018|Señor climático personal

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Capítulo 18.

Señor climático personal.


Apago el reproductor de música del auto chatarra de Brad, ganándome una mirada de curiosidad de su parte. Sin embargo, ignorándola, saco un chicle del bolsillo de mi mochila y me lo llevo a la boca para comenzar a masticarlo con ferocidad.

—¿Qué pasa contigo hoy? —interroga el castaño a la vez que pisa el freno frente a un semáforo en rojo. Baja sus manos para dejarlas sobre su regazo y se voltea para mirarme—. Estás un poco... enfadada.

Dejo escapar un suspiro de mis labios y cierro la ventanilla de la puerta con una velocidad inhumana.

—Enfadada es la palabra correcta —afirmo y me cruzo de brazos, sin siquiera mirar a mi hermano.

—¿Y por qué? —pisa el acelerador con suavidad y las llantas del vehículo vuelven a deslizarse sobre el pavimento—. Hoy pensé que te levantarías de buenas después de entregar tu trabajo a tiempo y ya sin nada importante que hacer.

Lo observo de reojo. Su cabello castaño oscuro cae por su frente y sus ojos están perdidos y concentrados en la carretera.

—Sinceramente no lo sé —confieso frustrada totalmente por aquello, la confusión ganándome por completo—. Como que hoy me levanté indecisa. Comenzando por este horrible atuendo que tomé sin siquiera mirar porque no podía decidirme entre una falda o jean.

Brad observa mis piernas descubiertas y hace una mueca.

—Y elegiste una falda —apunta con obviedad y yo lo miro indignada—. ¿Sabes que hoy hace 15 grados?

—¡Lo sé! —exclamo con enfado y reprimo las ganas que tengo de darle una patada a la puerta. No queremos que Brad se enoje, Lana—. Me di cuenta en el mismo instante en que salí por la puerta de casa, ¡pero ya era demasiado tarde para cambiarme!

Gruño a la vez que giro para observar por la ventanilla y me ordeno calmarme. Ya estamos cerca de la CSU, el gentío de estudiantes se dirige hacia el mismo lugar como si fueran todos del mismo pabellón dirigiéndose a la cárcel.

—Bueno hermanita, siempre tienes a tu hermoso hermano para prestarte su campera —se encoje de hombros y me sonríe. Voltea sobre su asiento hacia los asientos de atrás y rebusca entre el lío que hay allí.

Espero paciente tratando de agradecer que Brad siempre está de buenas conmigo. ¿Qué sería de mí sin él? Si no fuera por mi hermano ahora mismo, me congelaría en la universidad y todos me verían como una ridícula por ponerme una falda en pleno día fr...

—Oh, lo siento, no está aquí —se vuelve a acomodar en su asiento y me mira con pena.

¡Muchas gracias Brad Robin! Sin decir más nada bajo del auto dando un portazo casi sin intenciones, a la puerta. No me giro para ver si el castaño me dirige una de sus típicas miradas de advertencia, pero escucho cómo el auto rugue nuevamente para salir empinado hacia la dirección contraria a la CSU.

Camino por los pasillos de la universidad bajo la atenta mirada del alumnado llenos de ropa de abrigo, bufandas alrededor de sus cuellos y algunos que otros guantes de lana diviso en algunos. ¡La de resfriado que pescaré después de esto! ¡Maldito presentador del tiempo, mentiroso, mentiroso!

—¿Estamos a más de 30 grados y no me he enterado? —bromea Nate una vez que llego a la mesa y le lanzo una mirada llena de dagas filosas que el chico entiende al instante. Alza sus manos en señal de rendición—. Solo bromeaba.

Me siento a lado de Luce, quien lleva una campera negra con peluche por dentro, una bufanda multicolor que hace juego con sus guantes y un gorro de lana color negro. Bueno, definitivamente ella y yo hoy somos como el blanco y el negro.

Su nombre es FredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora