Capitulo 4: "EL RIESGO DE LA REVELACIÓN"

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El sueño de Ogien era profundo, tranquilo, habían pasado demasiadas cosas en tan pocos días y su cuerpo le pasaba factura de cada una de ellas, estaba más que agotado y con su magia por los suelos debido a ese estado hormonal que lo había dominado desde días antes a que Alphard lo encontrara, lo cual había sido una suerte, quizás si otra criatura lo hubiese encontrado... quien sabe que hubiese sucedido con él.

El cielo nocturno estaba despejado y las estrellas brillaban en su máximo esplendor cuando abrió los ojos. Se sintió cálido, tranquilo, sin ese calor sofocante y sólo un vestigio de dolor sobre su cuerpo. La luz mortecina de la habitación apenas iluminaba el cuerpo que yacía rodeando al propio con sus brazos ¿Qué era eso? ¿Había sido causado por sus feromonas? dudaba que ese hombre pudiese sentir algo por un chiquillo como él, además, ambos eran machos... sí, seguramente sólo habían sido sus feromonas y mucho temía que cuando despertara le repudiaría por haber usado su cuerpo para tales actos.

Sus ojos brillaban mientras observaba esas finas facciones frente a él, Alphard aún dormía y Ogien no quería moverse para no despertarlo, lucía cansado, incluso tenía el ceño algo fruncido ¿Estaría soñando algo? Si lo analizaba con detenimiento ese hombre era muy apuesto, sus cabellos, la forma de sus cejas, su nariz, sus labios... oh esos labios, Ogien jamás los olvidaría, habían robado sus primeros besos y, seguramente, los más apasionados que jamás daría.

Lentamente subió su mano hasta ese rostro y le colocó un dedo en el entrecejo logrando que relajara su expresión y Ogien sonrió, estaba más que agradecido con él y algo le decía que debía pagárselo de alguna manera, pero al recordar lo que le había dicho, si llevaba a una criatura en su vientre, fuese lo que fuese, no sería capaz de dejarlo y marcharse así como así.

Poco a poco sentía que recuperaba sus fuerzas, su magia crecía y lo revitalizaba, decidió dormir un rato más, quizás de esa manera se recuperaría al cien por ciento. Se acurrucó de nuevo entre esos fuertes brazos, y le rodeó también con los suyos, se sentía cálido y protegido con él, y para cuando despertó un par de horas después el cielo era de un azul rey oscuro y pudo sentir la piel de Alphard algo fría por lo que trató de cubrirlo con la manta y se removió entre sus brazos tratando de soltarse para alcanzarla, pero al sentir un movimiento brusco en la cama a su lado Alphard por instinto despertó y lo detuvo, con la cabeza baja y los ojos aún cerrados, apretó bien su muñeca antes de abrirlos, luego levantó la cara despacio y lo miró acusatoriamente.

—Hmp... —Ogien se quejó cuando sintió su muñeca atrapada entre los fuertes dedos ajenos y se sorprendió ante el repentino agarre ¿Qué no había recuperado su fuerza? ¿Por qué le hacía daño si ya no se sentía débil?—. Lo... siento, no quise despertarte, es que... estás frío, pensaba en cubrirte con la manta —le miró algo confundido—. Perdona si te asusté... puedes volver a dormir, lucías cansado, ya casi amanece, parece que dormimos la tarde y la noche enteras —le sonrió un poco avergonzado pues sabía que era su culpa—. Yo... haré las labores hoy, puedes descansar si quieres, puedo cazar y limpiar la carne, recogeré los frutos del huerto... yo... ya me siento bien... al menos déjame trabajar para pagar tu hospitalidad.

Luego de escuchar sus palabras el mayor lo soltó sin más.

—No te preocupes... no soy de dormir hasta tarde, me quedaré un rato más si te quedas en la cama, pero si te levantas yo también lo haré, no puedo arriesgarme a que escapes, te tendré vigilado —se incorporó descubriendo su torso para terminar de recostarse en la cabecera de la cama, seguía mirando al dragón, analizándolo, no podía darse el lujo de confiar en él después de haberlo descubierto casi escapando, además de que en cualquier momento caería el invierno, la nieve podría ser fatal para él, y su hijo en caso de que lo hubiera concebido, tenía que revisar los libros de magia que su padre le dejó para buscar cómo comprobar si efectivamente cargaba con su hijo.

Belenus de LernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora