040|Te tendré siempre presente en mi corazón, Scott

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Capítulo 40.

Te tendré siempre presente en mi corazón, Scott.

Me quedo sin respiración. Mi corazón también se traba en el intento de seguir palpitando bajo mi caja torácica, y parezco estar sufriendo de algún extraño estado de shock.

Su voz.

Es su voz. Yo jamás la olvidaría y sé que es él sin siquiera tener que voltear para mirarlo a la cara. Pero sé que tengo que hacerlo. Cueste lo que cueste. Incluso si ese «cueste», es abrir la herida que estaba cicatrizando con tranquilidad en mi corazón.

Me alejo de Fred y cierro mis ojos con fuerza inconscientemente. ¿Por qué tenía que ser justo ahora? ¿Por qué tenía que volver cuando ya no me importaba su ausencia? ¿Por qué?

Abro mis ojos, ahora con ellos a punto de derramar lágrimas. Pero lágrimas de impotencia, porque parece que justo ahora todo tiene que empeorar de sobremanera.

Lo primero que veo son los confusos ojos de Fred, y soy testigo de cómo el desconcierto y el miedo se cruzan en sus globos oculares para darle paso a una mirada llena de odio hacia la persona detrás de mí. Porque lo entiende. Porque acabada de darse cuenta de quién es el chico.

Tengo miedo. Mucho. Porque no sé cómo va a reaccionar mi cabeza al verlo, cómo lo hará mi corazón y directamente todo mi cuerpo. Porque recuerdo todos los efectos que Scott tenía sobre mí con un simple sonrisa, y tengo miedo de que esos efectos sigan allí cuando vuelva a mirarlo.

Pero a las cosas hay que enfrentarlas. Porque nací guerrera y no quiero ser cobarde.

Con el corazón en la boca volteo con una cierta lentitud que hace que todo parezca como si estuviera en cámara lenta. Pero no lo está, la vida sigue su curso normal pero yo no parezco sentir lo mismo.

—Lana, ¿eres tú? ¿En serio?

Y lo veo. Y mi corazón se parte en miles de pedacitos al verlo igual que siempre. Él no cambió nada, podría decirse que lo único que cambió después de estos últimos años es el corte de su cabello. Recorro su cuerpo sin percatarme de que mi novio actual está detrás de mí, seguramente preguntándose cómo debe actuar en este momento y qué debe hacer.

Sus ojos castaños siguen igual de luminosos que siempre bajo aquella capa de gruesas pestañas rubias. Sus cejas son algo más pobladas y oscuras, pero su cabello sigue siendo de un rubio reluciente que parece brillar con el sol. Está sonriendo, y simplemente con esa acción mi corazón duele y se agita con desesperación, como si quisiera salir él mismo para abrazar al chico frente a mí.

Debo detener esos pensamientos, debo detener esas ganas que me invadieron de saltar a sus brazos como lo hacía tiempo atrás y de acariciar sus mejillas rosadas con las yemas de mis dedos. Sigue llevando esa barba en candado que hacía picar mi piel cuando lo besaba. Cuando nos besábamos.

—No puedo creerlo... —murmura en voz baja, sin darse cuenta de que todavía no emití ni siquiera un monosílabo—. Estás... ¡igual!

Su típica alegría me destruye como si fuera algo frágil que se rompe con un solo empujoncito. Porque él me volvió esto. Él creó esta fragilidad en mí que logra hacerme sentir pequeñita ante un chico. Ante el amor.

Recién en este momento me doy cuenta de que la mano de Badhouten está sobre la mía, sosteniéndola como para reconfortarme de alguna manera.

—Scott... —musito con un enorme nudo en mi garganta que parece a punto de quebrarse.

¿Todo en mí puede ser más frágil que esto?

El rubio se acerca un poco más, porque a esta altura ya estamos parados con Fred; y el castaño, que hasta un segundo se encontraba detrás de mí, da un paso al frente para quedar a mi lado y a mejor vista para el otro chico. Parece querer imponer su presencia y pelear por su lugar.

Su nombre es FredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora