032|Políticamente Aburrido

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Capítulo 32.

Políticamente aburrido.

Día 1 de la medicación del olvido y la aceptación:

Hoy acepté que Brad cocina bien, pero también sé que sus pies huelen a Cheetos y que sus medias son como un sedante o un cloroformo para quien lo huela.

También olvidé hacer una tarea para el profesor Mayer, y olvidé lavar los platos.

Está bien, no, sé que se refirieron mis amigas con olvidar y aceptar...

Y tampoco pienso hacer un diario explicando cómo van pasando todos los días. Nah, eso no es para mí.

Suelto un suspiro, amarro la mochila sobre mi hombro y finalmente me adentro a la CSU, donde me espera un nuevo e interesante día... o eso espero.

Aunque ver a Fred es interesante. Esperen, no me malentiendan, será interesante solo por el hecho de aceptar, no más que eso. Él es fastidioso, molesto, exasperante. Pero no interesante. Oh bueno, un poquito. Pero recalco, no cuando se pone insoportable.

Así que lo primero que hago, es ir al consejo estudiantil. No para verlo expresamente a él, sino porque hace tiempo que no voy y porque seguramente ahora me esperará un Fred enojado por mi irresponsabilidad. Pero que más decir, me da igual.

Arhg. Toco la puerta dos veces y me preparo para recibir la cara de odiosa de la chica pelirosa. Vaya, eso rimó.

Y antes de que la chica aparezca, en vez de eso, ahora tengo frente a mí a un sonriente y feliz Fred. ¡Momento, no estaba preparada para eso! Yo esperaba verlo luego, cuando me sentara en su escritorio, frente a él.

¿Cómo debo actuar ahora? Se me olvidó como era eso de respirar...

—Hola, Milana. —sonríe para mí, y no espera a que conteste, hace una ademán con su mano para que entre en la habitación, así que lo hago, no sin antes musitar un pequeño «hola» que apenas es audible para ambos.

Estoy un poco abochornada, qué más puedo decir. Me apabulla sentir lo que siento cuando me encuentro junto a él, todo lo que en sí, Fred me hace sentir...

Cuando llegamos a su escritorio, me siento de inmediato, sintiéndome cohibida de repente. ¿Qué pasa conmigo? Mis manos sudan, pero también tiemblan. Y siento algo extraño en mi estómago. ¿Acaso debo ir al baño? Ya saben, al 2... Si, debe ser eso lo que siento. Por las dudas me pellizco en la panza, ¡para que deje de molestar!

—¿Cómo va todo? —interroga, sentándose frente a mí y sin quitar la sonrisa de su rostro. ¿Debo recordarle que al principio todo entre nosotros eran peleas, molestias y odio mutuo? Ruedo mis ojos.

—Todo iba bien. —hago énfasis en el iba, para que comprenda que me refiero a antes de tener que verlo, a la vez que me entretengo hurgando en sus cosas—. ¿Tienes trabajo para mí?

El castaño entrecierra sus ojos en mi dirección, pero también mira de reojo cómo estoy desacomodando su portalápices, o como se llame la cosa esa. Sí, eso es, enójate Fred, quiero acabar con tu paciencia nuevamente.

—Directo al grano, como siempre... —comenta—. Bueno, sí hay trabajo para ti.

Ruedo mis ojos nuevamente, queriendo gritarle que me los dé de una buena vez en vez de dar tanta vuelta. Pero recuerdo como un eco la palabra aceptar dar vueltas en mi cabeza. Muchas vueltas, a tal punto de marearme. Nuevamente me encuentro preguntándome qué es lo que debo aceptar. ¿Qué él me gusta? Gustar, no. ¿Atracción?

—Bueno, empecemos de nuevo —propongo, sin quitar son la sonrisita burlona de mis labios—. ¡Hola, Fred, tanto tiempo! ¿Cómo has estado? ¿Cómo ha ido tu vida durante estas largas horas en las que no nos vimos? He de suponer que te ha pasado algo interesante, ¡pero como no! Si tu vida siempre es interesante, por cierto, ¿tienes trabajo para mí?

Su nombre es FredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora