Capítulo 36.
Sí, quiero ser tu novia.
Luego de una sexta cita, me encamino hacia el Crow's nuevamente, a por una séptima.
Entro con los típicos nervios que me invaden cuando sé que estaré a solas con el castaño. Aunque, básicamente, estamos rodeados de personas que meriendan en el mismo establecimiento. Pero de igual forma, es como si estuviéramos solos. Y así me siento indefensa y un poco expuesta frente a él. Porque ya no tengo a Nate o Fanny para que llenen el ambiente contando cotilleos y peleando, o a Luce mostrándome nuevos zapatos de Jimmy Choo; A Magda para... bueno, la pelinegra está siempre metida en sus dibujos, excluyendo al mundo de su rutina de vida; O a Nick, para chillar como adolescente cuando pasa algo nuevo con Robando Suspiros.
Inhalo y exhalo antes de traspasar las puertas de entrada. Una campanita suena sobre mi cabeza cuando termino de cerrar la puerta, y agradezco internamente que nadie voltee para verme. Aunque no soy de intimidarme fácil, tampoco es que me guste mucho llamar la atención.
Busco al castaño con la mirada, y lo diviso tecleando en su teléfono en la misma mesa donde tuvimos nuestra primera cita. Aprovecho la ocasión de que no está observándome, y me apresuro para desplomar mi trasero en el asiento de al frente.
—Hola...
—¡Lana! —saluda él, dejando el aparato a un lado de la mesa y ahora anclando sus ojos color miel en los míos—. ¿Qué forma es esa de saludarme?
Arrugo mi frente, sin entender su pregunta.
—¿A qué te refieres?
Me saco el bolso que cruza por mi pecho y lo dejo a un lado del asiento.
Fred se levanta de un salto, y con unos pasos ya está a mi lado. Me empuja suavemente para entrar en la misma butaca que la mía, y yo no dejo de inspeccionarlo con rareza. ¿Qué está mal con él ahora?
—¿Estás bien, Fred? ¿Estás sufriendo paranoia o algún tipo de enfermedad que te hace actuar como tonto? Oh, no, espera, ¿acaso de estar tanto tiempo con mi hermano has sido infectado de su brutalidad nata? —cuestiono, deslizando mi trasero sobre la superficie aún más cuando veo que él no entra.
—Estoy perfectamente. Solo quiero demostrarte cómo es un buen saludo. Uno solo para mí por ti y de mí solo para ti.
Y sin esperar respuesta, me planta un beso en los labios. Por mi parte, y como siempre, quedo estupefacta ante tal acción. Me apabulla saber que estamos rodeados de otras personas y que quizás, podríamos haber llamado la atención de alguien. Además, todavía no me acostumbro a que venga a besarme de la nada, cómo quiera y cuándo quiera.
No obstante, cierro mis ojos y le devuelvo el beso con cierto toque de la típica ansiedad que recorre de mi cuerpo cuando lo beso.
Al cabo de unos segundos, lo empujo suavemente por el pecho, con mis mejillas enrojecidas a más no poder.
—Estás...
—¿Loco? Sí... se podría decir que por ti. —concluye él, acelerando mi pulso por tan solo ese comentario.
Sin decir nada más, el castaño vuelve a su asiento, y yo me quedo allí un poco desorientada.
—Sé que te pongo nerviosa, pero deberías cerrar la boca ¿no? —se burla, con una de sus típicas sonrisitas suficientes emergiendo de sus bonitos labios—. Mira, ya pedí por ti...
Me recompongo, aunque ignoro su comentario.
Un chico de cabello largo se acerca a nuestra mesa y deja varias cosas sobre esta. Con un asentimiento de cabeza se vuelve a marchar por donde llegó, dejándonos nuevamente a solas.
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Su nombre es Fred
Roman pour AdolescentsSerie: Chicago #1 -Comedia Romántica- Ella es muy despistada. Él es muy organizado. Ella es espontánea. Él es extrovertido. Ella ama jugar, reír y divertirse. Él ama estudiar y sacar las mejores notas. Ella odia las personas que se creen superiores...