Sylvano había reconstruido aquella cabaña por si Alphard y Ogien regresaban algún día, desde que el portal se había cerrado, no tenía esperanza de que eso sucediera realmente, pero aquella vez vio tanta determinación en la promesa del albino que quiso sorprenderlos si sucedía, aunque, en realidad ya había pasado alrededor de un año y esa casita solo servía de nido de amor para él y su preciosa Elyse, ya que al menos ahí tenían privacidad, justo para eso iba a ese lugar, ella le esperaba dentro de esas paredes.
Sin embargo, en el camino sintió como su bosque era atravesado, un nuevo portal se había abierto, en un roble esta vez, sería complicado cerrarlo, tendría que hablar con el príncipe otra vez, suspiró cansado, aun así no aceleró su paso, al menos hasta que pudo sentir la energía de aquel Stellian acercándose al lugar, entonces sí se apresuró, no tanto por Alphard ni por Ogien, bueno, quizás solo un poco, pero si ese tipo ponía de mal humor a Elyse sería el fin de uno de ellos y esa no era una apuesta que estuviera dispuesto a hacer.
Al llegar encontró a Alphard y a Daven, ese maldito Stellian se creía mucho y hacía y deshacía en su territorio como si fuera el dueño de todo, ya era hora de ponerlo en su lugar.
Estando ahí tomó su forma de centauro ante ellos, era la primera vez que el azabache de alas de fuego lo veía en persona, aunque claro que ya había sentido su presencia en el bosque antes, Sylvano dio un par de pasos en su dirección y ayudó a Ogien a levantarse de camino.
—Son mis invitados —explicó Sylvano, y su voz sonó como un eco gutural que los envolvió a todos—, creo que primero deberías preguntar un poco antes de atacar como una bestia, ¿no se supone que son muy inteligentes los de su clase? Supongo que no hará falta darte más información, ¿o sí?
El ángel retrocedió, entonces el centauro llegó hasta Alphard y lo levantó para ayudarlo a llegar a Ogien, notó que el portal estaba cerrándose y levantó una ceja, cansado, sería otra vez el mismo problema si eso se cerraba con ellos de ese lado.
—Detén eso Daven —continuó—, créeme que no querrás que ellos se queden aquí, cuando regresen yo lo cerraré, pero aprovecharé este encuentro ya que estaba deseando verte en mi Bosque. Perturbas la paz de mis terrenos y estás muy lejos del palacio o de la isla de donde sea que ustedes provengan, yo puedo invitar a mi casa a quien desee y puedo echar también a quien quiera, tú decides si te vas por las buenas o por las malas, sabes que no ganarías una pelea contra mí y, en caso de ocurrir el milagro, sé que cierto rey no estaría muy contento de ver su reino destruido, si tienes una queja puedes decírselo a él directamente, le dices que venga y lo discutimos, ahora ¿debo decirte de nuevo todo o tu inteligencia superior lo captó?
La postura y la expresión de Sylvano era seria, de verdad necesitaba que se largara en ese instante y de verdad esperaba que no se atreviera a atacar o seguro Elyse saldría de la cabaña furiosa y nadie quería verla furiosa a ella.
El Stellian resopló, pero no le quedaba más alternativa que obedecer al centauro, no pelearía con el espíritu del bosque aunque el mismo rey le hubiese ordenado vigilar el velo, sería un sacrilegio, un pecado mortal. Obedeció y extendió su palma hacia el portal que dejó de arder en ese momento.
La presión del poder del serafín desapareció y Ogien al fin pudo respirar con normalidad, se sintió bien nuevamente. Pero el bienestar no duró, pues miró el rostro de Alphard y supo que lo había vuelto a hacer, volvió a ponerse en peligro de forma estúpida, aunque ni él mismo sabía por qué no dejó de avanzar, aún sentía esa extraña atracción hacia la cabaña.
El Stellian miró el rostro de Ogien y él no eludió su mirada, esos ojos de fuego de verdad querían saber cómo había atravesado el velo, había sentido ese poder tratando de extraer la información. Comprendiendo, el albino se acercó a él y el imponente ángel irguió más su postura.
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Belenus de Lerna
FantasíaEl universo de esta historia está compuesto por mundos paralelos, separados por velos de energía, invisibles, velos que mantienen el orden; pero, una vez, curiosos serafines tuvieron la desfachatez de rasgar esos velos, creando conexiones entre los...