Capítulo 17: DESESPERACIÓN

884 76 102
                                    


Casios se sentó en el trono de piedra del líder a ver ante él el cuerpo del dragón blanco en su forma humana, suspendido por cadenas en lo alto de la habitación y aun gritándoles a los que lo rodeaban y manoseaban, tenía que admitir que era fuerte, ya que algunos de ellos habían tenido que golpearlo después de que les acertara alguna patada, pero, tras unos minutos, parecía que ya había entendido que era inútil oponer resistencia, en especial estando en celo, de solo olerlo el mismo Casios ya tenía una fuerte erección y eso que a él no le iban tanto los machos.

Ogien estaba agotado, no sólo por la agresividad y torpeza con la que esas manos lo trataban, sino por la sangre que a cada humillante minuto escapaba de esa herida en su espalda, una que a cada movimiento y forcejeo sentía que se rasgaba un poco más, pero no iba a dejar de luchar; cuando Casios vio que las caricias de las hidras se hacían más atrevidas, en el miembro del chico, en su entrada trasera, y que pasaban sus lenguas por algunos lugares, se decidió a detenerlos, ya que eso estaba tornándose asqueroso.

—¡Suficiente!—Exclamó levantándose de golpe—, pueden largarse ya, yo me encargaré del resto, vayan a las afueras y vigilen por si la hidra negra aparece, y no olviden que se supone que su fuerza es tres veces mayor a la mía.

Su tono de burla era obvio y sus subordinados se fueron riéndose por el comentario, aunque de mala gana en realidad, porque querían seguir con lo que le hacían al dragón, aunque a Ogien no le agradó mucho aquella orden, porque la alerta se avivó al imaginar lo que vendría.

Casios nunca creyó todas esas leyendas sobre la hidra negra, llegó a conocer a Lerna, más que eso en realidad, pero nunca la vio en su forma de hidra, aun con todo lo que pasó entre ella y él, era imposible de creer lo que aseguraban sus padres o que existiera una criatura con tales poderes, como sea estaba de verdad dispuesto a reinar a su lado en ese entonces, aunque jamás le cedería el trono del todo, pero había desaparecido antes de que él pudiera saber si todo aquello era cierto, y luego los Belenus habían matado a sus padres por lo que no tuvo que escuchar más sus advertencias y muy pronto obtendría su venganza al matar al último de ellos y probaría que la gran fuerza de la hidra negra no era más que una broma.

—Por lo general no me gustan los machos—advirtió el robusto hombre al acercarse—, pero el olor de tus feromonas es intoxicante, no podré resistirme más a ti.

Lo rodeó, mirándolo por todas partes, de verdad era bastante hermoso, y, estando detrás de él, levantó las manos para acariciar los costados de su piel, sintiendo de inmediato la resistencia del menor, nada como saber que le haces daño a tu enemigo al tiempo en que obtienes placer, entonces desató su pantalón y sacó su erección para pegarla al trasero del albino, quien comenzó a gritar nuevamente.

— ¿Has sentido una tan grande?

— ¡NO! Ni se te ocurra desgraciado, ¡NO ME TOQUES! ¡NO ME TENDRÁS! ¡TE MATARÉ! ¡AAAHH! ¡SUÉLTAME!

Era asqueroso, demasiado, esas manos ásperas que se deslizaron por su piel maltratada y que le sostuvieron con demasiada fuerza cuando intentó liberarse sin éxito. Eso no podía estar pasando, tanta humillación, tanto dolor no sólo físico, sin mencionar el dolor de no poder rescatar a su pequeño, que ahondaba cada vez más en su pecho y la desesperación lo hacía presa.

Atinó una patada al abdomen de la hidra, pero en lugar de alejarlo sólo logró hacerlo enfadar más y este empuñó la flecha que aún estaba clavada en su cuerpo, empujándola un poco más dentro. El dolor le inundó a sobre manera, ese mineral le corroía por dentro su sistema y un jadeo ahogado de sangre le hizo dejar de moverse. Entonces sintió la viscosidad de la lengua que le recorría haciéndolo sentir peor. ¿En qué había estado pensando cuando salió del castillo así? Estaba siendo violado, su pequeño estaba en peligro y Alphard no sabía qué había pasado.

Belenus de LernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora