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Samara

Puse mis manos frente a mi rostro en la posición que indicaba el final de mi número de baile. Como venia ocurriendo desde hace dos semanas, el público masculino enloqueció cuando la gitana sobre el escenario dio fin al espectáculo más auditado.

Era la tercera vez que tenia que bailar, cada noche que me presentaba sentía las mismas nauseas que me impedían moverme cuando finalizaba mi acto. Hombres de todo tipo de edades y físicos, se acercaban hasta la tarima para revolearme un poco de dinero por el baile, y otros que me pedían casi en suplica que les diera un turno en privado.

Los que eran rechazado, por lo general se ponían muy violentos y alegaban de que una "puta" como yo, no tenía ningún derecho a negarse a trabajar; alguno que otro intentaba golpearme y era en ese momento cuando los hombres de seguridad aparecían para que nadie pueda tocarme. Así se repetían las escenas. Solo había tenido que bailar unas pocas veces, pero ya me sentía arruinada por este estilo de vida tan morboso que les gustaba llevar a los hombres debajo de mi tarima. Los insultos y maldiciones eran plato seguido, todos eran dueños de maltratar a las mujeres que allí trabajaban; los miraba con asco una vez más, el hombre creía que si tenia un puño con billetes, podía hacer lo que quisiera con una mujer. Teoría errada, pero vivida.

Alcé la vista y me encontré con la mirada oscura de Ilay sobre mí. El se encontraba del otro lado del local, justo en la zona donde se ubicaban los clientes "Ultra Vip". Con un vaso de whisky en la mano y su mirada pesada sobre mí, me preguntaba que sería lo que tejía su mente para mi destino, de seguro no sería nada bueno.

Por alguna extraña razón, Ilay rechazo todos los pedidos de habitación que los hombres habían pagado por mí, no dejaba que ningún hombre se acercara más de la cuenta, por eso mismo los hombres de seguridad me encaminaban para que bajé del escenario.

Eran tres grandes hombres, uno de ellos era Mikhail, pero a los tres gorilas restantes no podía distinguirlos. Mikhail me había tomado ambas mano detrás mío y con mucha discreción me encaminaba para que no intentará nada "estúpido" como el solía decirle; dobló en una de las esquinas contrarias a la pequeña puerta que me dirigía a mi encierro, eso quería decir que aún no tenia el placer de volver a la seguridad de esa sucia habitación.

Mikhail me dio un tirón para que me encaminé escaleras arriba, ahí se hallaba el lugar prestigioso donde estaba Ilay junto con varios hombres. Una vez que me detuve en el lugar, todas las miradas fueron a parar en mi y en mi vestimenta roja y reducida, nada comparado al anterior traje que usaba en el bar de Damián.

Damián...

Ese nombre, ese solo pensamiento me daba fuerzas para no derramar ni una sola lagrima de más. Cuando la situación me sobrepasaba, como era este momento, solo pensaba en Damián y en que pronto me escaparía para volver a él.

Ilay le hizo una seña a Mikhail para que me soltará, una vez libre del agarre, me indicó solo con un gesto que me acercará a ellos.

Ilay estaba vestido con un traje negro y con una camisa roja sangre, muy gitano de su parte. Él se acercó hacia mi con el fin de ayudarme a introducirme en el grupo, pero en realidad fue para darme una advertencia de muerte en el oído.

— Una sola estupidez, y alguien va a morir. — Me dijo en un susurro en el oído

— Espero que seas tú, niña virgen.

Con una sonrisa fingida me acerco hasta los enormes sillones donde se encontraba anteriormente, sabia que mi comentario le había jodido perfectamente, si algo le dolía a este gitano, era que se metieran con su nivel de hombría y sexualidad. Machista perfecto, como para encajar en el lugar.

JacharíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora