-bien, a donde vamos- pregunté.
-un par de estados al norte.
No dejé de ver la sombra de la demonio detrás de mí, principalmente porque no podía darme el lujo de confiar en una criatura así, simplemente… no me lo podía permitir.
Llegué a lo que al parecer era mi casa por la noche, la miré por el rabillo del ojo.
-deja de mirarme así, valla que intensos son los de su clase- bufó- son Phoenix.
-¿Phoenix?- alcé una ceja.
-culpa a quien me puso el nombre- suspiró- dime Nix.
-bien… Nix- musité- no he dormido nada en un par de días… y no me parece dormir contigo aquí, pero es la única manera de que pueda seguir conduciendo.
-¿quieres una canción de cuna?
-no te pases de lista- la reté.
-vale, tu duerme y yo me quedaré aquí jugando con le aire ¿Qué tal?
Me le quedé viendo.
-¿por qué no conduces tú? ¿Por qué necesitas que alguien te lleve?
-tengo poco tiempo en este mundo- me dijo- cumplí lo básico para poder salir de mi casa… no conozco esto, ni las reglas humanas, ni mucho menos… conducir.
-te vendría bien una ducha, las reglas “humanas” dictan que si apareces así frente a los demás te tratarán de loca y nadie se acercará a ti.
-veré que hago al respecto- asintió.
Frunció el ceño.
Me lancé a la improvisada cama y mirándola cerré los ojos.
Flashes, uno seguido de otro inundaban mi mente, ojos cafés, lobos, ojos dorados… un beso, ese era nuevo.
Me levanté abriendo los ojos de golpe, cerré las manos en puños y gruñendo me sacudí la ropa.
Al alzar la mirada Nix me miraba desde el mismo lugar en que la había dejado la noche anterior, pero esta vez limpia y con ropa nueva.
-eso pasa cuando no tienes alma- me guiñó un ojo.
-¿Dónde encontraste esa ropa?
-en la calle- me sonrió- lo robé, ¿hay problema?
-no…- me llevé las manos al cabello intentando ponerlo todo en su lugar.
-¿son constantes?- preguntó.