Especial 3. Venus

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Fragmento del libro de jessica.
1640.
Andrea.
Alma blanca, flor de verano, aire de frescura.
Había vivido una vida en inocencia lejos de los pueblos, ella y su abuela se alimentaban de frutas que rodeaban su próspera casa. Amaba la lejanía de su vida, amaba los sonidos musicales que producía la naturaleza, y aunque Andrea creía que la perfección no existía decía que aquel paisaje que ella miraba todas las mañanas era lo más cercano a aquel concepto.

Su abuela le enseñó todo lo que ella sabía en su tiempo, aquella mujer de muchos años, había vivido en un mundo aristocrático y muy pomposo, lo cual sirvió para educar a su sobrina con la mejor educación en el hogar. Aunque Andrea cuando cumplió quince años le preguntó el porqué había abandonado su título de condesa, su abuela nunca le respondió, y por desgracia ese mismo año ella falleció dejando a aquella niña sola alejada de la sociedad.

Sin dejarse abatir, Andrea siguió con sus labores ya rutinarias, entre sembrar semillas que en diez años sería otro de los muchos manzanos que rodeaban su hogar o simplemente nadar en el gran arrolló.

El tiempo fue pasando, y los días se consumían con velocidad, Andrea ya a sus veinte años decidió salir aquel día a buscar manzanas rojas, pero no de cualquier árbol, sino de aquel que brilla entre todos aquellos. En su cesta comenzó a recolectar algunas otras frutas mientras caminaba, sin embargo sus pies se petrificaron al ver a una dama de tanta belleza deleitándose con el hermoso jardín de manzanos.

Andrea pasó sus ojos por cada rincón del distraído rostro de la joven, guardando en su memoria aquella majestuosidad, veía como el viento acariciaba el cabello de la joven, los cuales eran tan rojos como la sangre, y su piel tan blanca como la nieve, iba sobre un corcel blanco y cuando se percató ya le había dirigido la palabra. Cuando los ojos de aquella chica se posaron sobre los de Andrea ella se sintió desfallecer, nunca había visto un azul tan intenso, y nunca había conocido el pensamiento de un pecador.

Aquel día Andrea conoció a Clarise. Y mientras los días pasaban, se daba cuenta que si la lujuria fuera una persona, su ahora amiga le protagonizaría.

Que le estaba pasando, era lo que se preguntaba Andrea cada vez que se sentía atraída por aquel magnético placer de la voz de clarise, o cada vez que veía su cuerpo de una manera no tan pura. Aquellos vestidos que usaba su amiga, le hacían pensar en cómo se sentiría quitárselos, y Poder conocer cada rincón de su perfecto cuerpo, y aquello le asustaba mucho.

Cada tarde clarise le traía a Andrea algún dulce, y siempre encontraban temas espléndidos entre ellas. Andrea estaba embelesada con la sensualidad que desprendía clarise, y clarise estaba embobada por la pureza en aquellos verdosos ojos.

Aquel día ya a sus veinticinco años, Andrea había tenido un sueño completamente fuera de lugar, ella se entregaba al placer pero no a cualquiera, sino en las manos de su amiga. Una parte de ella no quería haber despertado, deseó que aquel sueño fuera real, pero otra parte de ella estaba aterrada, porque aquello era una aberración en la sociedad.

Cuando el sol iba bajando llegó clarise como todos los días, con la diferencia que su vestido era negro y resaltaba sus voluptuosos senos, haciendo que la mirada de Andrea se desviara inconscientemente.

Aquel día Andrea sucumbió a su deseo más oculto, aquel que presionaba su pecho y hacia temblar su corazón, justo en el momento en el que sus labios tocaron aquellos rojos labios, supo que ninguna manzana tendría su sabor, y también supo que sería su sabor favorito.

No sabría reconocer al amor my lady —escucho como las palabras eran dichas por clarise en un bajo susurro directo a su oído, mientras sus manos le abrazaban contra su ser —sin embargo, aquella pureza con la que tus labios tomaron los míos, hizo vibrar hasta el último centímetro de mi cuerpo

El cielo de tus ojos. (Lesbico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora