Capítulo 3: CONOCIÉNDOSE MEJOR

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Ogien lo miraba completamente asustado, esas últimas palabras lo habían dejado sin aliento y completamente confundido. ¿Una concepción? ¿Un hijo? ¿Qué demonios significaba eso? Y... ¿Dejarlo con él? ¿Acaso estaba loco? Su corazón había dado un vuelco. Sí, había entendido lo de su celo y que era diferente pero, ¿Un hijo? ¿En serio? Eso era demasiado, su pobre y joven cabeza no lograba procesarlo y sus ojos se humedecieron mientras negaba ligeramente, ¿Qué había hecho?

—N-no... Yo... es... —tragó grueso ante la falta de voz y se encogió en el sillón mientras su cuerpo comenzaba a temblar débilmente—, Es que... tú... yo no quería escapar... per-perdona... es sólo que... tú lo dijiste... son... mis feromonas yo... no quiero ser una molestia... iba... iba a irme, sí, pero... volvería cuando no pudiera afectarte de nuevo... —sin querer sus lágrimas rodaron por sus mejillas, de verdad no podía con todo eso. Primero lo extraño que se sentía, las bestias acosándolo y atacándolo, los dragones lastimándolo hasta hacerlo caer, y luego ese hombre y todo lo que había descubierto sobre sí mismo, se sentía abrumado—. Lo siento.

Se abrazó a sí mismo y escondió su rostro detrás de sus rodillas mientras Alphard miraba de forma inquisidora, a él le daba lo mismo las intenciones de volver que tuviera, no podría saberlas si se iba de esa forma, y de cualquier manera con celo o sin celo, con feromonas o sin ellas ya no podría dejarlo marchar así.

 —No sé qué pasa conmigo —continuó el dragón—, no lo entiendo. Escuché todo lo que dijiste, leí bien lo que dice el libro... pero... no puedo... no puedo aceptarlo, yo soy un hombre. —Ni siquiera se permitía llorar abiertamente, se contenía para no sollozar, para no derramar más lágrimas, estaba aterrado, pero encontró el valor para ponerse de pie y mirar al otro.

—Te pagaré tu buena voluntad y tu hospitalidad —le dijo al rubio—, lo prometo, o dejaré de ser Ogien Belenus, príncipe de Valyria, dragón blanco. Mi fuego es tuyo Alphard —agachó su cabeza y puso una mano sobre el corazón—, haré lo que sea que me pidas, lo que sea para pagar mi deuda pero... si es verdad lo que dices, yo no podré dejar que te lo quedes.

 Alphard frunció el ceño al escuchar eso último, pero luego sonrió confiado. — ¿Estás muy seguro de que no podrías dejarlo? —Cuestionó casi con tono de burla—, tú no tienes una idea de lo que traerías al mundo Ogien. ¿Piensas volver a tu hogar, llevando tu hijo, aun sabiendo que él podría acabar contigo o con los tuyos? Ah es que aún no lo sabes, ¿cierto?

Ogien se quedó helado ante esa extraña aseveración, ¿de qué estaba hablando? Sabía que no era un humano corriente, podía sentirlo en ese poder abrumador que de alguna forma mantenía dormido pero, no podía ser peor que un dragón... ¿o sí?

No quiso preguntar nada, si era un demonio o algo parecido no quería saberlo. Se quedó callado y con la vista al suelo, de verdad lo había mal interpretado pero ya no había nada qué hacer, había sido su culpa por tratar de escapar sin más. Alphard se había alejado buscando una toalla para secarse el pecho y la espalda del sudor, pensó que podría simplemente mostrarle el libro que hablaba de su raza pero nunca era lo mismo leer la palabra "hidra" a estar en presencia de una, y por lo visto, el pequeño albino necesitaba sufrir todo el impacto de la realidad para entender que, de tener un hijo, estaría mejor con él que podría enseñarle acerca de su propio poder y cómo controlarlo.

Buscó un vaso con agua para ambos. El día apenas empezaba y necesitaban calmarse un poco.

 —Ponte unos pantalones y ve a la parte trasera de la cabaña —ordenó el rubio tras beber el contenido de su vaso y el albino no tardó en buscar la prenda—, hoy empezaras a pagar tu deuda conmigo, no dejaré que te vayas Ogien, no hasta saber si estás o no embarazado, si lo estás no te dejaré ir hasta que pongas el huevo, o des a luz, y cuando lo hagas podrás irte, pero sin él. Por la noche te explicaré mejor de qué hablo y me darás la razón, y en cuanto a tus feromonas, construiré un cuarto más en la cabaña esta tarde y dormirás ahí, encerrado si quieres ya que no deseas que suceda de nuevo, lamento que te haya sido desagradable... yo... admito que tal vez no tengo la experiencia suficiente. 

Belenus de LernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora