Samara
Abrí los ojos y traté de desperezar mi cuerpo. Había tenido unas cuantas horas de sueño, las que me habían parecido muy pocas, pero lo suficiente como para tener energía nuevamente.
Siempre tenía pesadillas, desde que era pequeña soñaba con un monstruo que vivía en las historias que contaban las ancianas a las niñas del campamento. Este ser era una serpiente enorme que aparecía en las noches, buscando niños y gente con el corazón puro para poder devorarlo, se decía que la serpiente Voldokir, lo único que quería de las personas era comerse la luz blanca que destilaba de las almas genuinas. Las ancianas contaban esas historias para que, a cierta hora de la noche, todos estuviéramos dentro nuestros hogares y que nos comportemos bien para que el enorme monstruo no se nutriera de nosotros. Durante mucho tiempo soñé con esa serpiente, me comportaba lo mejor que podía para que Voldokir no apareciera durante la noche para comerse mi alma y corazón.
Esta noche había soñada con Voldokir nuevamente. Era una pesadilla recurrente, era la misma serpiente de siempre, me perseguía por las calles despobladas de Tuyasan y cuando lograba atraparme, me enredaba con su cuerpo alargado para terminar con su cometido. Lo raro de esta pesadilla es que el rostro de Voldokir cambiaba al de la terrorífica serpiente para convertirse en la cara de Ilay, que se preparaba para devorarme.
Abrí los ojos varias veces para quitar esas imágenes de mi cabeza, el techo oscuro de humedad y negrura me hizo mirar para todos lados, no me encontraba en la habitación junto con Damián, y esto no era Tuyasan. Estaba tumbada en un fino colchón en el suelo de una habitación grande y oscura, la falta de ventanas hacia que no viera la claridad del sol o la oscuridad de la noche, así que no sabía a ciencia cierta en que hora rondaba. Me senté en mi lugar y pude ver con más claridad lo que me rodeaba, había al menos unos diez colchones como el mío desparramados en toda la habitación, de los cuales seis estaban ocupados por bultos tumbados que, fijándome bien, eran mujeres dormidas.
Las escenas de la noche del bar me golpearon. Una desesperación enorme se apoderó de mi pecho y me ardieron los pulmones cuando busqué el aire que me estaba faltando, las lagrimas gruesas empezaban a mojar mi regazo a medida que bajan por mi rostro, sabía muy bien en donde me encontraba y aunque no supiera el lugar geográfico, sabía exactamente que función cumplía.
Fuertes golpes acompañados por múltiples pasos se escuchan del otro lado de la puerta, volví a mi lugar en el colchón sucio esperando que simular el sueño me protegiera de alguna estúpida manera. La puerta de madera gastada de madera se abrió de manera pesada, y los pasos ahora se escuchaban dentro del recinto, los gritos de al menos tres hombres hicieron que todas las mujeres se despertarán y gracias a la luz de un foco corroído, todas teníamos que despertarnos.
Me senté nuevamente en el colchón y no dije ni una palabra para no llamar la atención en mi lugar al fondo de la habitación, había tres hombres vestidos de traje negro junto con una mujer que parecía estar en pésimo estado. Uno de los hombres arrojó a la pobre rubia a uno de los colchones y pareciera que estaba inconciente porque no hizo asomo de querer incorporarse.
- Muy bien, zorras. – Dijo un moreno que estaba de brazos cruzados – Hoy tenemos una amiguita nueva.
Las chicas presentes voltearon a verme, las seis mujeres estaban vestidas con atuendos cortos y rotos, las dos más cercanas a mi tenían marcas de fuertes golpes en el rostro, pero todas tenían la misma marca de tristeza en sus ojos.
- Samara es la novia del jefe. – Dijo el mismo hombre y los otros dos rieron como si fuera el mejor chiste – Ya salen a trabajar, quiero a cinco de ustedes y una que se quedé a ver que respiré.
Todas se levantaron de su lugar, una de las chicas se acercó a la rubia maltratada y uno de los hombres guio a las mujeres mientras que otro vino hasta mi para levantarme con fuerza del brazo y arrástrame sin miramientos hasta la puerta donde las otras ya se encontraban. Fuimos conducidas por corto pasillo hasta dar con una puerta de hierro reforzado y entras por un juego de puertas hasta un pasillo rojo bien iluminado. El hombre que me tenía sujetada me arrastraba por el pasillo que estaba plagado de accesos, tenía al menos unas quince puertas con números del 1 al 15 como identificación.
Nos dejaron a todas en el centro de lo que parecía ser una discoteca, esta estaba cerrada al publico de momento así que solo estábamos nosotras, frente a mi había una pequeña mesa con sillones que poco a poco fue ocupándose con hombres bien vestidos. Mi atención se fue al conocido hombre por mí, Ilay estaba junto a un viejo gordo que tomaba whisky como si fuera un vaso de agua.
- Traje a las favoritas, señor. – Dijo el hombre que me traía y me soltó el agarre dejándome marcas rojas
- Bienvenidas. – Dijo el gordo junto a Ilay, que no dejaba de verme – Hoy tenemos visitas especiales y necesitamos lucirnos.
- Es verdad. – Dijo Ilay – Serán subastadas y si se comportan, se irán junto con sus compradores.
- ¿Compradores? – Hablé por primera vez y la voz me salió ronca por el desuso
Ilay se paró y caminó hacía mi a paso lento, cada paso que daba hacia que su figura parezca más grande y peligrosa, se detuvo a unos centímetros de mi y las otras chicas dieron un paso hacia atrás con miedo de la presencia del gitano.
- Desde ahora serás una prostituta, no elijes más sobre tu vida. – Dijo Ilay con una sonrisa maligna
- No lo soy, jamás lo seré.
- Lo serás cuando una decena de hombres me pagué por usar tu gitana vagina y saqué mucho dinero de tus tetas. – Ilay me dijo esto y sus amigos rieron, su rostro era de maldad y diversión pura, en un ataque de rabia, escupí sobre su rostro y el silencio se hizo presente junto con sus ojos llenos de fuego
- Me venderás a 10.000 hombres, pero recuerda que jamás pudiste tenerme. – Le dije – Esos hombres compraran a la única mujer que te planto, poco hombre.
El sonido golpe en mi rostro resonó por toda la sala, pude escuchar los jadeos de las chicas detrás de mí, la respiración pesada de Ilay se escuchaba y podía ver desde el suelo como su rostro destilaba molestia y furia. El golpe me había tirado al suelo y me había desorientado por la fuerza que se sacudió mi cabeza.
- Tu puta tiene carácter. – Escuché que dijo el viejo que no quitaba la mirada de mi, Ilay escupió al suelo donde yo me encontraba y dio una patada que impacto justo en mi estómago, se agachó y fue directo hasta mi oído para poder hablarme sin ser escuchado por los demás
- Si no fuiste mía, serás de todos lo que paguen por tu cotizada vagina.
Indicó al hombre que nos trajo, que se llevará a las mujeres para cambiarse y a mi que me devolvieran a la gran habitación hasta la noche, donde tendría "trabajo".
Recordé a mi madre, como ella me ayudaba en las noches cuando tenía las fuertes pesadillas con Voldokir. Deseaba que estuviera mi madre en este momento, y pudiera ahuyentar a esta serpiente que deseaba devorar mi alma.
juNy(
Hola! Espero que les haya gustado el capítulo de hoy. Tengo dos preguntas para ustedes: 1) ¿Desde donde leen Jacharí? 2) ¿Que parte les gustó/disgustó más?
Los adoro con el alma y espero que verlos muy pronto en el próximo capitulo, no olviden pasar por mi otra historia, El Reino. Dios los bendiga.
Los adora, Karen B
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Jacharí
RomansaNovela autorizada por la Asociación Nacional Madres Víctimas de la Trata Una mujer escapando de un destino ingrato y de costumbres antiguas, encuentra escape en un pueblo perdido, sin saber, que el mundo ilícito y oscuro del tráfico humano se está p...