Capítulo 15: CELOS Y SEPARACIÓN

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Su conversación con Ogien no se pudo extender gran cosa ya que de repente se desató ese alboroto en el salón y llegaron a darles los informes del ataque acontecido a su nuevo rey, Agir actuó rápidamente dando órdenes al ver que el líder albino no estaba listo para esas cosas, Alphard tenía que admitir que el pelirrojo mostraba mucha experiencia en el manejo de esas situaciones y se sintió ligeramente culpable cada que escuchaba "las hidras" refiriéndose al enemigo, tal como pensaba su amado, esa que los atacó al llegar debía ser la que dio el anuncio, si él era el único dragón blanco y las hidras negras eran tan mitológicas no le extrañó que hubiera huido apenas lo vio, ¡maldición! Ni siquiera pudo sostenerle la mirada al otro antes de que Ogien lo despachara, era muy superior en ese momento.

—Ogien, creo que deberíamos ir a descansar un poco, Afner debe estar cansado.

Colocó la mano en el hombro del menor después de acariciar la cabeza de su hijo y al ver a Galathos que ya casi salía con su grupo, se fue hacia él.

—Confío en ti Galathos, lastimosamente no sé mucho de la situación o cómo manejarla, pero quiero que me informes de todo, trata de mantenerte a salvo en todo momento... anda.

El dragón amarillo lo reverenció como si fuera un rey y Agir no perdió detalle de eso, era obvio que ya no contaba con la devoción de ese, luego Alphard le dio la espalda y volvió a su familia, a la cual abrazó y llevó consigo a la gran habitación que ocupaban.Al estar ahí se puso su ropa de entrenamiento recordando las palabras del que hubiera sido su suegro, debía estar siempre listo, en especial si alguna hidra se había logrado colar en el palacio como se sospechaba.

Se acercó al gran balcón y miró desde allí, se veían a lo lejos los dragones esquivando cabezas con maestría, mucho mejor de lo que Ogien lo había hecho mientras entrenaba con él, lanzaban ataques a estas y las cortaban, debía ser duro porque aun cuando las hidras por cada cabeza cortada sacaban dos más, si les cortaban muchas y ellas no podían controlar las que salían de nada servía, pero hasta que ese punto llegara para los dragones significaba arriesgar a los compañeros a morir.

Ogien quería estar tranquilo, mantenerse demasiado ansioso ponía de la misma manera a Afner, pero no podía, y ver a Alphard preocupado no ayudaba en absolutamente nada, y por ello decidió acercarse aun con su hijo en brazos.

El mayor sintió al albino acercarse y cuando lo tuvo a su lado Alphard le habló sin quitar la mirada de la muy lejana batalla, justo en el momento en que una hidra al parecer tomó un dragón en sus fauces.

—Sé que yo no soy como ellas Ogien, pero ¿y si lo soy? Yo no era muy diferente antes de conocerte, ni siquiera tenía una razón para luchar, ahora ustedes son lo único que me importa, pero ellos son mi raza y son el enemigo y yo estoy en este bando, es... extraño, me siento extraño, pero buscaré la forma de arreglarlo y, como te prometí, ayudaré en la manera que sea posible, si ellos se enteran de la hidra negra... pues que vengan por mí.

—Yo confío en ti Alphard, no te dejaré solo—quería llorar, era obvio lo que el rubio intentaba decir, pero definitivamente no dejaría que pasara, lucharía con él y por él.

Alphard sabía que lo que le decía era algo que lo preocuparía, pero no le gustaba guardarle cosas a él, hasta que de pronto una empleada entró sin llamar logrando que el niño de inmediato empezara a llorar.

— ¡Su Alteza! ¡Una hidra en la muralla!

Ogien se había pegado al pecho de su amado cuando los gritos le helaron la piel y el llanto de su bebé le obligó a atenderlo.

— ¡Alphard espera! —ni bien terminó de decir eso el rubio ya había desaparecido y Afner lloraba a todo pulmón entre sus brazos que no dejaban de temblar. Estaba desesperado.

Belenus de LernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora