41. Nuevo Hogar.

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Samara

Los movimientos que hacia la sombra sobre mí eran erráticos y los veía a través de una neblina, mi mente se encontraba aturdida, pero podía distinguir algo de lo que me rodeaba.

Me encontraba en la habitación de Ilay y era él la sombra difusa que se cernía sobre mí cuerpo. Su rostro estaba sudado a centímetros del mío y podía sentir la incomodidad corporal y el dolor que me producían sus asaltos.

Sus gruñidos roncos me indicaron el final de su actividad y el peso húmedo sobre mi cuerpo desnudo me respondió la duda, era otra de sus violaciones salvajes.

— Nunca te vas a librar de mí. — Dijo después de asaltar mi boca de manera sucia y violenta, como lo había hecho con mi cuerpo — Nunca...

Me sobresalté y con la vista desorientada vi que me encontraba en el mismo asiento de avión en el que me había dormido. Sequé el sudor que perlaba mi frente y mi cuello y disimule las palpitaciones cuando Damián busco mi mirada. Él salía de la cabina del piloto junto con Zach, que se sentó junto con su hermano Rade en un asiento a dos metros del nuestro. Al estar en un avión de recreo, teníamos la libertad de volar solo nosotros cuatro y era altamente beneficioso para la misión de escondernos.

Damián se acercó a mí, se sentó a mi lado y acaricio mi vientre, dándonos la tranquilidad que necesitábamos en esos momentos. Tenia la habilidad de acercarse en el momento exacto, justo cuando perdía los estribos o cuando mis demonios me acechaban, Damián llegaba con una sonrisa y una caricia conciliadora, con toda su paciencia para regalarme un poco de paz.

— El piloto dice que en veinte minutos vamos a aterrizar. — Dijo con voz suave — Venia a despertarte.

— Está bien.

Él negó con la cabeza, pero no dejo su sonrisa tenue.

— Otra pesadilla... — Dijo más como afirmación

— ¿Cómo lo sabes?

— Solo lo sé.

Reímos un poco por el gesto misterioso e infantil que hizo, su mirada nunca se apartaba de la panza en donde nuestro hijo no dejaba de moverse al son de las caricias de su padre. Hice una mueca de molestia por el excesivo movimiento de mi inquieto gitanito y Damián me miró con preocupación.

— ¿Contracciones? — Dijo preocupado

Esa era la palabra más usada por mi paranoico marido en las ultimas dos o tres semanas. Rodé los ojos y el bufó, tenía unas ansias enormes por ver a su hijo y no le importaba si teníamos un parto en pleno vuelo.

— No, amor. — Le dije y toqué su nariz como si fuese una criatura — No va a nacer nuestro hijo en un avión.

Bufó molesto y reí por su impaciencia. 

— ¿Cuándo vas a salir de la bruja? — Dijo acercando su rostro a mi vientre

— ¿Me llamaste bruja frente a nuestro hijo?

— Mira, mi amor...— Dijo con falsa indignación — La única que me esta impidiendo ver al mini Damián eres tú, eso te convierte en una bruja sin corazón.

— Vamos a ver si me dices bruja esta noche.

La cara de Damián paso de la risa a la seriedad en una fracción de segundos.

— Eso te convierte en un ser maligno, Samara.

— Si, claro.

Damián volvió a reír, contagiándome a su vez. Cada vez que mi mente se debilitaba o flaqueaba, llegaba mi ángel de la guarda con algún chiste o broma barata que me hacia reír solo por el duro intento de que lo haga, porque en realidad mi marido no había nacido con el don de la comedia.

JacharíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora