Capitulo 12

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Huge terminaba de empacar sus cosas, cuando Ingrid entro en la habitación, con pasos calmados y silenciosos, y se acerco a el hasta que quedo a un metro de distancia. Se veía tan hermosa con su vestido verde que la ansiedad comenzó a picarle en las manos.

-Mi lord, solo quiero pedirle... no exigirle que estos cuatro meses que...

Pero Ingrid no pudo terminar de hablar, por que el se abalanzo hacia ella y la beso con fervor. No quería corresponderle, pero su fuerza de voluntad se habían esfumado; en cuanto termino el beso, ella quedo con los ojos embelesados con la intensa mirada de el.

-Ingrid, se muy bien lo que quieres pedirme, ¡no! exigirme, pero no lo conseguirás, yo no voy ni siquiera a intentar olvidarme de ti, ya tu cuerpo fue mio y ahora voy a luchar por tu corazón.

-Eres un necio- ella intento zafarse de sus brazos sin éxito- ¿que no entiendes? yo no soy tuya, no soy de nadie, debes desistir en esto.

-No, no lo haré; yo te quiero, desde la primera vez que te vi me cautivaste, estoy enloquecido por ti hasta el tuétano, solo dame una oportunidad, déjame deshacer la cadena que tienes en el alma deja que mi amor sane tus heridas.

-No puedo, no lo entiendes... NO PUEDO- ella le grito, por lo que consiguió que la soltara- tu no sabes lo que hay en mi alma, soy una carga muy pesada para ti; es verdad que fui yo quien incito el deseo entre los dos, pero me arrepiento de haberlo hecho, tu quieres algo que yo jamas podre darte...yo no quiero tu amor Arlongford.

-No quieres aceptarlo, pero te equivocas Ingrid Briest, si crees que por que soy un simple baronsucho no podre darte todo lo que acostumbras, te equivocas... trabajare el doble para compensar mi titulo con ....

-¿Como puedes pensar que yo sea tan superficial? no es tu titulo lo que me impide a más, ni siquiera lo he sugerido, que no entiendes, Emilia se casara con el Duque y yo debo de cuidar a Corinna, soy su institutriz, su amiga y su dama de compañía, mi lugar es aquí en Austria mientras que el tuyo es en Inglaterra, ademas, debes buscar a una joven mujer que te de hijos, yo ya estoy muy vieja para eso...

-Esos son los pretextos que me pones, son estúpidos e incoherentes; pero esta bien- Huge se acomodo el saco y el chaleco, te daré la oportunidad de que en estos 4 meses que no nos veremos pienses bien las cosas y te des cuenta de que tu me correspondes, ahora si me permites - Termino de cerrar su baúl- hay un tren que me espera.

Ingrid vio anonadada, como cargaba sin esfuerzo alguno el baúl de equipaje y abría la puerta pasa salir, su cuerpo aun vibraba por el beso que le había dado y su corazón retumbaba por las palabras de amor que le había dicho. Tardo unos minutos en salir de su estupor hasta que escucho una puerta cerrándose estruendosamente, cuando salio a ver que había sido, se encontró con una muy enojada Corinna intentando avanzar lo mas rápido que el bastón y su prótesis le permitían.

-Corinna, ¿te encuentras bien?

-Mejor que nunca Ingrid, sabes una cosa, yo que tu me alejaba del barón, en verdad compadezco a mi hermana, al parecer todos los ingleses son unos completos idiotas.

-¿Que estas diciendo? ¿se puede saber que es lo que te pasa?

-Nada, me voy a mi recamara.

-¿A donde crees que vas?, como puedes pensar así de tu hermana, ella tiene muchas ilusiones por haber encontrado al duque y tu compadeciendola- Ingrid vio como los ojos de ella se ponían vidriosos y tristes.

-Tienes razón, el duque a demostrado que ama a mi hermana, pero entonces el es la excepción, todos los demás son unos vanidosos y estúpidos cabezas huecas, me disculpas con el duque pero no quiero bajar.

-No no no, eres la Condesa de Rosenau y tu deber es acompañar a tu hermana a despedirse del duque y sus amigos, ahora bajaras conmigo y mostraras la educación que te he enseñado.

-¡Esta bien!  eres peor de molesta que Emilia cuando te lo propones.

Ambas mujeres bajaron, Corinna con enfado e Ingrid con temor, no quería ver a Huge marchar, pero tampoco quería perder la ultima oportunidad de ver sus ojos  mielosos, por que estaba segura que cuando volviera a hacerlo,el ya no la vería igual que hace un rato y eso en el fondo le dolió.

Cuando llegaron al recibidor, Emilia estaba fundida en un fuerte abrazo con el duque mientras ambos se decían lo mucho que se extrañarían, el Vizconde se veía incomodo y serio mientras que en el rostro de Huge había una picara sonrisa dirigida a Ingrid.

-No llores mi amada, solo serán cuatro meses, pasaran muy rápidos ya lo veras.

-Lo se pero ya me he acostumbrado a tu presencia, sera difícil, debes jurar que me escribirás todos los días- Emilia puso las manos en jaras, haciendo sonreír a Edmond.

-Lo juro- El duque beso con ternura a su prometida, ignorando la tensión en el ambiente- Condesa, lady Briest las veremos pronto. 

-Que tengan un buen viaje excelencia- dijo Ingrid mientras hacia una leve reverencia- Lord Chester que dios los acompañe.

-¿De mi no se va a despedir lady Briest?- las palabras de Huge provocaron que las mejillas de la dama se tornaran rojizas.

-Por su puesto lord Arlongford, que lleguen pronto a su destino- ella solo planeaba inclinarse un poco pero el le tomo la mano y se la beso con mucha delicadeza, y aprovechando la distracción de los otros se acerco peligrosamente a su oído.

-Mi destino lo alcanzare en cuatro meses bonita, así que prepárate, por que te estaré esperando en Inglaterra.

Con la boca abierta y mas roja que una manzana Ingrid se soltó con suavidad del agarre del hombre, quien le guiño un ojo y prosiguió a despedirse de Emilia y Corinna. Fue la contestación grosera que esta ultima le hacia el vizconde lo que la bajo de su nube; hubiera sido mas incomodo pero el duque rápidamente  apuro su partida,mientras que Corinna huía a su habitación dejándola junto a Emilia hasta que perdieron de vista el carruaje en el camino.

Esa misma noche, Ingrid se despertó solo para encontrarse con la tarjeta que había acompañado al hermoso ramo de rosas blancas  que Herr Nico le entrego en la tarde y que decía lo siguiente:

"Las rosas blancas significan amor verdadero, puro y sincero, pero sobre todo, son la promesa de mi corazón hacia ti.

                                                                                                                                                   Atte: H. W. Parrish"

La leyó tanta veces hasta que la comenzó a arrugar, entonces se levanto de la cama y guardo la tarjeta en un pequeño cofre que casualmente también estaba en su tocador; camino hacia su ventana y se sentó a esperar como siempre a que el sol saliera, pero esta vez por los motivos diferentes. 

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Huge miraba la luna que adornaba el cielo estrellado y que se filtraba por la ventana de su camarote, el tren llevaba buen ritmo y todos los pasajeros dormían, pero el no podía dejar de imaginar el rostro de Ingrid, sus bellos ojos claros y enigmáticos, sus mejillas sonrosadas y sus labios hinchados después de ser besados; aun no salían de Austria y ya deseaba que el tiempo pasara rápido para volver a tenerla entre sus brazos.

-Para que negar lo, me he enamorado- Huge junto sus manos frente a el y poso su frente en sus nudillos- dios se que no soy el más fiel de tu rebaño ni el más ejemplar, pero te pido que alivies su alma para que vea que en verdad le quiero.

Jamas se había atrevido a pedirle nada a dios para el; sus plegarias siempre las dirigía a sus trabajadores, sus amigos o sus familiares, pero nunca nada para el. Era cociente de que no se comportaba como un buen cristiano, y esa noche no era la excepción, pero pedía paz para el corazón y el alma de su bella dama, y también que quitara el pesar que le acongojaba y tal vez... solo tal vez, cuando todo lo malo de su vida desapareciera, ella al fin vería que sus sentimientos eran reales y que también ella los sentía.

Lo único que ni el ni ella imaginaban es que mientras ambos contemplaban la misma luna;en otro lugar, un hombre cabalgaba sin descanso para poder cumplir con las ordenes de su señor y así descubrir si era verdad lo que la inglesa había dicho.

El Temple de la Princesa (2° Saga corazones traicionados) ULTIMOS CAPÍTULOS!!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora