buenas tardes a todos ustedes mis querid@s niño@s, se que desde cuando estoy subiendo este capitulo, pero les juro que lo reescribí como 5 veces y aun así no estoy muy convencida, por lo que me arriesgare a leer sus comentarios y ver sus votos.
Les recuerdo que pueden seguirme en mis redes sociales, @dianitaperapot en twitter, dianitapot en instagram y Diana J.S.H en FB. Saludos y apiádense de mi.
PSD. mi teclado esta fallando así que una disculpa por los errores.
Oszkár le había contado todo lo que su tía Domy le había dicho sobre ellos, de la muerte de Orban y del día en que nació. Ingrid no pudo evitar sentir enojo hacia lord Frederik y a frau Helga y Nico por haberle ocultado la verdad sobre su hijo. Pero, conforme iba escuchando lo que le relataba, iba comprendiendo el por que lo hicieron, o al menos el trasfondo del porque.
Fue sorprendente escuchar de los labios de su hijo todo lo que sabia de ella, desde su color favorito, las flores que más le gustaban y hasta como tomaba el té en las mañanas; aun más sorprendente, era escuchar la admiración y la vehemencia con la que hablaba de su padre.
-¿Como es que no me odias por no estar a tu lado?- había dicho Ingrid con tristeza.
-Yo no podría odiarte mamá, para mi siempre estuviste en mi corazón, siempre se me dijo que tu estabas en un lugar especial, donde podían curar tu corazón, y que un día, cuando estuvieras recuperada, mandarías llamar por mi. yo nunca imagine lo que había pasado.
Ingrid acomodo al niño entre sus brazos, lo acunaba y llenaba de besos, aun sin poder creer que fuera verdad. No sabían cuanto tiempo tendrían escondidos, pero pronto el frió de la noche comenzó a calar en los huesos de ambos; no podían hacer una fogata y no estaban seguros de que hubiera algún pueblo cerca ni de cuan lejos avanzaron mientras los mantuvieron dormidos.
El estomago del niño rugió por la falta de alimentos, así que para distraerlo del hambre y el frió, Ingrid comenzó a platicarle sobre su familia.
-Todos esos hermanos tenias mamá!
-Ahora que lo pienso, si eramos bastantes. Cuatro hombres y dos mujeres; a tus abuelos siempre les daba dolor de cabeza cuando nos escuchaba gritar por los pasillos del palacio.- Ambos soltaron una risilla.
<< Gustaf, era el mayor, le encantaba montar en su caballo por los alrededores de la ciudad, era el más allegado al pueblo. Después era Alwin y Therese, los gemelos; Maximilian y Luca eran excelentes espadachines. Yo fui la ultima en casarme, y cuando todos nos sentábamos a cenar era maravilloso. Tenias muchos primos a los que hubieras adorado y tu padre... tu padre era un excelente hombre, amable y valiente- la voz de Ingrid se empezó a apagar y ligeras lagrimas de nostalgia y tristeza rodaron por sus mejilla.
-No llores mamita. La tía Domy decía, que la vida era prestada por dios, y que no habia que entristecerse por la partida de nuestros seres queridos, por que los volveremos a ver en el paraíso. Cuando esos... esos hombres ... mataron a tía, llore mucho, pero ahora se que también nos cuida desde el cielo como los abuelos y mis tíos y primos
-Mi pequeño hijo, tan joven y tan lleno de sabiduría, eres idéntico a tu padre. Estaría muy orgulloso de ti.
El ruido de unas ramas rompiéndose alarmaron a ambos y se abrazaron con fuerza, la oscuridad de la noche no les dejaba visualizar si era algún animal o los hombres que los habían rapado.
Cada vez se acercaba más y más hasta que una voz que creyó que jamas volvería a escuchar les hablo...
-Querida mía, no sabes cuanto tiempo te he buscado.
Un escalofrió recorrió todo el cuerpo de Ingrid y cuando una antorcha fue encendida el terror se plasmo en el rostro de la princesa.
-Miklos...
-Alexandra! no sabes la alegría que me da por fin este momento, pero que tenemos aquí? que niño tan más encantador- Miklos intento revolotear su cabello pero el niño no se dejo.
-No me toque- le espeto Oszkár al hombre.
Miklos endureció el rostro por un segundo para después sonreír con sorna. Ingrid no dejaba mirar al hombre arrodillado frente a ella, sin que los recuerdos del pasado revivieran.
