Real o no

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-¿ya está despierto?- pregunté.

Sebas acababa de salir con un par de bolsas de sangre.

-algo así- suspiró.

-¿está o no?

-¿quieres entrar? Entra, solo no lo desates- suspiró.

-¿lo amarraste?- gruñí.

Me sonrió y luego entró a la habitación de al lado.

Suspiré y entre a la habitación, estaba sentado en una silla de metal, atado por los pies y manos con cadenas, odiaba los métodos de Sebastián.

La piel de Chris estaba muy pálida, tenía los ojos abiertos, pero estos de un color dorado claro. Respiré hondo arrodillándome frente a él.

-¿Cómo te sientes?- le pregunté haciendo que los ojos se volvieran hacia mí, esa mirada tan vacía y distinta era lo que nunca había pensado ver en él.

-estoy atado- dijo con la voz fría.

-lo siento por eso- suspiré.

Sus ojos se quedaron fijos en los míos, y luego se rio.

-soñé algo como esto hace unos meses- sonrió- esta vez el sueño es bastante realista.

-escucha… no es un sueño- negué con la cabeza.

Sus ojos se cristalizaron de repente.

-desátame ¿puedes?- me preguntó moviendo las manos.

-no puedo, lo siento- negué con la cabeza.

-¡desátame!- gruñó, sus ojos brillaron con fuerza.

Me alejé casi chocando contra la pared.

-¡vamos, afuera!- Sebas apareció arrastrándome hacia la sala.

Me dejé caer en el mueble con los ojos llenos de lágrimas.

-¿yo era así al principio?- me volví hacia él.

-lograste liberarte de las cadenas- asintió- el resto quedo hecho astillas al pasar los primeros quince segundos.

-¿Cuándo se le va a pasar?- pregunté.

-cuando termine de convertirse- se encogió de hombros.

-¿Cuándo será eso?

-¡no lo sé! ¡Dios! Eso depende de la persona- gruñó- pero te diré una cosa, ese chico, ahora va a ser tu responsabilidad, si nos arriesgarnos a ponernos en el mapa de otros nos meteremos en muchos problemas, así que si mata a alguien, es tu culpa, y si llega a destrozar algo en ataques de rabia vas a tener que limpiarlo.

-¡No pude cuidar de mi misma! ¿Me vas a poner a cuidados de un chico?

-¿es tu amigo cierto? Sabrás que tienes que hacer para controlarlo, al menos las primeras semanas.

Sacó un bolso de detrás del mueble.

-¿para dónde vas?- me levanté tomándolo del brazo.

-tengo que trabajar- me sonrió- hay que hacerlo.

-¡no me dejes sola aquí!- grité mirándolo a los ojos.

-tan solo dale la sangre diaria hasta que no quiera matarte- me sonrió dándome un beso en la frente abriendo la puerta- vuelvo en un par de días.

-¡estás loco!- le grité antes de que cerrara la puerta, escuché su risa al otro lado del corredor.

Me senté en el mueble llevándome las manos a la cabeza. No me di cuenta cuando me había quedado dormida, pero la luz de la mañana alumbraba todo lo del pequeño departamento.

Sin arrepentimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora