálidamente.

—Eso parece—.

—Pero, posiblemente, él no podía... —la voz de Severus se apagó, mientras consideraba las implicaciones de que Harry le sanara.

—Sí, posiblemente podía, y lo hizo, dado que estás recuperado. ¿Explicaste a Harry los detalles del hechizo, o el elemento indispensable? —indagó el anciano. El mago más joven negó con la cabeza.

—No. Sólo le dije que tú eras el único que podía curarme—.

—Es agradable saber que no soy el único. ¿Te confesó Harry cuáles son sus sentimientos por ti? —.

—Sólo que desea que nos conozcamos mejor para que nuestra relación tenga una oportunidad. Si me hubiera dicho que me amaba, no le hubiera creído—.

—Pero te ama, o el hechizo de sanación nunca hubiera funcionado—.

Severus reflexionó sobre cómo Harry le había mirado al despertar. Había esperado que el chico arrojara mil excusas por haberse quedado dormido. Lo que más le había molestado era que no se había mostrado avergonzado en absoluto. Por supuesto, ahora sabía el porqué. Harry ya le había sanado y sabía que iba a estar seguro cuando se quedó dormido. Severus se sintió como un tonto. De hecho, se había sentido como tonto toda la mañana. Temprano, por confiar en Harry y quedarse dormido. Ahora, por no haber confiado en él. Demonios. No le entusiasmaba la idea de hablar con Harry; no estaba acostumbrado a tener que disculparse y agradecer en la misma conversación. El dolor de cabeza continuó aumentando.

—¿Me ama? —pensó, y entonces se dio cuenta que lo había expresado en voz alta. Sintió una reconfortante mano en el hombro. Albus todavía estaba sonriendo.

—Ve, quítate esta horrenda túnica y aséate. El desayuno empezará pronto —le guió hacia la chimenea, empujándole hacia la red flu—. Oh, Severus, y confirma una cita para que Harry comience su entrenamiento, para que yo pueda hacer los arreglos necesarios—.

Severus asintió y entró en la chimenea. Tenía mucho en qué pensar, pero decidió no hacerlo en ese momento. Realmente, necesitaba sacarse esa maldita túnica ensangrentada. Al entrar a su habitación, inmediatamente sintió el aire frío. Luego de lanzar un hechizo para calentarla, recordó la petición de Albus. Encendió el fuego, y tomando un pequeño puñado de polvos flu del recipiente que estaba sobre la repisa de la chimenea, lo lanzó al fuego.

—Kieran Donnelly —llamó. Un momento más tarde, apareció la cabeza de un hombre de hirsuto cabello marrón y lo que parecía una barba de tres días.

—Luces como una mierda, Snape —comentó el hombre, y Severus dio un gruñido por respuesta—. ¿Me llamas de parte de Albus? —.

—Sí. Quiere saber qué día te viene bien para empezar el entrenamiento—.

—Hablé con nuestro amigo, dijo que tuviste una muy mala noche. Yo diría que tuvo razón—.

Severus gruñó de nuevo, frotando sus sienes.

>> Pensé que hablaríamos anoche, pero parece que estabas muy ocupado—.

—Al punto, Kieran; tengo que tomar una ducha. Deberías intentarlo alguna vez —dijo Severus sarcasmo.

—Quizás —contestó su amigo, oliendo sus axilas—. Pero tú eres al que llaman 'Cretino Grasiento'—.

—¿Qué demonios quieres? —bufó Severus.

—Tú me llamaste, ¿recuerdas? El puto humo de las pociones está volviéndote chiflado—.

Severus sacudió la cabeza. Estaba cansado.

Death Eater Takes A Holiday - Lee Lee PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora