19. Discusiones

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Damián

— Cúbreme, voy a ver a Samara.

Le dije a Bolt y el asintió con la cabeza mientras secaba unos vasos que pronto usaría para la clientela nocturna. Me dirigí lentamente por el pasillo que me conectaba con el lugar donde estaba Samara, necesitaba verla antes de cada presentación, era como nuestro ritual para que saliera en escena. Golpee como de costumbre y ella me recibió con una enorme sonrisa que me calentó todo el cuerpo. Me tiré como de costumbre en el sofá mientras ella hacia su rutina con el maquillaje en sus hermosos ojos verdes, la miraba como un idiota enamorado mira a su mujer, porque eso era, mi mujer.

La convivencia con Samara era genial. Risas de día y sexo de noche, no podía pedir nada más de la hermosa mujer que tenía frente a mí, aunque en mi mente viciosa por hacerme mal, pensaba muchos escenarios que no me agradaban.

Habíamos tocado varias veces el asunto del baile. Ella estaba enamorada de su trabajo y yo respetaba esa pasión, pero el resto de las personas no tenían el mismo concepto que nosotros acerca de su labor. Muchos de los hombres que venían a diario para ver como el dulce cuerpo de Samara les daba vida a los mitos, hablaban mal de ella como si fuera una vulgar carroñera. Varias veces tuve que pelear a fuerza de puño con algún que otro galán del pueblo que afirmaba haberse acostado por dinero con la mujer que dejaba encantados a todos, también había muchos de ellos que hablaban de la mala vida que llevaba la mujer que se exhibía como una prostituta y que eso era una abominación en su pueblo; esos eran algunos de los dichos de hombres que dejaban su mensualidad en el bar solo para deleitarse una vez a la noche con la figura de la gitana Jacharí.

Esas eran puras idioteces, yo mismo sabia dos cosas: La primera, Samara fue herida sentimentalmente, fue tan grave que no quería a ningún macho de la especie cerca de ella y, por lo tanto, no tuvo relaciones sexuales ni amorosas desde que llegó al pueblo, hace casi un año. Yo sabía muy bien cuál fue el esfuerzo que ella tuvo que hacer para volverse a abrir al amor. Y la segunda: Cada noche dormía conmigo, ya no usaba la habitación que estaba al lado de la mía. En alguna que otra oportunidad, mi madre nos encontró en pleno acto y ella se iba riendo, dejándonos solos y abochornados.

Los hombres creían que, si una mujer baila de noche o se viste sexy, es una puta. Que enfermedad.

— ¿Qué pasa?

— No es nada. — Ella se acostó sobre mi pecho como siempre — Solo pensaba.

— ¿En qué? — Dijo Samara y se rió mientras unía nuestras manos — Te veo pensando siempre y a veces creo que vas a matarme

— No es esa la manera que tengo pensada para matarte.

— Entonces...— Dijo dándome un beso y respirando sobre mis labios — ¿Qué tanto piensas?

— Pienso que deberías dejar de bailar, al menos por un tiempo.

Ella hizo un cambio radical de actitud. Puso su rostro serio y se levantó de la comodidad que le daba mi cuerpo, para irse a la silla frente al espejo y simular que retocaba su maquillaje. Sabía que le había molestado que tocará el tema nuevamente, pero era algo que teníamos que hablar, aunque a ella no le gustará. Solo esperaba que esto no trajera problemas a la pareja, no podría acostumbrarme a dormir solo nuevamente.

— Ya lo hablamos. — Su contestación fue tajante, ella estaba molesta

— No, yo hable y tú me ignoraste.

— ¿Por qué quieres que dejé de bailar? — Dijo Samara dándose la vuelta y viéndome fijamente para que le otorgue una respuesta

— Porque los hombres de aquí son una mierda. — Ella me miro incrédula, como si esa no fuese una razón suficiente — Ellos creen que pueden tenerte por algo de dinero, creen que estas a la venta y eso me molesta.

JacharíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora