Prólogo

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Una pequeña cabellera castaña corría por el parque persiguiendo a un gatito que había llamado su atención, su madre con su hermana en brazos, observaba la escena enternecida.

El pequeño animal alcanzó a escapar de las ansiosas manos de la pequeña, escondiéndose debajo de un coche.

La niña al ver aquello, suspiro decepcionada, hizo un puchero con sus pequeños pero carnosos labios y se retiro con dirección a su madre.

- Mamá, el gatito no quiere jugar conmigo. - dijo con un puchero y golpeando el suelo con su pie derecho.

Una risa escapo de los labios de la mujer, quien la miro con sus ojos almendrados y sonrió.

- Si lo persigues de esa manera, es comprensible. - dijo extendiendo su mano a la niña para que la tomará.

La pequeña aceptó y pasó a retirarse de aquel lugar con su familia.

Camino a casa, la niña se preguntaba donde estaba su padre y como estaría.

Su madre le había dicho que él trabajaba en el extranjero y por ello, no estaba ahí.

La niña suspiro y sacudió su cabello, como ansiaba ver a su padre, la última vez que lo había visto, había sido hace dos años, cuando su madre estaba embarazada de su hermana y cuando por fin se alivió, su padre volvió a irse.

Al llegar a casa, su madre le dijo que se limpiará, tendrían visitas dentro de poco y no podía recibirlos con ese aspecto tan desaliñado, ella refunfuño pero acató la orden dada.

Mientras su madre, acostaba a su hermana, quien sólo tenía un año y pico.

Llamaron a la puerta y la castaña bajo a prisa para recibir a los invitados que esperaba su madre, con una sonrisa surcando sus labios, abrió la puerta.

Un niño, un poco más grande que ella, rubio y de arrebatadores ojos jade, le recibió mirándola con extrañeza.

Ella se sonrojo y aparto la mirada, se hizo a un lado y indicando al invitado que pasará.

El rubio se relajo y pasó, después le siguió un pelinegro de cautivadores ojos azules, le sonrió y ella le correspondió.

Pasaron unos segundos, entraron un hombre y una mujer, de aspecto elegante pero parecían amables, ambos adultos y atractivos, eso explicaba la belleza de sus hijos.

La madre de la niña, sonrió al verlos y de inmediato fue a recibirlos para posteriormente guiarlos al comedor, el rubio miraba crítico e irritado a la niña, algo en ella le molestaba, la castaña quien fue consciente de la mirada de éste, no se amedrento ante ella y caminó con la barbilla en alto.

Podría ser pequeña pero era muy inteligente y muy madura para alguien de su edad.

El niño rodó los ojos y siguió a sus padres, el ojiazul miraba la escena risueño.

Parecía que esos dos, jamás se llevarían bien, pero no dicen que el futuro es impredecible.

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