-pero…-escuché la voz de Caleb muy lejana, separó la mano de mí y apoyándose en una rodilla en el suelo suspiró- me quiero divertir primero.
Alcé a mirada hacia su rostro, respiré hondo y luego miré hacia el suelo.
-¿Qué?- preguntó con una sonrisa.
-eres un maldito…- gruñí levantándome.
-eso no me importa- suspiró sentándose en la cama.
-puede que no mueras… pero puedo lastimarte- lo miré tensando la mandíbula
-escucha, cariño- se inclinó hacia delante- un rasguño en mi piel… será igual para cada uno de tus amigos, para cada uno de esos demonios, sean corpóreos o no.
Fruncí el ceño, me recosté de la pared.
-¿no sabes sobre los demonios?- se rio- ¿es que no les cuentan nada?
No le respondí.
-hay una serie de demonios… dos clases, corpóreos, son tú y todo los lobos y brujas… y los otros, las peores pesadillas, los que se encuentran bajo la cama, en el closet, los que tus padres nunca creyeron que existían, pero si existen…
-no entiendo porque me cuentas esto- alcé una ceja
-intento crear tema de conversación- dijo- en fin, aquellos demonios, los peores de hecho… difíciles de matar, difíciles de ver… buscan cuerpo sin alma, toman el control, es simplemente increíble como un cuerpo humano puede ser el envase de una criatura asquerosa.
-basta- suspiré, las imágenes me causaban escalofríos.
Se me quedó viendo, sonrió y se recostó.
Movió una mano y unas hileras de barrotes rojos aparecieron frente a mí, a mí alrededor como una celda.
-necesito dormir, así que ponte cómoda en tu hermosa prisión- suspiró.
Quería perforarle el pecho, atravesarle el cuello… quitarle los brazos, ver su sangre correr… ¡Agh! No pude evitar pensar en Chris, ya se debió despertar, creo que sí, necesitaba verlo, ¿Cómo estarían los lobos, los vampiros…?
-“Kat, Kat… ¡Dios mío, Katherine!- gruñí en mi cabeza.
Volví la mirada hacia Caleb, se había quedado dormido.
Me senté en el suelo recostando la cabeza de mis brazos cerré los ojos, ya no podía hacer nada, ni un poco…
-¿sabes?- murmuré, pero él ya no me escuchaba- acabas de darme una idea…