002|Conmigo jamás se apaga el fuego

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—¡Milana!

Escucho el grito incluso estando en mi habitación. ¿Por qué mi hermano tiene la necesidad de hacer que todo el vecindario se entere de que me está llamando? Ruedo mis ojos y resoplo con fuerza, luego éstos se cierran con el enojo brotando de mi cuerpo.

Digamos que no soy una persona muy pacífica.

Bajo con rapidez las escaleras y una vez en la cocina diviso a Brad agachado sobre la nevera rebuscando en ella, algo increíblemente común en mi hermano. Se podría decir que la nevera cumple el rol de «novia» para el chico de tanto tiempo que están juntos. Patético pero cierto.

Me acerco a él en silencio para que no se dé cuenta de mi presencia y me quedo a su lado.

—¡¿Qué?!

El castaño pega un fuerte respingo en su lugar, ocasionando que su cabeza pegue con fuerza contra el techo de la heladera y logrando que una carcajada se escape de mi garganta. A continuación, me mira con el reproche mismo destellando en sus pupilas y emite un gruñido de dolor.

—¿Cómo que qué? —pregunta con frustración mientras se soba la parte golpeada de su cabeza.

Lo miro con incertidumbre. ¿Qué quiere ahora? Conociéndolo como lo hago, estoy más que segura que debe ser algo relacionado con chicas o alguna que otra tontería que se le ocurre de vez en cuando... o siempre, mejor dicho.

—Sí, qué —repito y lo corro de la nevera para tomar su lugar y sacar zumo de limón y la manteca.

Cierro la puerta con el pie y dejo las cosas en la mesada. Saco del armario un par de rodajas de pan lactal y los pongo en la tostadora eléctrica. Me sirvo el jugo en el vaso y me tomo un trago, todo esto bajo la atenta y molesta mirada de Brad Robin.

—¿Qué tengo que me miras tanto? —interrogo soltando un suspiro de fingida exasperación, y me giro para verlo observarme. Luego mi cabeza hace un click, y cambio mis palabras—. Corrección, ¿qué quieres ahora?

Sonríe con complicidad y yo ruedo mis ojos, acostumbrada. ¿Qué más se puede esperar de un hermano? O de uno como él, mejor dicho.

—Sorpréndeme.

—Conocí a una chica —comienza y creo que ya me estoy empezando a asquear por pensar en alguien gustando de mi hermano—. Es linda, amable y simpática, todo lo que me gusta en ellas, ya sabes...

—Y necesitas mi consejo. —interrumpo y termino por él.

Sé que le he dado al clavo cuando agacha su cabeza y rasca su nuca con nerviosismo.

—¿Qué pasa ahora? —lo miro con interrogación y levanto una mano para comenzar a enumerar—. ¿Le fuiste infiel y no sabes cómo hacer que te perdone? ¿Ella te engañó a ti pero aún la quieres y no sabes qué hacer? ¿Se fue a vivir lejos y no sabes si las relaciones a distancia funcionan? O, ¿ya no hay fuego en su relación? —me mareo entre tantas preguntas y recordando cada cosa que tuvo que pasar. Exceptuando la última, cosa que quizás si le pasó pero no tuvo el valor de contarme.

Su nombre es FredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora