Peter Benjamín Parker era un niño el cual consideraba que no tenía suerte, a la edad de 2 años sus padres habían fallecido en un accidente de avión, por lo que fue llevado con sus tíos, una pareja mayor quienes lo cuidaron como si fuera su propio hijo pero su felicidad no fue larga y sobre todo entendió que era alguien realmente sin suerte. A los 6 años su tío falleció cuando un ladrón intento asaltarlo, su tía intento hacerse cargo de él, no obstante le fue imposible, 6 meses después ella falleció.
Extrañamente no lloro, era como si hubiera esperado ese momento. Algo muy desalentador para el pequeño de 6 años, no fue difícil saber que sería llevado a un orfanato. Ahí los adultos actuaban indiferentes ante la llegada de los nuevos niños, y los niños que llevaban tiempo en el lugar gustaban de molestar a los recién llegados.
Peter aprendió a sobrevivir en ese lugar tan descuidado, todos los niños debían buscar maneras pues los adultos no hacían nada por ellos. En ese orfanato conoció al único chico que consideraba su amigo, se llamaba Wade era dos años mayor que él.
Ambos eran tan diferentes mientras Peter era retraído y tímido, Wade era extrovertido y bromista, aquel niño rubio fue su felicidad en aquel lugar tan horrible, sin embargo lo bueno no dura para siempre, cuando Peter cumplió los 7, su amigo Wade fue adoptado.
Antes de su partida Wade prometió enviarle cartas a Peter, pero esa promesa jamás fue cumplida. Peter entonces recordó que era alguien sin suerte, que solo había sido muy ingenuo al creer.
Habían pasado 2 años desde aquel día, vivía de forma monótona sin esperar nada y sin dar nada. Aun así era un niño muy inteligente, sus maestros estaban sorprendidos, sus compañeros estaban molestos con él. Esa era su vida, hasta que un día pasando por un parque mientras regresaba al orfanato se topó con algo inesperado.
-Hola.
Un niño de su misma edad le saludaba alegremente, Peter miraba a los lados pensando que hablaban a alguien más pero su sorpresa era grande al percatarse que se dirigía a él.
-¿Me hablas a mí?- Pregunto a un sin creérselo.
-Por supuesto que si tontito.- Respondió el niño con obviedad pero sin la intención de ser ofensivo. – Mucho gusto mi nombre es Jonathan Rogers Stark, aunque prefiero que me digan Johnny.
-Me llamo Peter.- respondió tímidamente, si bien no buscaba la amistad de los niños se sentía alegre de que alguien le hablara. – ¿Eres nuevo? Nunca te había visto por aquí.
-Algo así.- respondió el enérgico rubio un poco avergonzado. – La verdad mis padres dijeron que pasaremos unas semanas cerca de aquí, creo que están en una misión importante.
-¿Misión?
-¡Si! Mis papás son superhéroes.
Peter estaba tentado a decirle que era una locura, bueno aunque en realidad quien era el para dudarlo, cuando realmente héroes como el Capitán américa, Iron man, Thor, Blackwidow y muchos más existían.
-Pero no le digas a nadie.
El castaño solo asintió aunque sabía que no habría nadie a quien decírselo. Después de esa breve charla se despidieron, Johnny prometió que al día siguiente hablarían. Peter simplemente accedió aunque creyó que no lo volvería a ver.
Para su sorpresa al día siguiente en el mismo lugar Johnny estaba ahí. Esperándole con una sonrisa.
-¿Estás aquí?- Le expresión de Peter era chistosa pues no lo podía creer. Aquel niño rubio había vuelto, cumplió su promesa.