Inmortalidad

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Eran tan efímeros como una flor, incluso comparaba su existencia con un parpadeo. Después de todos los humanos tenían una vida demasiado corta. Lo cual no era de sorprenderse, muchos de su especie los consideraban insignificantes incluso él lo creyó en algún tiempo.

Pero con el paso del tiempo empezó a cuestionarse como era posible que varios humanos pudieran sonreír ante el encuentro con la muerte, como podían disfrutar la vida que tenía un número limitado. Eran preguntas que jamás podrían tener respuestas o eso pensó.

Una preciosa noche de primavera lo conoció. Al dueño que haría latir su muerto corazón.

Esa persona era un chico quien no pasaba de los 16 años, por su aspecto se notaba que era de la servidumbre, pero su forma de hablar, su forma de caminar, su forma de expresarse te hacía pensar que era de la nobleza, no conforme con eso, el joven tenía una piel realmente exquisita la cual poseía un tono color caramelo, haciéndole ver atrayente a todo aquel que lo mirara, sus ojos eran de color café pero con una tonalidad parecida al oro, podrían compararse con dos preciosas joyas, su cabello era castaño y suave al contacto. Todo en él era sublime y su perdición, tan solo su aroma lo llevaba al borde del éxtasis y la locura.

Cada noche se reunían en el bosque donde aquel joven le contaba lo que acontecía en su día a día. El tan solo escuchaba con atención y comentaba algo que le resultara relevante o interesante en las anécdotas del muchacho.

Podía escuchar sus aventuras con aquellos jóvenes llamados James y Peter los cuales también eran sirvientes de aquella mansión.

Se divertía cuando le contaba sobre un amable anciana de nombre Peggy quien le regalaba pan cuando iba a comprar.

Disfrutaba los momentos donde el joven dormía plácidamente, le era relajante escuchar su corazón de igual forma era una tentación estar cerca suyo pero sin poderlo tomar. Tan solo había podido saborear sus labios con fugaces besos, los cuales siempre lo dejaban con ansias de más, pero sabía que si avanzaba aquella línea que le costó marcar, no habría retorno y quizás el muchacho jamás pudiera perdonarlo.

Así pasaron dos largos años, en donde Steve hacia lo imposible para no caer en la tentación y ahuyentar a su tesoro.

Quería creer que su vida podría seguir así, hasta que una noche fría de invierno, mientras lo esperaba en el bosque pudo ver un gran incendio. No tardó en darse cuenta que aquel pueblo donde su joya vivía estaba siendo saqueada, corrió en aquella dirección. No tardó mucho en llegar, miraba a su alrededor, los bandidos mataban a hombres y niños mientras que a las mujeres las estaban reuniendo para llevárselas.

Ellos eran el tipo de humanos que despreciaba con todo su ser, por ellos, es que su especie los veía como seres estúpidos e inferiores. Eran seres que disfrutaban de lastimar a otros, eran seres que se regocijaban con el dolor de compañero. Por esa clase de seres, las demás especies deseaban exterminarlos.

Ninguno de esos humanos se percataba de su presencia, lo cual era mejor para ellos, o eso pensó hasta que vio una escena que jamás podría borrar de su memoria.

Unos miserables intentaban abusar de su humano pero este se defendía como podía, provocando que aquellos hombres le dispararan por tal rebeldía. En ese momento sus ojos los cuales siempre se veían azules adquirieron un tono rojizo y en poco tiempo aquellos sujetos fueron reducidos a trozos de carne.

Los demás bandidos quienes habían oído los gritos de terror corrieron en auxilio de sus compañeros pero se horrorizaron con la escena, podían ver a un hombre rubio mirarlos fríamente quien tenía todas sus ropas manchadas con sangre.

-Sus compañeros tocaron algo que me pertenece.- sonreía sádicamente. – Ustedes pagaran el precio por tales actos.

Ninguno pudo escapar, la noche fue testigo de los gritos y suplicas que aquellos hombres daban, pues los sobrevivientes ya habían huido del lugar.

Camino hasta donde estaba su amado tesoro, podía ver como su respiración se volvía cada vez más lenta, el precioso brillo que amaba ver en esos ojos, iba desapareciendo.

-Sabía que vendrías.- sonrió de manera sublime, incluso cuando la muerte se acercaba para reclamarlo.

-Llegue demasiado tarde.- El estoicismo que siempre lo caracterizo y el cual iba rompiéndose desde que lo conoció, término de quebrarse al saber que su luz pronto se extinguiría.

-Eres un anciano después de todo.- sonrió el joven.

Aquello sorprendió al rubio, pues su apariencia no pasaba de los 20.

-Desde que te conocí supe que eras un vampiro, y aun así eso no me impidió enamorarme de ti.

-¿Entonces aceptarías pasar la eternidad conmigo?- pregunto con leve esperanza ante tal confesión.

-La eternidad puede ser aburrida.- aquellas palabras lo desanimaron pues si bien podía no quería atarlo al mundo en que vivía sin su consentimiento. – Pero estando contigo la eternidad no es importante.

-¿Seguro?

-Una larga vida junto a ti. Eso suena genial.

Sin más dudas y sin más indecisiones, se acercó a su cuello. La luna y las estrellas fueron testigos del como dos amantes se unieran para toda la eternidad con un juramento de sangre, y como la muerte no logrado su cometido de separar a estos dos amantes.

<...>

-Es la historia más tonta.

Sonrió ante las palabras de uno de sus alumnos, quien se ganó miradas molestas de los demás.

-¿Por qué joven Barnes?

-Profesor Steve ignore a Bucky.- contesto una muchacha pelirroja.

El rubio tan solo pudo ver con diversión la discusión que empezaba haber en su clase, la cual termino de manera abrupta cuando el timbre sonó. Todos los alumnos salieron no sin antes despedirse de su maestro.

-Linda historia Steve.

-Gracias Tony, aunque tuve que omitir el detalle de que los vampiros no son afectados por el sol, y que en realidad no son inmortales tan solo envejecen muy pero muy lento.

-Debo decir que el saber que me considerabas tu tesoro me halaga.- fue acercándose.

-Desde la primera vez que te vi, supe que tú eras la luz en mi mundo de oscuridad.- lo tomo de la cintura, mientras su pareja ponía sus brazos alrededor de su cuello.

Ambos compartieron un beso, como aquella noche después de que Tony despertara como vampiro. Un beso que prometía estar juntos hasta que el final llegara y la muerte viniera a reclamarles, un beso que les recordaba que se amarían incluso en la siguiente vida.


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