Capítulo 37.- Disculpas

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La negrura se decoloró en un borroso gris. La luz comenzó a brillar sobre su cara. No podía sentir su cuerpo realmente, no estaba completamente consciente.

"¿Estoy en un suelo de piedra?" se preguntó a sí mismo.

Se escucharon ruidos de metales entrechocando. Brevemente, recordó un espectáculo que había visto, donde un hombre golpeaba su taza de metal contra los barrotes de una celda. Eso explicaría el suelo de piedra. Escuchó una voz resonar en la distancia. Era una voz familiar, pero muy alta. Demasiado alta. Harry podía distinguir las palabras vagamente. Algo estaba removiendo los cuerpos y ventilando el lugar. Pudo sentir que era levitado del suelo de piedra. No le importaba particularmente hacia donde le estaban llevando, con tal de que fuera lejos del atronador ruido. Pensó que había logrado escuchar una risa suave, pero no estaba seguro, y cualquier sitio tranquilo sería agradable.

Varias horas y unos cuantos sueños extraños más tarde, comenzó a recuperar la conciencia una vez más, y movió la cabeza alrededor para averiguar dónde estaba. Inmediatamente, se dio cuenta que el movimiento era una mala idea, pues su cabeza se sentía como si estuviera a punto de explotar, y briznas de hierba estaban ahora pegadas a su nariz. Cuando se atrevió a abrir los ojos, le saludo el rostro inconsciente de Ron Weasley. El sol estaba muy brillante, y reflejaba la línea de babas que rezumaba de la boca del pelirrojo sobre el césped. Harry sólo podía desear estar babeando, pues parecía que la humedad de su boca había desaparecido largo tiempo atrás.

—Merlín, no voy a beber nunca más —musitó para sí mismo.

—Hasta la próxima vez, ¿verdad, Harry? —preguntó una voz ronca y profunda.

Harry se alzó para incorporarse. Mala idea.

—Ey, Charlie —saludó perezosamente, sonriendo, bizqueando por el sol—. ¿Estuviste aquí anoche? —no podía decir que recordara haber visto a Charlie, pero con la casa llena de Weasley, ¿quién podría decirlo?

—Puede decirse que sí. Llegué en algún momento entre el final de la noche y el comienzo de la madrugada —contestó, ayudando a Harry a levantarse—. Le prometí a mamá que permanecería sobrio y vigilaría la fiesta cuando ella y papá se fueron a dormir.

—¿Ganaron los nuestros? —preguntó cómicamente al notar la línea de cuerpos dormidos tirados en el césped. Parecía un campo de batalla, con abundantes bajas. Detrás de Ron estaban Seamus Finnegan y varios amigos más. No estaba seguro, pero uno de ellos se parecía a Neville. Charlie se echó a reír, asegurándole que ellos habían salido victoriosos en la lucha contra la sobriedad.

—Mamá quiso empezar a preparar el desayuno y limpiar, así que nos pidió a Ginny y a mí que les sacáramos al sol para que se airearan un poco —explicó Charlie—. Ahora está en la cocina, golpeando los cacharros, y vociferando mientras cocina —Harry hizo una mueca de dolor al recordar dichos golpes. Charlie inclinó la cabeza, haciéndole un gesto para que se acercara—. Ven aquí, tengo un obsequio para ti. Creo que te va a gustar —comentó, guiñándole un ojo.

Harry y el pelirrojo entraron por la puerta del frente, deslizándose hasta las escaleras de subida, sin comprender a Molly. Harry apenas podía esperar a subir las escaleras, lejos del jaleo que estaba haciendo la matrona en la cocina.

—Sé que tengo resaca y todo eso, pero no recuerdo a tu mama siendo tan ruidosa nunca antes —gruñó. Charlie bufó.

—Se pone muy ruidosa cuando alguien en la casa tiene resaca. Es su sutil manera de desanimarnos a beber en exceso —sacudió la cabeza como si todavía no creyera las acciones de su madre, o que todavía siguiera haciéndolo después de tantos años—. Bill y yo dejamos de venir a casa en las noches cuando nos dimos cuenta de lo que estaba haciendo. Percy nunca lo supo, pero por aquel entonces él difícilmente salía tanto de fiesta como nosotros —guió a Harry escaleras arriba. El más joven se sentía agradecido por la mano apoyada sobre la parte baja de su espalda, guiándole, pues no podía ver muy bien y sus piernas estaban algo temblorosas—. Eres afortunado, Harry; como huésped, ella te da un respiro. ¿No notaste que la mayoría de las personas allá afuera en el césped no son de la familia? —.

Death Eater Takes A Holiday - Lee Lee PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora