Capítulo 20: "SORPRENDENTE DESEO"

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El menor se vino sumamente rápido y se dejó caer de espalda en la cama, por lo que Alphard solo se quedó con la cabeza ladeada, mirándolo, su cuerpo brillando por el sudor, hasta que, segundos después, el otro se volteó y se abrió para él de esa forma tan exquisita que causó reacción en su erección de inmediato. 

Se fue sobre él lentamente, paseando la lengua por su espalda hasta llegar a su oído, con la mano abierta sobre su trasero mientras con la otra se sostenía, lamió su oreja y sonrió para él, sabía que, como estaba por el celo, hacerlo esperar era una tortura, pero sin duda era divertido. 

—Me parece muy bien que entiendas que no he terminado —dijo Alphard, derramando su cálido aliento en la oreja del albino y frotando su erección contra él—. ¿Sientes esto? ¿Está duro, ¿no? Seguirá así por un tiempo aún, y me ayuda escuchar que me amas, porque te amo mucho también y más cuando te pones así para mí —volvió a deslizar la lengua por su espalda, al tiempo que le daba una fuerte nalgada, arrancando un grito de sorpresa.

Ogien se irguió sobre sus brazos tras recibir ese golpe masoquista, quería mirar a su amado, pero apenas lograba distinguirlo; algo debía estar mal en él, sentirse así de bien no podía ser bueno, pensó que quizás era un sueño, que, al despertar, el dolor de aquel mineral volvería a invadirlo, y no... No quería despertar, prefería ese suave tacto volviéndolo loco y erizándolo poro a poro.

Alphard agarró los glúteos ajenos y, separándolos él mismo, deslizó la lengua de abajo y hacia arriba, lento, moviéndola por toda esa deliciosa hendidura con ese característico olor del celo que lo ponía a mil, su miembro ya había soltado un hilo de humedad que caía hasta el colchón, pero él, cada vez más ansioso, apretó su boca a esa entrada, metiendo la lengua todo lo que podía, deteniéndose solo para escupir y meter sus dedos en ocasiones, se sentía tan desesperado que pensó en hacerle cosas que nunca antes había pensado, quería enloquecerlo y hacerlo venirse una y mil veces.

Ogien apretó los ojos, esa cálida lengua recorriéndolo a placer le hacía jadear y contraerse de formas únicas. Ya se sentía a tope de nuevo. Esos dedos tocaban ese lugar que le hacía gritar de placer.

—Ogien... —el rubio jadeó contra su oído—, quiero hacerte todo.

Los gritos y gemidos del albino no hacían más que animarlo, además, él mismo se frotaba contra su falo, Alphard le provocaba más allá de la cordura, deseaba ser penetrado nuevamente y, como si pudiese escuchar sus pensamientos, el mayor se acomodó y lo penetró de lleno en una sola estocada por lo mojado que estaba; Ogien tuvo que esconder su rostro en las almohadas para no gritar demasiado alto.

El rubio casi sintió como lo jalaba desde que se colocó, su interior se sentía más cálido y presionaba más que de costumbre, le dio un par de nalgadas más, que si bien le tomaban por sorpresa, lejos de ser desagradable, le encendían un poco más si eso era posible, dejó marcas rojas en su precioso trasero antes de moverse, y entonces empujó una vez con fuerza y volvió a quedarse quieto, Ogien se movía por su cuenta por el deseo y mordía las sábanas o lo que tuviera al alcance para no romperse la voz.

Alphard gustaba de escucharlo desesperado, porque así comprobaba que sentían lo mismo, y luego, sin tregua, empezó a moverse con fuerza, llegando lo más profundo que podía, notando como temblaban sus muslos y sus enrojecidos glúteos con cada movimiento que hacía, y soltando él mismo gritos ahogados tan graves que parecían gruñidos en ocasiones. 

— ¿Te gusta? —preguntó el mayor en un gruñido y el albino solo pudo asentir temblorosamente—. Ogien te ves increíble, ¿más duro?

— ¡Aaaah! Sí, Al-phard, tócame, quiero... quiero venirme de nuevo ¡Aaaah!

Belenus de LernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora