006|Seré su Batman en esta misión

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Me tomo un cargado café para renovar las energías que ayer desgasté al completo.

Me pasé un poco de la hora de dormir, porque con Brad decidimos ver una película de miedo, o más bien, una llena de zombis, tal y como le gustan a mi hermano mayor.

Así que, en consecuencia, ahora escaseo de energías suficientes para tener mi cerebro activo. Puedo hacer tres simples cosas: mantener mis ojos abiertos —o más bien medio abiertos—, abrir mi boca para dejar que el café caliente pase y arrastrarme por los pasillos de la University State of Chicago, ya que no que puedo llamarle caminar a barrer el piso con mis pies. Hasta diría que arrastro la mochila sobre el piso mientras camino encorvada y con los hombros decaídos, cual dibujo animado, pero eso ya sería muy fantasioso.

Bebo otro largo sorbo de mi café puro e ignoro que quema mi lengua y mi garganta al pasar. Tampoco tengo energías para quejarme, qué más puedo decir.

De pronto una cabellera castaña entra a la cafetería con total tranquilidad, con una energía envidiable rondando por su aura y una ancha sonrisa plasmada en el rostro.

—¡Tú! —exclamo con furia a la vez que me levanto de un salto para aproximarme al sujeto que ahora me observa con horror y mira hacia la izquierda y derecha para afirmar que le hablo a él.

Dejando atrás todo rastro de cansancio como si me hubiese tomado un mega energizante, clavo mi dedo índice en su pecho cuando ya estoy frente a él, con mucha fuerza, como si estuviera tratando de traspasarlo.

—¿Yo? —pregunta anonadado y realmente sorprendido, a la vez que se señala a sí mismo.

—Sí, tú —repito y me cruzo de brazos frente a él—. ¿Qué te hace pensar que puedes denigrarme de esa forma? ¿Te crees divertido con tus bromitas?

Fred me mira con sus ojos bien abiertos y finge no saber de qué estoy hablando. Pero yo sé que sí lo sabe. Lo veo en su mirada, en sus ojos color miel que brillan y destellan diversión por doquier.

—Jamás te denigré, ni tampoco lo haría —afirma con suma tranquilidad, una que me pone los pelos de punta a mí—. ¿Qué te hace pensar eso? Ni siquiera hemos cruzado más de dos frases.

—Lo que has puesto en mi descripción —contesto entre dientes, tratando de no perder la paciencia, o por lo menos no más de la que ya perdí—, pusiste que ni siquiera sabía de qué iba el programa y que tampoco tenía el mínimo interés por saberlo.

—¿Acaso mentí? —interroga—. Además, no fue así como lo escribí. Puse expresamente lo siguiente: «La señorita Milana Robin ha llegado a nuestras oficinas sin siquiera saber de qué trata nuestro programa. Y por si fuera poco, aún si le pregunto por qué quiere ser parte, ella no sabe qué responder con exactitud, dándome a entender que no tiene ni el más mínimo interés por saberlo tampoco». —suelta un suspiro una vez que termina y hace el gesto de limpiarse las manos mientras sonríe de manera suficiente—. Repito, ¿acaso mentí?

Su nombre es FredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora