022|¿No somos amigos?

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Capítulo 22.

¿No somos amigos?

—¡Estas hamburguesas dan asco! —se queja el castaño por segunda vez y me obligo a mí misma a no rodar mi ojos por quinta vez en unos minutos.

Mira el alimento con desprecio y la mueve frente a sus ojos como para ver cada detalle que esta tiene.

Tan quejón como siempre, ya me parecía algo extraño todas sus actitudes, desde su semi-abrazo, las cosquillas y hasta sus chistes en el viaje.

—Gruñón —me burlo—. Toma la mía si quieres.

Él me observa con sus ojos brillando del agradecimiento y, sin mediar palabra, intercambia la comida como si se tratara de algún producto cualquiera.

Reprimo la sonrisa que se quiere escapar de mis labios y acepto el cambio sin quejas.

—¿Por qué pedir una hamburguesa con mayonesa si no te gusta la mayonesa? —interrogo con un tanto de ironía al tiempo en que observo ahora mi nuevo alimento.

—Bueno, quizás porque confié en la palabra de una niña que me dijo que no tendría tanto aderezo, que no me preocupara por eso —me lanza una mirada de indignación y prueba del trueque que ahora tiene en sus manos. Un sonido proveniente de su garganta me deja en claro que ahora sí está más que contento con su hamburguesa con extra de queso. Sonrío con complicidad.

—Has hecho una rima —apunto con gracia y me limpio las comisuras de mis labios con una servilleta que obtengo del servilletero que hay en el centro de la mesa.

—Es que soy todo un poeta.

Ruedo mis ojos.

—Y humilde también, cómo no esperármelo de Fred Badhouten —comento con la ironía fluyendo en las palabras que dejo escapar. El castaño me mira con incomprensión y su cejo se arruga, pareciendo ofendido ante lo que dije—. ¿Qué?

Sus ojos me inspeccionan con curiosidad y puedo vislumbrar un destello apenas visible en sus pupilas. Entrecierro mis ojos en su dirección cuando nada sale de sus labios.

—Vamos, dispara. —alzo una ceja y tomo un sorbo de mi limonada para pasar la comida.

—¿Qué?

—No te hagas el desentendido, sé que quieres preguntarme algo —sonrío sin ganas esperando que aquella pregunta no sea incómoda. Mucho menos personal, ya que no conozco a Fred lo suficiente como para confiar tanto. Oh quizás sí, no lo sé. Hay algo en su aura que me inspira confianza, pero de todos modos no me sentiría cómoda con él sabiendo tanto de mí. Más bien me sentiría... expuesta.

—Bueno, la verdad es que hay tantas cosas que te preguntaría. —admite y deja su alimento a un lado, para centrarse al completo en mí. Comienzo a sentirme incómoda cuando su mirada no se aparta de mi rostro. ¿Qué tengo que me mira tanto? Si hay algo que odio es que me miren de esa forma. Aún peor cuando no sé si me está juzgando mentalmente o burlándose—. ¿Por qué tu hermano dijo que debe mantenerte? —cuestiona con voz suave, y parece como si temiera de que me enfade. Y es que lo haría si no supiera que su intención es solo por curiosidad.

¿Por qué quiere saber aquello? No es algo que le incumba en lo absoluto, y para ser mi amigo mucho menos. ¿Qué más da eso? Que mi hermano me mantenga o no, es irrelevante en cualquier tipo de situación entre nosotros.

Suelto un suspiro y me cruzo de brazos no sin antes limpiar mis manos para quitar la grasitud de estas.

—No tienes que contestarme si no quieres —se apresura a decir al ver mis cambios faciales. Tengo mis labios apretados y mis cejas un poco juntas—. Era solo curiosidad. —agrega y ahora su mirada se desvía nuevamente hacia la ventana a nuestro lado.

Su nombre es FredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora