A pesar de ese terrible incidente en la fiesta de los Pickle, la boda de Emilia y Edmond fue el evento del año en toda Inglaterra, no solo por que fuera la boda de uno de los miembros del ducado más antiguo e importante de la nación con la extranjera mas cotizada de su país, ¡no! lo era por la total y completa hermeticidad con la que se realiza. Solo los invitados más importantes y cercanos a la pareja se encontraban presentes en el exclusivo hogar del Vizconde de Chester.
El recorrido de la iglesia hasta el salón donde se llevaría acabo el baile, fue custodiado por la guardia del mismísimo duque de Kent. Ingrid estaba sumergida en sus propios pensamientos mientras el primer baile de, los ahora duques de Weilburg, habia ocasionado una ola de aplausos, y es que desde ese día, el insomnio y el láudano se habían convertido en parte de su rutina de diario, tenia los nervios al borde del colapso y sentía que todos estaban sobre cada movimiento que hacia.
El barón habia intentado distraerla mediante largas caminatas por sus tierras, paseos a caballo o reconfortandole en las noches; pero la verdad, nada de eso lograba calmarla, y el apetito por las atenciones de ese hombre habían desaparecido.
-¿Podemos hablar un momento a solas?- le susurro el hombre en el oído, sacándola de su estupor.
-No creo que sea conveniente, ya van a partir el pastel- susurro ella.
-Querida, hace 20 minutos que el ultimo pedazo fue repartido.
Ingrid miro las mesas de alrededor y comprobó que ya todos habían comido pastel, excepto ella que aun tenia la rebanada completa. Un apretón en su codo le indico que no podría escapar tan fácil de ese caballero que no hacia mas que encresparle más los nervios.
10 minutos después, Ingrid esperaba al barón de Arlongford entre un apartado jardín como habían acordado. Un ruido cerca de una arboleda le saco un susto, pero al reconocer al intruso suspiro con alivio. EL hombre no se le acerco, más bien caminaba frente a ella y la miraba con un brillo extraño, que no supo como interpretar.
-¿Planeas hacer un pozo alrededor de mi o vas a decir lo que tengas que decir?- pregunto impaciente después de un rato de silencio incomodo.
-Lo mismo te pregunto yo a ti ¿me vas a decir que es lo que te pasa o planeas seguir callada?
-No se a que te refieras.
-¿De verdad no lo sabes? ¿no sabes cual es el motivo por el que no me dejas tocarte desde hace dos semanas?
-No es mi obligación estar dispuesta para tus necesidades siempre.
-¿He intentado obligarte a hacer algo que no quieres? que yo recuerde, he respetado tu indisposición y tu silencio esperando que si por lo menos te gusta estar entre mis sabanas, fueras sincera conmigo.- le espeto con voz ácida el barón.
-No es mi obligación...
-¡¿Que no es tu obligación?! ¿a caso esto es un juego para ti? ¡No soy de piedra! no me trates como si fuera un objeto que usas cuando quieres, creí que habia sido muy claro contigo, ¡¿Que mas quieres que haga?! ¡¿que quieres?!... he hecho todo lo posible para que confíes en mi, para que creas en este amor que siento por ti.... ¿y tu que me das? las sobras de tus pensamientos. Me confías tu cuerpo pero no puedes confiarme tu corazón... ¿Por que? ¿Dime por que?- Huge la tomo de los hombros con desesperación y la obligo a mirarlo a los ojos.
Para Ingrid todas y cada una de las palabras de él eran espinas que se clavaban en su piel. En verdad le creía, y también ella quería amarlo, pero no podía ser tan egoísta y arrastrarlo a su tormentosa vida. Tantas veces habia querido decirle la verdad, decirle quien era y escuchar de sus labios llamarla por su nombre, quería que el le dijera que todo estaría bien, que la tomara de la mano y desaparecieran para siempre juntos, pero no podía... no debía. Lo que Polette le habia dicho aun seguía retumbando en su cabeza, aun que el duque se habia ofrecido a averiguar de donde habia sacado esa información, no quiso involucrarlo más. Si los sueños que la atormentaban por las noches eran premoniciones de lo que inevitablemente pasaría, no quería que ni el ni nadie estuviera cerca de ella. Y sobre todo no quería volver a sentir lo que sintió cuando perdió a su esposo, no... no quería sentir ese dolor de nuevo, pero ahora por ese caballero ingles que habia encendido una vez mas el amor en su corazón, prefería perderle sabiéndolo a salvo, que perderle para siempre.
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El Temple de la Princesa (2° Saga corazones traicionados) ULTIMOS CAPÍTULOS!!!
Ficción históricaAlexandra Aneska Kovács Göröcs había conseguido una nueva familia cuando el conde de Rosenau la rescato de morir de hipotermia cerca de la frontera con Hungría, su país natal. Rápidamente se encariño con las dos jóvenes hijas del conde, que habían q...