-Bueno mi querida princesa, la paciencia nunca a sido mi mayor virtud y mira que esta vez si que fue para bien.- el hombre trono los dedos y de inmediato dos hombres se acercaron con capas para cubrirlos, pero Ingrid abrazo a Oszkár recelosa.
-No seas necia querida, no querrás matar al muchacho de frió, o si?
Ambos fueron cubiertos por las pesadas capas y escoltados hasta un carruaje enorme, dirigido por caballos percherones. La extraña pasividad en la actitud de Miklos le ponían los nervios de puntas a Ingrid, por que sabia, que en el interior, estaba esperando el momento preciso para descargar su furia en ella. Dentro del carruaje una canasta con quesos, pan y frutas los tentaban a saborearlos, pero Ingrid no permitió a Oszkár hacerlo.
-Es solo comida querida, no estarás pensando mal de mi?- Oszkár observo como ese imponente hombre tomaba una puño de uvas y se las comía con elegancia- deben estar muertos de hambre, según tengo entendido no han probado bocado desde que despertaron, y estoy muy seguro que la leche con miel no es alimento suficiente.
La interrogante en su semblante, debió divertirlo, por que lo escucho soltar una carcajada divertida.
<< No te espantes, seguro que ni cuenta se daban de que lo tomaban desde que salieron de Steinach. Inteligente de tu parte querida, esconderte cerca de la cueva del lobo, y yo que pensé que estarías en América o Australia!. Y tu jovencito, tu fuiste una gran sorpresa- Miklos se inclino hacia el niño y con sus penetrantes ojos oscuros reviso cada centímetro de su rostro- Eres idéntico a tu padre.
A ninguno de los dos les paso desapercibida, la sorna en la voz del hombre. Ingrid sabia que se estaba conteniendo, y sobre todo sabia que tenia que encontrar el modo de salvar a su hijo aunque le costara la vida; por el momento tendría que mantenerse tranquila y alerta. Ya una vez habia provocado la ira de Miklos, y lo habia pagado muy caro.
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Despues de que Miklos habia recibido la noticia de la aparicion de Alexandra, decidio encaminarse a Austria y darles alcance. Nunca se imagino que se los encontraría tan rapido y con la novedad de que se les habia escapado.
"-Eres un inútil! Una sola cosa te encomendé y me sales con tus idioteses- Miklos azotó a Holstein con el fuete que traia.
- Los encontrare, solo deme más tiempo- suplico el hombre.
-Encontrare?... A quienes?- pregunto con rabia.
-Mi señor, no había querido decirle aun nada hasta que lo tuviera en mis manos. El niño... sobrevivió y está con ella, el príncipe... el hijo de Alexandra y Orban..."
Miklos clavaba su mirada en el mocoso que se aferraba a los brazos de Alexandra mientras avanzaban en el carruaje, contemplo lo terrible que era darse cuenta de que, era el mismo maldito retrato de ese estúpido de Orban. Era completamente irritante ver la escena frente a el. Alexandra abrazando a su hijo, y mirándolo con amor, mientras que a el lo miraba con desprecio y asco, pero también con miedo y ese mismo miedo era el alimento que calmaba sus ganas de enseñarle a mirarle con respeto.
Alexandra habia cambiado tanto, su belleza se habia resaltado y la piel lechosa que alguna vez le fascino se habia tornado de un color caramelo como el trigo, y la oscura cabellera que tantas veces deseo oler era de un tono más claro, casi rubio, pero esos ojos verdes aun eran los mismos ojos que soñaba cada noche.
La carroza se detuvo abruptamente, provocando que tanto el como Alexandra y el niño brincaran en el asiento y la comida saliera disparada a todos lados. Miklos abrió la puerta y salio con toda la intensión de liberar su enojo con el primero que se cruzara frente a el, pero en cuanto alzo la mirada, sus ojos se cruzaron con un hombre apuntándole a la cabeza...
-Solo se lo pediré una vez, suelte a la princesa y al príncipe ahora mismo....
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El Temple de la Princesa (2° Saga corazones traicionados) ULTIMOS CAPÍTULOS!!!
Historical FictionAlexandra Aneska Kovács Göröcs había conseguido una nueva familia cuando el conde de Rosenau la rescato de morir de hipotermia cerca de la frontera con Hungría, su país natal. Rápidamente se encariño con las dos jóvenes hijas del conde, que habían q...