15. South Ranger

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Damián

El calor del verano era agobiante en estos lugares, donde solo el desierto rodeaba el pequeño pueblo, pero sentía que la gota de sudor no tenía nada que ver con el calor que no dejaba respirar. Eran los nervios de estar esperando en el comedor de mi casa, a la única mujer que podía alterar mi sistema nervioso de esta manera.

Mire por novena vez el reloj que colgaba de la pared, y marcaban las 6.29 pm, todavía tenía un minuto para bajar, pero ese pensamiento no me ayudaba. Todavía tenía un minuto para arrepentirse de su decisión, todavía tenía un minuto en el que podía recordar a su ex novio, y no bajar a darme la cara hasta que la olvidé, o sea, nunca.

Los pasos en la escalera me llamaron la atención, de ella bajaba una mujer hermosísima que estaba enfundada en un ajustado vestido rojo. Su cabello castaño oscuro estaba suelto y caía sobre sus descubiertos hombros blancos, sus ojos verdes eran resaltados por el delineado negro que profundizaba su mirada, su boca linda y pintada de rojo haciendo juego con el mejor vestido que había visto en mi vida.

Samara siempre era una belleza.

— Estas hermosa. — Le dije y ella río con suavidad

— Estas muy bien esta noche.

Nada que yo me colgará encima, competiría con la hermosa gitana que tenía frente a mí. Mi atuendo era simple, con un jean oscuro a juego con una camisa negra ajustada, simple a comparación de Samara que irradiaba fuego por todos sus rincones. Le extendí mi brazo para que ella lo tomará y dirigirla hasta la puerta, donde mi coche ya esperaba para llevarnos a destino.

— ¿Dónde vamos? — Preguntó ella cuando encendí el motor del auto.

— Vamos a comer a un lindo lugar fuera del pueblo.

— ¿Fuera de Tusayan?

— Si. — Le dije mirándola cuando comencé el andar — Un lugar lejos del bar, donde seamos solo Damián y Samara.

Parece que le agrado la idea, porque sonrió y tomó la mano que tenía apoyada en la palanca de cambios. Mire nuestras manos entrelazadas, esto era lo que quería para mí, quería ver una mano sostener la mía, siempre.

Fuimos en silencio por la carretera 64 hasta South Ranger, que era el pueblo más cercano a casa. Este era una pseudo urbanización que tenía dos clases sociales bien definidas. Los pobres vivían en la miseria, y los ricos tenían un centro comercial con todo tipo de lujos. Era una lástima ver como las personas allí tenían que hacer cualquier cosa con tal de tener algo de comer.

Justo a eso nos enfrentábamos ahora. En estos lugares, en la carretera se exhibían las mujeres que trabajan como prostitutas callejeras. Al ser casi las 9 pm, era totalmente legal que las mujeres con poca ropa se paren al costado de las rutas para conseguir los clientes.

Samara también notó esto porque miraba con pena toda la escena. Parecía que quería bajarse del auto, pero no sabía exactamente para qué.

— Siempre quise saber, que llevaba a una mujer a vender su cuerpo. — Dije en voz alta, Samara me miro con el ceño fruncido como si mi comentario fuera desacertado

— La necesidad de dinero.

— ¿Cómo sabes que lo hacen por necesidad? — Le pregunte por la seguridad que me respondía

— Porque es lo que yo hago cada noche en tu bar, vendo mi cuerpo.

Me dejó helado, nunca esperé una respuesta de ese calibre, y menos que ella tenga un concepto tan erróneo de ella misma.

JacharíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora