38. Muerte.

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Samara

Corría lo más rápido que podía, pero aún así, los pasos detrás de mí se escuchaban cada vez más cerca. La desesperación golpeaba mi pecho y el miedo se hacía un nudo en mi estómago, el enorme vientre me impedía correr rápidamente, y eso hacía que el sujeto detrás de mí avanzara cada vez más.

De un momento a otro me encontraba en el piso, tendida sobre mi costado y con mi enorme barriga empinada; veía como la sombra se acercaba de a poco a mí y al final de pasos lentos, pude ver la cara de quien me perseguía.

Ilay.

— ¿Creíste que podías escapar? — Dijo él a medida que se acercaba 

Podía ver todo con otro tipo de claridad. La suave y escasa luz alumbraba las esquinas de la habitación del gitano, aquella que ocupaba en Paradise. Hiperventilé, si estaba en ese lugar significaba que el me había capturado y que ya no habría escapatoria para mi hijo y para mí.

— No, por favor…— Rogué en susurros, pero eso no detenía el andar pausado de mi captor — Estoy embarazada.

— Ese es otro asunto que debemos terminar, ¿no crees? — Dijo con tranquilidad — La muerte del bastardo primero.

De la nada, me encontraba en la cama de él, junto a mi estaban dos personas vestidas de completo celeste y con utensilios médicos en las manos, Ilay se veía desde atrás de ellos con un rostro tranquilo pero divertido.

— Esto no te dolerá, cariño. — Dijo con una enorme sonrisa — ¿A quién engaño?, te va a doler como la mierda.

Sonó su carcajada grave y molesta, se retiró de mi vista y los médicos se abalanzaron sobre mí sin importarle mis pedidos y suplicas.

— No, por favor. — Lloraba — ¡Por favor, mi hijo!

Me senté de golpe en la cama y sequé el sudor que se deslizaba por mi frente, apoyé la mano en mi pecho y traté de calmar los frenéticos latidos de mi corazón. Sentí el colchón hundirse con rapidez a mi lado y a Damián sobando mi espalda con calma.

— Solo fue una pesadilla, amor. 

Dejó un beso sobre mi hombro descubierto y atrajo mi cuerpo hasta él para abrazarme, no podía quitar esas imágenes de mi cabeza, no podía ignorar el miedo que me daba la escena fresca en mi mente.

— Creí que terminarían las pesadillas. 

Era cierto que el primer mes no pude dormir correctamente, eran imágenes muy vividas de mi estadía en el prostíbulo clandestino.

Cada noche veía las mismas imágenes y despertaba con desesperación por tratar de escapar, cuando abría los ojos, a mi lado estaba Damián que con una infinita paciencia y ternura intentaba calmarme.

— Pronto terminará todo, amor.

— ¿Y si nunca termina? — Pregunté mirándolo de frente — ¿Si ellos jamás pagan por sus crímenes?

Damián suspiró, esta conversación ya la habíamos tenido varias veces y su comprensión era total.

— Santos junto con un equipo enorme esta trabajando en ello. — Dijo Damián y unió nuestras frentes — Hoy es nuestra boda, deberíamos pensar en otra cosa.

— Hoy es la boda de Marina y Gastón López, no la nuestra. — Dije y él rio 

— No hagamos que se pongan tristes los señores López. — Dijo Damián y aplicando un poco de fuerza, tiro de mi cuerpo pesado hasta su lado para recostarnos — Volvamos a dormir, será un día muy largo.

JacharíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora