Serie: Chicago #1
-Comedia Romántica-
Ella es muy despistada.
Él es muy organizado.
Ella es espontánea.
Él es extrovertido.
Ella ama jugar, reír y divertirse.
Él ama estudiar y sacar las mejores notas.
Ella odia las personas que se creen superiores...
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—¿Y dónde se supone que está esta calle? —inquiere un despistado Brad, mostrándome desde su teléfono un mini mapa donde está remarcada la dirección.
Arrebato el aparato de sus manos para observar mejor. No es que sea la mejor guía turística del mundo, pero me sé manejar mucho mejor que él en lo que se refiere a la geografía de Chicago.
En lo que se refiere en la vida, mejor dicho...
—Es por aquí —indico y comienzo a caminar con Brad detrás de mí.
Estaríamos a mitad de camino para llegar si no fuera porque mi hermano confundió varias calles y nos metimos por las que no debimos. Lo estoy acompañando a una nueva entrevista de trabajo en un salón de odontología. El castaño tiene el título de odontólogo desde hace un año y ahora quiere trabajar de su profesión.
Caminamos un rato más hasta que a lo lejos divisamos un gran salón que arriba tiene un cartel de una muela y no hace falta ver el nombre para que sepamos que es allí.
Agradezco internamente que el día esté ideal para estar fuera, de lo contrario no habría acompañado a mi hermano bajo un esplendoroso sol y con el día pasando los treinta grados. Sí, bueno, sé que eso no llega a ser compañerismo, pero qué mas da.
—¿Es aquí? —interroga dando vueltas a su alrededor para comprobar que no hay otro lugar.
—No, es al lado, genio. —me burlo dado que hay una veterinaria. Después de todo los dos son médicos.
Brad rueda sus ojos y nos acercamos a la entrada.
En el primer instante en el que pasamos el umbral de la puerta, el olor a dentista no tarda en adentrarse en mis fosas nasales, logrando que una arcada quiera escapar de mis labios.
Odio el dentista. Le tengo terror.
—Cre-creo que mejor te espero fuera —le digo a la vez que voy retrocediendo, sin embargo él me lo impide rodeando mi brazo con una mano.
—No seas nenita. Acompáñame. —tira de mí a su lado y yo refunfuño por lo bajo, mientras quiero gritarle que sí soy nenita.
El primer lugar tiene unos cuántos sillones de espera, un bidón de agua y la secretaría, donde una joven chica está del otro lado del mostrador y que nos observa con interés cuando el sonido de una campanita llama su atención.
—Buenos días —saluda mi hermano una vez que estamos frente a ella.
—¿En qué puedo ayudarlos? —interroga con una sonrisa digna del local en el que trabaja.
Observo de reojo a mi hermano y me alejo con la intención de no presenciar el coqueteo que aplicará con ella a continuación. Porque sé que aunque mi hermano parezca realmente dolido por no poder llamar la atención de Chica Misteriosa, el no dejará de tratar de persuadir a las demás chicas que quedan en el mundo.