Dylan
Seguí a Samara con mucho sigilo, ella caminaba por las calles del pueblo deshabitado sin darse cuenta de mi presencia.
Samara había salido de una tienda con una bolsa que calculaba, debía tener comida. Era el horario del almuerzo, así que no me sorprendería que comprará cosas para prepararle una espectacular comida al maldito ese.
Tranquilo, Dylan.
Respiré con fuerza para que el oxígeno tranquilice mi mente. Damián hacia uso de algo que era mío, de algo que dejé en este pueblo de mierda y jamás volví a buscar.
Ese maldito había hecho de mi mujer, una bailarina sucia que era consumida por todos los hombres del pueblo. Algo muy similar a lo que quería hacer Ilay, pero en este caso, ya no me podía rehusar a su pedido.
Me iba a dolor horrores el destino que tenían preparado para Samara, pero sería peor el que Ilay preparaba para mí en caso de no cumplir con su pedido. Estaba en juego mi vida, la de mis hermanos y la de mi mujer, Galilea. Ella era una gitana excepcional, a la que me habían designado desde muy joven; con el paso de los años pareció disolverse ese acuerdo, pero un año antes de la huida de Samara, el pacto hecho por nuestros padres me fue recordado.
Debía hacer algo, y ese algo era casarme. Galilea venia de una familia adinerada, que daban buenas oportunidades para el que buscaba ganarse su dinero, realmente los padres de mi mujer querían un compromiso para su rebelde hija. Es verdad que mi corazón siempre se quedaría con Samara, como la primera mujer que tocó mi vida, pero era dinero fácil y constante el que me ofrecían mis actuales suegros.
Cuando dejé a Samara en el cuarto de la inmunda pensión de Tusayan, creí que iba a morir por tanto extrañarla, pero después de llegar al campamento y casarme de inmediato, sabía que con el correr del tiempo iría olvidando a Samara, Galilea tenía una vasta experiencia y eso me ayudo a mantenerme ocupado durante todo este tiempo. Pero llego Ilay con sus matones para avisarme que el auto fuera de mi casa nos llevaría al pueblo.
Todo era una mierda, desde la propuesta de Ilay, hasta el engaño que debía montarle a la pobre Samara.
Era ella o yo.
— Hey
Dije llamando la atención de la joven, ella volteo y quedó sorprendida por mi aparición. Estaba aún más hermosa que cuando la dejé aquí, vestía ropas modernas y coloridas, de marcas buenas y que para ella sería imposible costearlo. Eso era obra de Damián, al parecer si se estaba vendiendo al mejor postor.
— Dylan... – Susurró como si fuera una aparición fantasmal
— ¿Cómo estás? – Di un paso hacia ella y eso pareció activar sus sensores de defensa
— Mejor a cuando me abandonaste.
— Lo siento.
— ¿Solo eso? – Me preguntó indignada – Un lo siento de mierda por dejarme sin decir nada.
Se acercó con pie de guerra, Samara cambiaría de ropa y de trabajo, pero nunca cambiaría su actitud férrea ante algo que no le parece justo.
— Me equivoqué mucho, lo sé. – Le dije con mucha tranquilidad para apaciguarla – Por eso estoy aquí, para remendar mi error.
— Te perdono. – Dijo y se dio media vuelta para seguir su camino – Ahora vete.
No se puede ir, de ella depende mi cabeza.
— Déjame demostrarte que cambie. – Le dije tomando su brazo para detenerla, me miro con mucho odio, pero me daba muy igual
— Estas perdonado, solo tiene que irte con tu mujer.

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Jacharí
RomanceNovela autorizada por la Asociación Nacional Madres Víctimas de la Trata Una mujer escapando de un destino ingrato y de costumbres antiguas, encuentra escape en un pueblo perdido, sin saber, que el mundo ilícito y oscuro del tráfico humano se está p...