024|Tranquilo amigo, superaremos tu adicción a las drogas

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Capítulo 24.

Tranquilo amigo, superaremos tu adicción a las drogas.

Bostezo y trato de mantener mis ojos abiertos por al menos un corto período de tiempo, sin embargo es imposible. El sueño está consumiendo las pocas energías que mi cuerpo posee en este instante, y es que es culpa de Brad, quien para celebrar que ahora tiene un nuevo trabajo, decidió comprar ayer en la noche pizza y que veamos una maratón de la serie Stranger Things.

Bueno, al menos no me arrepiento porque la pizza era con extra de queso y el maratón estuvo realmente interesante. Ahora solo nos queda ver la otra mitad de la temporada dos.

Restriego un solo ojo y recuesto mi cabeza sobre mis brazos cruzados sobre la mesa.

Muero de sueño.

Los minutos no parecen pasar más. Necesito mi cama, mi almohada. Mi habitación y dormir unas largas e interminables horas. O quizás necesito un energizante para no parecer un zombi el resto de las horas hasta que llegue a casa.

Escucho un carraspeo muy cerca de mí y de inmediato levanto mi cabeza para encontrarme con los bigotes del profesor Higgins, más una masa calvosa y de superficie lisa y brillante que vendría a ser su cabeza.

Me desperezo con rapidez y lo observo con ojos adormilados.

—¿Le aburre mi clase señorita Robin? —interroga a un lado de mi banco, con una postura recta y sus manos unidas detrás de su espalda.

Niego con mi cabeza de un lado a otro.

—Por supuesto que no profesor, lo siento.

Suelto un suspiro y cuando pienso que ya ha terminado de querer dejarme en ridículo frente a la clase, sonríe con suficiencia y se remueve en si sitio, divertido de la situación.

—Oh está bien, entonces, ¿podrías contarles a los demás de qué hablábamos? —enarca una ceja en mi dirección y reprimo las ganas que me dan de rodar los ojos. Varias veces. Como si se me hubieran trabado allí. Iugh, mejor no tanto.

—¿Es que los demás tampoco prestaron atención? —interrogo para mi propia sorpresa y el viejo calvo abre sus ojos anonadado de mi respuesta. Ja, en tu cara bigotuda.

El barrigón niega con su cabeza y casi puedo imaginar lo siguiente rondando por su cabeza «qué juventud la de esta época»

Voltea hacia la pizarra blanca y olvidando su enfado hacia mí, retoma su explicación de los diarios de épocas antiguas. Habla sobre cómo la gente fue tomando la mano de los primeros diarios que existieron en el Reino Unido y cómo se encargaron de expandirlos al resto del mundo.

Tamborileo mis dedos sobre la madera lisa esperando que el timbre que me da la libertad suene y tratando de no volver a dormirme. No quiero volver a presenciar esos bigotes canosos en primer plano nuevamente.

Su nombre es FredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora