Descontrol

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Me fui por la orilla de la calle, por la sombra de las casas y de los árboles que pronto iban a empezar a dejar caer sus hojas gracias a la entrada del  invierno, el sol en ese momento no molestaba, pero quizá la costumbre.

Se me había dificultado comer algo los últimos días, había estado trabajando en proyectos escolares hasta tarde y las mañanas simplemente las calles estaban atestadas de gente y se me era difícil “conseguir” mi comida.

-¡dame tu bolso niña!- una voz gruesa me hizo detener en seco, se encontraba a mi espalda.

Sin pensarlo me di la vuelta llevando mi mano al cuello del chico.

-¡oye, oye! Era una broma- se rio Chris nervioso.

Alto, de ojos marrones y cabello claro, me vio nervioso retrocediendo.

-te ves terrible- dijo empezando a caminar conmigo.

-gracias, porque a una chica le encanta que le digan eso- me volví hacia él.

-oye, es enserio- me detuvo por el brazo- algo te ocurre.

-estoy bien- le sonreí asintiendo.

Lo vi por el rabillo del ojo intentando no respirar. ¡Mierda! Tragué saliva cerrando los ojos.

-se me olvido algo en casa- dije con la voz cortada- tu corre que llegaras tarde.

-¿te acompaño?

-¡no!... no, gracias- le sonreí empezando a correr hacia el otro lado.

Sentí el pinchazo de los colmillos en mi labio. Me oculté detrás de un árbol empezando a respirar hondo.

 -otra vez no- negué con la cabeza.

¿Esto? Bueno, meses atrás ¿Cómo? No tenía ni idea ¿Por qué? Yo me hacía la misma pregunta.

A los minutos no tuve otra opción que correr a toda velocidad hasta llegar a la entrada trasera del instituto, la clase ya había iniciado y maldiciéndome por dentro entré bajando la mirada, sentí como todos me miraban.

Me senté en mi silla, intentando desconectarme de clase, y cuando menos lo pensé el timbre me hizo abrir los ojos.

-¿te sientes bien?- Paola me miraba frunciendo el ceño.

-no dormí bien- asentí, no había dormido en los últimos meses si tenía que ser sincera.

Me tardé como pude esperando que el profesor saliera del salón, mis manos se cerraron en puños intentando no destruir todo por la frustración, me senté en el puesto más alejado de la puerta.

-¿te sientes bien?- escuché como alguien abría la puerta.

Sin arrepentimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora