Capítulo 32. Fingiendo

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MARATÓN FINAL (2)

Juro y juraría mil veces que nada más el barco estuvo en el puerto y pudimos bajar, salí corriendo de ese lugar y besé el suelo. Me tiré y lo acaricié hasta darme la vuelta y ponerme mirando hacia el sol, que brillaba con intensidad en el cielo azul celeste de aquella mañana de verano.

Vi una cabeza, algo oscura, por eso de sacar a contra luz, pero yo sabía cuál era la silueta de mi madre perfectamente.

- Con que la marquesita no pretende ayudar, ¿no? Pues mira tú por donde, aquí la reina ha decidido que sí. Levanta tu culo y ayuda a sacar tu equipaje.- dijo mi madre.

A veces se ponía en ese modo, sobre todo cuando estaba nerviosa. Íbamos a coger un coche, un coche encantado, aquí estaban permitidos, y lo mejor, era que iban a super velocidad, así que no tendría que pasar otro agonizante tiempo con James en un lugar cerrado. Todavía seguís soñando con él. Pero todavía no había confesado nada, tenía que recuperar mi confianza, el problema era que no se estaba esforzando, para nada como hacía dos años a la vuelta de Italia y estaba consiguiendo mejores resultados.

Me levanté refunfuñando, para variar. Volver a la caja de hierro que me hacía vomitar y remover mis sentimientos. Fui con tal rapidez que cuando volví a donde había decido desplomarme con anterioridad, mi familia aún estaba descargando algunas cosas. James se sentó a mi lado encima de mi baúl.

- Ya sólo nos quedan 51 días. Lo vamos a lograr, Sólo Sam.- me dijo.

Había cogido la costumbre de volver a llamarme Sólo Sam, cosa que hacía que casi me sonrojase cada dos por tres.

- Eres un gran actor, Potter.- le contesté, si él había vuelto a las antiguas costumbres, así lo haríamos.- ¿has pensado alguna vez en hacer teatro?

El comenzó a reír a carcajadas.

- Es el instinto de supervivencia.- dijo cuando la risa le dejó.- Mi vida es el Quiddich, ya lo sabes.

Afortunadamente el resto llegaron antes de que pudiera decir algo de lo que me fuera a arrepentir. Eran 51 días por delante y no sabía si sería capaz de aguantar tanto.

La furgoneta de los años ochenta, pintada con un estilo parecido al de la profesora de adivinación, era nuestro billete hasta nuestro destino. Pensé que no íbamos a caber todos allí. Pero, qué idiota, tenía un hechizo agrandador en el interior.

A penas notaba la velocidad, y en dos horas, que aproveché para dormir, llegamos a las casas junto al lago. Las casas eran de madera. Sí, como leéis, madera, esta gente no tenía respeto por la naturaleza y además era idiota, si empezaba a arder una cada, arderían todas las contiguas.

A pesar de esos pensamientos, la casa era agradable aunque tenía cierto olor a rancio. Quizás demasiado tiempo cerrada. Subí a la habitación que compartiría con Luke. Eso era algo que odiaba de mi vacaciones, tener que compartir mi espacio personal.

Luke había decido dejar de hablarme, el apoyaba la idea de Ken de decirle a los padres. Yo les dije que no era su vida, así que no tenían vela en este entierro, y por eso me libré de que dijeran nada al respecto, pero tenía que fingir con otra persona más. Primero con James y ahora con Luke, genial, sí señor.

Cuando hube colocado algunas cosas, no demasiadas porque me canse, tiré el baúl debajo de la cama, decidí vaguear un poco tirada en el sofá hasta que llamaron a la puerta. Nadie iba a abrir y el sonido estaba molestando mi paz, así que enfadada fui a abrir la puerta con un seco: ¿qué?

- Hola, bienvenida al lago.- me dijo una chica rubia. A su lado, supongo, su hermano que era idéntico pero con el pelo algo más corto (pero le llegaba hasta los hombros).

- Hola.- dije seca. Seguía pertubándome.

- Somos Malcom y Jane, vivimos al otro lado del lago, y nos encantaría enseñarte todo esto.- dijo la chica con demasiada felicidad.

Ahora también tendría que fingir amabilidad. Genial (introducir sarcasmo). Cuando acabase el verano llegaría al tren y diría, mi verano ha sido genial, todo una mentira, porque me he llevado todo el verano fingiendo. Entonces vi mi oportunidad, Charlie se presentó en el salón con intención de cruzar hasta la cocina, pero lo intercepté.

- Uy, eso lo lleva el departamento de actividades, espera que consulte. Charlie, hermano, ven aquí.- le dije y él, alzando una ceja en dirección a la chica, se acercó a la puerta.

Estuvo hablando con ellos mientras yo inspeccionaba a los sujetos. Iban vestidos iguales, cosa que me producía grima. Ambos llevaban un polo celeste y la parte de abajo estaba combinada con una falda-pantalon para ella y un pantalón de explorador para él de color beige. Era estremecedor. Sus dientes brillaban tanto que deslumbraban al abrir sus bocas. Sus ojos azules cómo el cielo. Sus pelos perfectos.

Vislumbré tras ellos a James, que salía a por algo a la puerta y decidí huir como perseguida por un snarfaloo.

- James.- le llamé y le abracé. Cuando estuve lo suficientemente cerca u con la mirada de los tres en mi le susurré.- líbrame de esta, por Merlín.

Sí, debía seguir fingiendo para salvar mi trasero. James me soltó el abrazo y me cogió de la mano para adentrarme a una casa (según dijo el señor Potter también se llamaban bungalós) idéntica a la mía. Cerró la puerta y pude respirar tranquila. Pero no solté su mano. Él se me quedó mirando.

- Quieren llevarme a hacer deporte por el lago.- me justifiqué y solté su mano asustada.

Como no sabía si Ginny, Harry o Lily merodeaban por allí, decidí que debía seguir fingiendo. Y James se dio cuenta de que había que tener intimidad para poder ser los verdaderos nosotros. Me guió hasta su habitación, que no compartía, así que me tumbé en su cama mientras él deshacía sus cosas.

- Qué rápida eres, ¿ya has sacado todas tus cosas?

- El cepillo de dientes, el pijama y el baúl bajo la cama.- me límite a decir.

- Te vi besar el suelo nada más llegamos.- me dijo y vi su sonrisa, esa sonrisa que indica que vas a pasar un buen rato con James Sirius.

- ¿Sabes cuando fuimos a Italia y había la señora meona desconfiada a mi lado? Mil veces mejor que un barco, sin lugar a dudas. Casi opté por tirarme por la borda cómo Ken.

Él rió mientras sacaba dos o tres bañadores.

- A mí el barco me ha gustado, pero presiento que esto no. Parece un lugar de niños de papá americanos.

- Oh, y eso que a ti no te han atacado Malcom y Jane. Sus sonrisas me han deslumbrado.- le contesté yo.

Él se dio por vencido y a mi semejanza, metió el resto del baúl bajo la cama. Se tumbó a mi lado, mirando al techo, pero instintivamente le miré a él. No dijo nada más, permanecimos un tiempo tranquilos allí, él pensativo mirando al techo y yo con la baba que se me caía mirándole a él.

Andrea 💥

After HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora