Capítulo 23: "MIEDO, TERROR Y MUERTE"

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Los meses en la Fortaleza se le pasaban a Ogien como agua entre los dedos, las noches ni siquiera las sentía. Aunque su celo pasó pronto, dormir con Alphard era un completo peligro pues ninguno de los dos era capaz de contenerse una vez la brasa se encendía. Por otro lado, se había recuperado completamente y sus poderes estaban más fuertes que nunca. La piedra fundida pronto dio forma a una muralla sólida que resguardaba al pueblo de las hidras, de las inclemencias climáticas más que nada, y el palacio estaba casi terminado, el cual era grande y acogedor a la vez.

Casi era tradición ya sentarse a comer con todos los soldados y habitantes del lugar, Ogien parecía encajar mejor después de que sus feromonas dejaron de afectar a los otros y ahora disfrutaban de charlas e historias a la hora de la comida, la paz era palpable y se sentía cálido entre ellos, con un Afner que ya comenzaba a exigir comida diferente a sólo leche y ya casi balbuceaba palabras.

La convivencia entre las hidras y Ogien fue cada vez más cordial y amistosa, le respetaban y agradecían cada gota de sudor que el albino daba por ellos siendo ellos mismos quienes en determinado momento incluso se disculparon porque uno de los suyos fue el causante de la muerte de sus padres, la idea de paz se respiraba en el ambiente, y se veía en los ojos iluminados de esos seres antes ocultos en la completa oscuridad de una fortaleza subterránea que con esfuerzo, se convertía en una ciudadela hermosa llena de luz.

—Alphard... amor... — Ogien llamó su atención hablándole bajo para no ser escuchado por los demás —. Oye, he estado pensando en algo que es importante... aquí todo marcha bien, las cartas que han enviado del palacio dicen que no hay novedades y... bueno... creo que es hora de que nos mezclemos un poco más... digo... hay dragones aquí y... hay una hidra allá... quisiera... que no estemos más separados...

Alphard justo entregaba a su hijo a los brazos de la hidra Morim que desde hacía un tiempo era una niñera más del bebé y se había hecho gran amiga de Alice, cuando de repente escuchó las palabras de Ogien sobre la unidad de las especies, sí, aquello era algo que lo tenía pensando, por lo que sonrió y despeinó más el cabello blanco del otro, para caminar a su lado mirando como casi terminaban con el palacio.

—Tengo una idea para eso, y lo he estado trabajando de a poco... sígueme.

Tomó de la mano a Ogien y lo llevó a una parte al fondo de la muralla que era menos alta que el resto, ahí había una amplia puerta que daba a una salida trasera, abrió esa puerta y se encontró con un grupo de hembras hidras que trabajaban la tierra, el espacio era muy amplio y daba a un río de cauce alto, ahí tenían varios cultivos que ya empezaban a dar frutos aunque les faltaba tamaño, al verlos, las mujeres que por lo normal eran las que servían la comida y cocinaban, los saludaron con la mano.

—¿Creías que durante el día solo desaparecían? —masculló el rubio.

—Cielos —El albino había supuesto que Alphard también había pensado en unir a ambas especies, pero, jamás imaginó TODO lo que había pensado. Sus ojos se maravillaban a cada paso mientras observaba el gran progreso que llevaban y sonreía abiertamente al mirar a los niños jugar en el agua.

—Los primeros días en los que no estuviste aquí —continuó Alphard—, al destruir la fortaleza me di cuenta de este patio trasero, por lo que hice esta salida y comprobé la tierra, es muy buena para cultivar algunas cosas y les enseñé a hacerlo, les gusta mucho porque es algo diferente a lo que hacían antes —suspiró volviendo a mirar al albino, le agradaba verlo tan fascinado por todo eso—. Lo que me agrada es que cuando estuve en el palacio de los dragones también comprobé la tierra y ahí se pueden cultivar otro tipo de cosas, podríamos construir una plaza donde se unen los caminos y así puedan intercambiar cultivos y relacionarse mejor.

Belenus de LernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora