14. El héroe

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Ilay

— Por esta, 25.000 dólares. — Dijo uno de los inversionistas señalando a una morena que lloraba en el suelo del antro

— Es muy poco y lo sabes. — Le dije mientras le daba otra calada a mi cigarrillo

— Pero esta golpeada y tiene lesiones vaginales. — Me dijo el hombre de unos 40 años—Es el precio de la medicina que voy a emplear en ella.

Mire a la chica en el suelo y admitía que se me había pasado un poco la mano, me importaba nada si moría, pero me baja los costos. Era la gitanita joven que había desvirgado hace un mes exactamente, desde ese mismo día la coloque en el mercado y sin sanar sus lesiones internas, tenía alrededor de 20 clientes diarios.

Gracias al efecto de las drogas, se mantenían sumisas y obedientes en la habitación, y si el cliente quería golpearlas, podía hacerlo por un costo adicional. Me importaba una mierda que le pasará, siempre y cuando siguiera facturando gracias a su vagina.

— Entonces me pagaras un 20% adicional cuando ella se mejore de salud. — Le dije al viejo — Recuerda que aprendió todo lo sexual aquí, yo mismo la inicié.

— Si me da altas ganancias como dices, puedo darte un plus por el dato.

Sonreí y cerré el trato mientras veía a la morena siendo arrastrada y llorando. El primer trabajo me había dejado sin dormir dos noches, recordaba la voz de la primera joven que entregué a un antro y cuando me enteré que se había suicidado, me había afectado. Pero mi padre estaba metido en el negocio y yo no me podía salir como si nada, yo solo me encargaba de comercializar la droga junto a mi padre, y después vi la oportunidad de traficar mujeres hermosas a todo tipo de prostíbulo.

Después y con el tiempo, me fui acostumbrando a las mujeres que lloraban y me maldecían, diciendo que algún día pagaría lo que había hecho.

Me llamó la atención mi celular, desbloqueé la pantalla al ver que la llamada entrante era de Bolt, suspiré cansado porque desde hace unos días estaba intentando persuadirme para abandonar el caso.

— Dime, Bolt.

— ¿Lo has pensado? — Ahí estaba otra vez el imbécil.

— No tengo nada que pensar, trabaja como te lo pedí y no cuestiones nada, recuerda quien es tu jefe.

— Jones es mi jefe. — ¿Acaso era un desafío lo que escuchaba? — Tu eres un maldito entregador nada más, ella no es lo que crees.

— Soy un entregador, es verdad. — Dije apagando mi cigarrillo en el suelo del club — Y tengo dos pelirrojas dulces que se verían genial desnudas en la pista con el caño.

— No te atrevas, infeliz. — Su voz era fría y sentía que sus maldiciones veían para mí — Samara es una buena persona y Damián la protege mucho, ellos son pareja Ilay, no va a volver.

— No me importa. — Me hirvió la sangre saber que estaba tratando de ser feliz con ese tipo tan simple — En poco tiempo adornará mis pistas como hace con la de su proxeneta.

— Ella no es prostituta.

— Si claro, ninguna aquí es prostituta. — Dije con burla por las reiteradas veces que me repitió lo mismo.

Escuché el suspiro de Bolt desde el otro lado de la línea y colgó. Bebí de mi copa de vino mientras admiraba el espectáculo de una de las antiguas en el caño. Una rubia impresionante que estaba cautiva desde hace unos seis años, ya se había resignado a colaborar o morir.

Di un sorbo largo mientras pensaba en la posición de Bolt. Desde hace un tiempo jodía con lo mismo, que Samara no era una prostituta y que solo se había ido porque no quería casarse. Eso era una estupidez, ¿Por qué una mujer no quería casarse con un hombre rico y que podía darle todos los lujos?

Asumo que el rechazo de Samara me había afectado, me sentía como una mierda al saber que cualquier cosa en mundo era mejor que estar a mi lado, incluso bailar en un bar piojoso por unas monedas. Pero si lo que ella quería era exhibirse, lo haría en el prostíbulo más turbio del país. Samara me pagaría con lágrimas el desplante que me hizo.

— Bien hecho, Marla. — Le dije a la rubia que me miro con asco, como siempre hacia.

Damián

Veía como limpiaba las verduras que luego metería en una fuente para el almuerzo. Samara estaba de espaldas a mí, pero podía ver cada movimiento y hasta podía intuir que gestos hacia su rostro mientras cortaba una zanahoria.

Ella realmente es una hermosa mujer. Cualquier hombre de mi bar daría sus órganos para tener la imagen que tenía yo, de una simple Samara que hacia la comida. Me apoyé en el marco de la puerta para observarla mejor, ¿Cómo no imaginarse un futuro hermoso teniendo a esa mujer ahi?, podía imaginarla a Samara con una enorme barriga, cargando un hijo mío en su vientre mientras hacia el almuerzo esperando a su hombre. Me imaginaba a mí mismo acerarme enternecido por la escena, como estaba ahora.

¿Por qué ella no sé daba cuenta?, había hecho de todo para que ella sé volteara a verme, pero cada vez que daba un paso hacia ella, Samara daba tres para atrás y se encerraba para no sufrir. Me encantara encontrar a ese Dylan, y romperle la cara solo por abandonar a una persona tan buena y luchadora como lo era la gitana.

— Diablos.

Escuché que susurró y me acerqué un poco para ver que le había sucedido. Ella se sostenía la mano que tenía un corte pequeño del que brotaba un poco de sangre. Me acerqué más todavía y tomé su cintura con una mano para llamar su atención, y la mano lastimada con la otra.

— Que daño...— Susurré mientras ponía su mano bajo el chorro de agua para limpiarla

Ella solo me miraba, como si lo que hiciera fuese una ciencia o como si yo realmente fuese algo deslumbrante. Ni una, ni la otra.

— ¿Por qué me miras así?

— Porque siempre apareces cuando te necesito. — Me dijo sin dejar de mirarme a los ojos.

— Siempre voy a estar en el momento que me precises, incluso cuando no lo hagas, también. — Le dije entrelazando la mano que tenía tomada

— Eso es lo que hacen los héroes.

— ¿Soy un héroe? — Le dije y ambos reímos

— Eres el mío, siempre serás mi héroe.

La miré fijamente sin comprender. No quería que me vea como un héroe o un salvador, quería que me viera como un hombre, como su hombre. Qué pensará en mi como una pareja y no como el jefe en su trabajo, que me idealizará como su marido y no como su mejor amigo. Pero yo realmente estaba jodido.

Quería acercarme, una sola oportunidad bastaría para demostrarle todo lo que tenía para dar, todo lo que podía sanar.

— Samara, ¿Quieres salir conmigo?

Su sonrisa tierna me auguraba buenas cosas.

Bolt

Apenas corté la conversación, volvió el mismo pensamiento de siempre, no debí meterme en esto. Miré el celular y maldije una vez más mientras entraba a mi cuarto en la pensión donde vivía. No podía condenar de esa manera a Samara, ella me demostró ser una gran amiga que solo buscaba huir del asqueroso con quien iban a casarla, pero a su vez, si no lo hacia estaban en riesgo las gemelas.

No podía arriesgarme a que ellas estuvieran en manos de Ilay, sabia como era el degenerado con las chicas que entraban. Marqué el número de mi casa, mientras sonaba el timbre me volvió a atacar la conciencia.

Realmente me arrepentía de haber agarrado este trabajo. 




En poco, poquito vamos a ver como es el prostíbulo de Ilay! Espero que les haya gustado el capitulo, si es así voten y comenten su parte fav.

Que Dios los bendiga, los adora, Karen B.

JacharíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora