Vi como mis manos empezaron a agrietarse.
-¿puedes curarte cierto?- Chris se arrodilló a mi lado.
-es plata, no podemos curarnos de plata- murmuré intentando no entrar en pánico.
-¿Qué hago?- sus ojos veía la herida.
-primero deja de aguantar la respiración, no nos interesa la sangre de vampiros- gruñí sintiendo el dolor en el pecho.
-bien- asintió.
-saca la bala- suspiré.
-¿Qué?
-¡sácala!- gruñí cerrando los ojos.
Estaba completamente acostada en el suelo, veía mis brazos quebrarse, mi cabeza dolía de la peor manera y mi mirada ya empezaba a borrarse.
-bien, vale… creo que puedo- asintió acercándose a mí.
Ahogué un grito cerrando los ojos, y al segundo una sensación de calma me hizo abrir los ojos, Chris mantenía la bala en su mano llena de sangre.
-gracias- suspiré.
La herida se cerró casi de inmediato, pero aún tenía la sensación.
-hay que salir de aquí- susurró él.
-no puedo moverme- suspiré- al menos por unos minutos.
-bien- asintió.
Respiré hondo.
-¿me odias?- pregunté mordiéndome el labio.
-no- negó con la cabeza- no fue tu culpa.
-deberías hacerlo- cerré los ojos.
Respiré hondo, y con cuidado me levanté apoyándome de la pared.
-¿volveremos a la normalidad?- preguntó.
-el instituto te dio una semana, creo que con tu control, podrás volver pronto- asentí- tu volverás a tu vida y yo a la mía.
-¿de qué hablas?
-olvídalo- suspiré levantándome del suelo.
La puerta se volvió a abrir, pero esta vez, Sebas se encontraba cerrando tras él.
-te dejo sola, un día… y me encuentro la casa hecha una mierda y no están ninguno de ustedes… ¡qué bueno que tu olor es como una plaga!
-¡volviste antes!- sonreí.
-vamos, hay que irnos- me indicó con la cabeza- ustedes dos están en graves problemas.
Salí para encontrarme con un pasillo enorme, Sebas nos condujo por varios caminos, no había nadie y en menos de diez minutos estábamos afuera.
-entren al auto- me indicó una carcacha color oxido.
Nos subimos a él, había perdido sangre y estábamos afuera, el olor a humano era bastante en comparación con lo normal, volví la mirada hacia Chris, sus ojos estaban cargados de dolor y sus manos cerradas en puños.
-hay bolsas de sangre atrás- susurró Sebas.
Rebusqué en una bolsa sacando una para mí y otra para Chris. Él se la tomó con rapidez al igual que yo.
-mejor- Chris asintió.
-primero… nos mudamos de esa casa… segundo, creí enseñarte a defenderte en casos como esos- suspiró Sebastián.
-me enseñaste a defenderme, no a reaccionar ante un ataque sorpresa que casi me rompe la cabeza- gruñí.
-¿mudarse?- preguntó Chris.