043|Siempre tendrás vida en mi corazón

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Capítulo 43.

Siempre tendrás vida en mi corazón.

Me despierto luego de la siesta gracias a que el teléfono de la casa está sonando, y sé que Brad no se levantará de su cama para atenderlo, así que no me queda otra opción que levantarme e ir corriendo hacia el aparato que no deja de sonar.

¿Quién rayos osa despertarme de mi siesta?

Lo tomo y aprieto el botón verde para luego llevármelo a la oreja, comienzo a caminar hacia la heladera para buscar algo que pueda saciar mi aburrimiento estomacal.

—¿Hola? —pregunto.

¡Helado!

Tomo el pote sin pensármelo y cierro el frízer con un empujón de hombro.

—¿Milana Robin?

—Ella habla, ¿quién es?

Se hace unos segundos de silencio del otro lado de la línea y mi frente se arruga. La voz que acaba de hablar es varonil, así que imagino que estoy hablando con un hombre mayor.

—Le hablamos del hospital central de Chicago.

Siento mi rostro ponerse pálido al instante en que las palabras terminan de ser dichas.

¿Hospital?

—¿Qué? —balbuceo sin entender.

Brad está en casa, al menos tengo la certeza de que él está bien.

Fred.

Mi corazón comienza a latir muy rápido al pensar en la posibilidad de que algo le haya pasado a mi novio, comienzo a desesperarme y entonces mis manos empiezan a temblar ligeramente. Trago saliva esperando una respuesta del otro lado, la persona parece muy dispuesta a sacarme de quicio.

—¿Por qué me llaman desde aquí? —pregunto de forma firme.

—Hay alguien que quiere verla. Es urgente. ¿Puede venir?

El pote de helado cae sin previo aviso de mis manos y no me paro a recogerlo, tomo un abrigo del perchero, las llaves de la casa y cuando estoy parada frente a la puerta siento mis ojos cristalizarse.

—Voy para allá.

***

Llego al establecimiento alrededor de media hora después, odio la forma en que los autobuses van rápido cuando no tienes que llegar de manera urgente a algún lugar, pero van demasiado lento cuando quieres llegar lo antes posible.

Mis manos nos dejan de temblar cuando traspaso las puertas de entrada. Me aproximo hacia la recepción, pero antes de que llegue un hombre canoso con bata blanca me visualiza y me frena.

—¿Eres Milana?

Asiento sin saber qué decir, mi garganta se siente cerrada y no puedo emitir palabra alguna.

—Acompáñame.

Todavía un poco dudosa, lo sigo cuando comienza a caminar. Subimos dos pisos, pasamos varios pasillos y finalmente nos detenemos frente a una puerta que dice en letras claras:

Terapia Intensiva

Trago saliva y comienzo a ponerme cada vez más nerviosa. El hombre canoso abre la puerta para mí y hace un ademán para que entre, sin embargo mis pies parecen no querer responder. El miedo se apodera de mi cuerpo porque no quiero saber quién se encuentra del otro lado, por qué quiere verme y tampoco quiero saber por qué está en esta sala.

No obstante, no puedo quedarme en la puerta durante todo el día, así que juntando fuerzas logro pasar la entrada y mis ojos se expanden al notar a una persona sobre una camilla.

Su nombre es FredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora