C U A R E N T A Y C U A T R O

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Desperté a la mañana siguiente dormida en el suelo del cuarto, todo mi cuerpo se encontraba entumecido, un gran vacío se instalaba en mi pecho, me puse de pie con gran esfuerzo. 

Todo el día estuve en mi habitación, deambulando como un zombie encerrado, no quería salir y enfrentarme a ellos, ahora no, estaba demasiado cansada. 

En la noche fue más sencillo debido a que pase la mayor parte dormida, estuve así dos días, sin salir ni siquiera a comer. 

Entonces mientras me duchaba escuché que alguien tocaba, cerré el grifo y me envolvi en una toalla, luego encima me puse la bata. 

Salí del baño, no pare de mirar la puerta como si fuera un fenómeno. 

— ¿Quién? — 

No hubo respuesta. Tomé el pomo para abrir, seguro sería una broma de aquellos dos niños. Entonces Nikolai entró como vendaval y cerró la puerta. 

Le mire iracunda. — ¿No te quedó claro que no quiero saber nada de ti? — su expresión determinada me dio a entender que esta vez no sería fácil alejarlo. 

— Me vas a escuchar quieras o no. — solté una risa amarga y le lancé una mirada venenosa, sí lo se, tiendo a actuar como perra cuando estoy herida. 

Son alguna clase de Instintos en mí, siempre actuó más como un animal y menos como persona. 

— Ese día me llegó una carta, que me amenazaba de que sí no te dejaba, harían sufrir a Oralia y a Santiago, también exigía que me llevará a las gemelas, no tuvimos opción, era irnos o que ellos pagarían el precio. — le mire sin creerle, o eso pensé hasta que sentí un poco de alivio. 

— ¿Le creíste a un anónimo una amenaza sin fundamentos? — él negó. 

— Le creí una amenaza a Donker. — aquello me dejó de piedra, todo se paro. 

Las torturas, la isla, el complejo, los gritos, los llantos, la sangre, todo me golpeó con fuerza que por un momento me doble por la mitad como si de verdad me hubieran golpeado sacándome todo el aire. 

— Él no se va a rendir, jamás lo hará, pero él quiere algo que yo no puedo darle... — murmuro. 

Me siento en el suelo, ¿Cuándo va detenerse o es qué nunca lo hará?, no lo hará hasta que obtenga lo que tanto desea. 

— Sheccid, yo... — hago un ademán de que se calle. 

– ¿Qué haces aquí? Estás poniendo en peligro a Oralia y a Santiago, vete. — dije sin fuerza. ¿Por qué todo se arruina por mi culpa? 

No, no es mi culpa, es de él, de Donker y su ambición de poder, Nikolai suspira como si hubiera querido decirme algo pero cambió de parecer, se retira dejándome sola. 

Sola. 

La noche es como un respiro de la realidad, siempre he amado la oscuridad aunque también me da miedo, pero lo que si no cambia es el hecho de que odio al dios que posee poder sobre ella. 

Escuché voces y discusiones abajo, pero no quise interferir, por ahora me gusta estar en este círculo de autocompasión, lo detesto pero me da un momento para relajarme. 

Observo el balcón, siempre que estoy en un lugar alto me dan ganas de saltar, como si abajo no hubiera suelo, como si pudiera volar. 

Me trepó al barandal, el viento agita mi cabello, veo lo alejada del suelo que estoy, siento como el vacío me llama, las ganas de lanzarme son tentadoras, demasiado, me siento como ave que emprende el vuelo asustada al inicio pero ansiosa de hacerlo. 

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