Ilay
Los golpes de la carne hacían un sonido exquisito que solo hacía que mi sonrisa se ensanchara más. Acompañado de los gritos y gemidos de dolor, esta podía ser una escena bastante buena, una venganza sublime como la propietaria de mi poca cordura.
— Suéltenlo. — Ordené y ambos hombres vestidos de negro, dejaron caer el cuerpo de un tercero frente a mí. — ¿Debo decírtelo una vez más?
— Vete, no tengo nada que ver con ella.
El rostro de Dylan estaba pintado con moretones y la sangre que brotaba de su pómulo izquierdo y de ambas fosas nasales. Estaba frente a mí, de rodillas como siempre me lo imagine, machucado y casi inconsciente, y aun así no cedía.
— Es un trabajo simple Dylan, nada que no hayas hecho antes, ¿recuerdas?
Negó con la cabeza todavía a gacha, era un estúpido si creía que me iría sin una afirmativa de su parte, aún si tenía que usar mis métodos.
— No puedo hacerle eso a Samara. — Dijo Dylan y luego escupió algo de sangre. Me acerqué a él y con el pie izquierdo le abrí un poco más, la herida sangrante de su ceja derecha. Chilló como una niña me hizo reír para mis adentros, este no era un hombre por el que Samara me cambiaria.
— No entiendes que no hay una opción, solo lo que yo te ofrezco.
— ¿Secuestrar a Samara para obligarla a trabajar en tu prostíbulo de la muerte? — Dijo con algo de ironía.
— Exactamente. — Asentí con la cabeza y el me miro desde el suelo sucio de sangre— Tengo una vacante, si no la ocupa ella la ocupará tu madre, o alguno de tus hermanitos.
Pareciera que esas palabras despertaron el cerebro adormilado de Dylan, porque sus ojos se abrieron de la impresión. Él sabía que hablaba muy en serio, en el pasado había hecho un par de encargos simples para mí, solo unos robos a camiones en el límite del estado. Pero quien se involucra conmigo, se tiene que disponer a mis pedidos. Sin contar que no olvido que este pedazo de mierda fue quien se llevó a mi mujer lejos de aquí.
— Samara ya está prostituyéndose, ¿Por qué no hacerlo para mí? — Le dije con un tono natural y vi como frunció el ceño — ¿Acaso te importa que se venda a otros?
— Ella no es así. — Dijo mientras trataba de levantarse sin ningún éxito — Samara jamás estaría con otro hombre... por dinero.
No pasó inadvertida la pausa que hizo al hablar. Cerré los puños para tratar de calmarme, este estúpido hablaba de mi esposa con un cariño que particularmente me jodia. El parecía enamorado de Samara, pero sin embargo no objeto nada cuando sus padres concretaron su matrimonio con la adinerada Galilea. Ella era la hija de un traficante de joyas, pero a la vista de todos, el señor Miguel era un respetado hombre de familia que se ganaba la vida siendo un orfebre reconocido.
Dylan sabía quién era su suegro y la inmensa cantidad de dinero que podía adquirir si se casaba y tenía un par de hijos con la descerebrada de Galilea, una mujer tan bella como idiota.
Pero a quien en realidad amaba, era a Samara.
— ¿Por qué te casaste si amabas a mi mujer? — Pregunté de repente y Dylan me miro como si buscará mi aprobación para hablar de ella. Le hice un gesto para que siguiera.
— Porque necesitaba el dinero, para volver a buscarla, darle la vida que nos merecíamos.
— Ella está ganando su propio dinero.
— ¡Mentira! — Gritó y se puso de pie rápidamente.
Frente a mí, con esos golpes y la cara hecha una mierda, todavía tenía el valor de hacerme frente por ella. Esa gitana prostituta sabia como calar en el pecho de cualquier macho, pero su suerte había terminado con Ilay Novak.
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Jacharí
RomanceNovela autorizada por la Asociación Nacional Madres Víctimas de la Trata Una mujer escapando de un destino ingrato y de costumbres antiguas, encuentra escape en un pueblo perdido, sin saber, que el mundo ilícito y oscuro del tráfico humano se está p...